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Crítica: Maravilloso «Weihnachts-Oratorium» de Bach para La Filarmónica, con el Windsbacher Knabenchor y la Orquesta Barroca de Sevilla

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Autor: Mario Guada
20 de diciembre de 2022

El extraordinario coro infantil germano ofreció, junto a una magnífica Orquesta Barroca de Sevilla y un notable cuarteto solista, una memorable versión de una selección del gran oratorio «bachiano» para la Navidad

Bach en el ADN

Por Mario Guada
Madrid, 15-XII-2022, Auditorio Nacional de Música. Weihnachts-Oratorium, BWV 248 [cantatas n.º I, III y VI]. Isabel Schicketanz [soprano], Marie Henriette Reinhold [mezzosoprano], Patrick Grahl [tenor], Thomas Laske [bajo] • Windsbacher Knabenchor • Orquesta Barroca de Sevilla. Ludwig Böhme [dirección].

Por la elocuente arquitectura musical del Oratorio de Navidad podemos ver que las versiones acometidas por Bach durante la década de 1730 implicaban tareas multidimensionales en donde, por lo general, el mero proceso de transcripción musical no era lo más importante Al recuperar obras compuestas con anterioridad, invariablemente hallaba una oportunidad para revisarlas cuidadosamente y mejor los arreglos.

Christoph Wolff: Johann Sebastian Bach. El músico sabio [2000].

   Hacía algún tiempo que no sonaba en Madrid el monumental Weihnachts-Oratorium, BWV 248 –al menos un año en versiones moderna e historicista respectivamente, y desde el 2019 en versiones de mayor referencia, a cargo de agrupaciones historicistas alemanas y belgas–, pero esta gran obra siempre vuelve, y así ha de hacerlo, porque la genialidad «bachiana» encuentra en esta obra momentos absolutamente sublimes. Acudió de nuevo el excelso Windsbacher Knabenchor, esto es, el Coro de niño de Windsbach –que ya había interpretado una extraordinaria versión de la Misa en si menor junto a la Akademie für Alte Musik Berlin allá por 2017–, en una inaudita, pero sin duda muy acertada a tenor de lo escuchado, junto a la Orquesta Barroca de Sevilla, en una gira por varias ciudades españolas y alemanas interpretando una selección de este oratorio navideño. Recalaban en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, de mano de La Filarmónica –que previamente había programado otra cita en el Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid–, en una velada de esas en las que se atisba algo especial, por más que el asunto de los públicos que asisten a conciertos de esta y otras instituciones en Madrid sea digno de análisis y estudio.

   Como es bien sabido, este ciclo de seis cantatas está en buena medida más cerca de eso, un ciclo sacro de cantatas, que de un oratorio propiamente dicho. Pues sí y no, como veremos, dado que su carácter cíclico es evidente, pero también lo es su unidad. Compuestas y compiladas para la temporada navideña celebrada en Leipzig en el año de 1734/1735, sus seis cantatas estaban destinadas para ser interpretadas en los seis días festivos más importantes entre los días 25 de diciembre y 6 de enero, a saber: primer, segundo y tercer día de la Navidad, fiesta de la circuncisión, primer domingo de año nuevo y fiesta de la Epifanía. Parece claro que cada una de las seis partes se concibió para albergar por sí misma una funcionalidad musical absolutamente independiente, comenzando y terminando cada una de ellas con un coro –excepción hecha de la cantata n.º 2, que se abre con una maravillosa sinfonía pastoral–, además de que cada una de las seis cantatas narra un episodio concreto de la Navidad. No obstante –y haciendo gala de esa máxima de que en Bach casi nunca nada es tan simple como parece–, la intencionalidad por parte del Kantor acerca de este ciclo era darle un carácter unificador, y así lo hizo, con sutilezas que terminan por aunarlo todo de forma magistral: la evidente organización tonal en torno al re –con las partes I, III y VI en dicha tonalidad, justamente las interpretadas en esta noche– o el hecho de que la melodía utilizada para el primero de los corales de la parte I sea la misma que aparece en el último número de la parte VI. La cuadratura del círculo «bachiano». El contenido musical del oratorio se basa, en gran medida, en tres cantatas profanas previas: «Herkules auf dem Scheidewege», BWV 213; «Tonet, ihr Pauken! Erschallet, Trompeten!», BWV 214; y «Preisse dein Glücke, gesegnetes Sachsen», BWV 215. Por lo demás, la perdida Markus-Passion parece haber aportado algunos fragmentos, así como la cantata catalogada por Wolfgang Schmieder como BWV 248a. Si bien cada una de las seis partes de este oratorio presenta la forma habitual de una cantata de la iglesia de Leipzig en la época, con la alternancia entre recitativos, arias, coros y corales, posee también una singularidad fundamental que le aporta ese carácter de oratorio: el uso de un narrador [Evangelista] para relatar la secuencia de los eventos aparecidos en el texto. Quizá por eso Bach utilizó el término oratorio [Oratorium tempore Nativitatis Christi] en relación con este trabajo donde el Evangelista protagoniza el devenir de esta narración bíblica, mientras que las arias y dúos para solistas, así como los coros y corales –estos últimos para la congregación–, servían como elementos narrativos a la vez que invitaban a la reflexión sobre lo ocurrido.

   Como resulta habitual en estos casos, se interpretó una selección con tres de las seis cantatas –a veces pueden interpretarse cuatro, pero no más–, y es una lástima, porque los oyentes de este oratorio están abocados a no poder escucharlo completo nunca –la cuestión de tiempo que suele esgrimirse no es convincente, en cuanto una ópera cualquier puede venir a durar lo mismo e incluso ambas pasiones, si hablamos de otras de Bach–. Sea como fuere, en ocasiones con un resultado tan satisfactorio como el que nos ocupa, lo cierto es que uno lamento mucho más la imposibilidad de escucharlo de inicio a fin. Ya desde el coro inicial de la Cantata «Jauchzet, frohlocket! Auf, preiset die Tage», BWV 248/I se pudo atisbar que no estábamos, desde luego, ante una versión ordinaria. Y así fue, principalmente desde el punto de vista coral, con una de las versiones más orgánicas, honestas, delicadas, cálidas y retóricamente impactantes que se recuerdan en directo los últimos años, a la altura sin duda de los grandes vocales europeos. El mérito que tiene, tratándose de niños y jóvenes de edades comprendidas entre los siete u ocho años y la veintena, es poco menos que milagroso. Puede entenderse que la música de Bach forma parte, en cierta forma, de cualquier niño músico en Alemania, va en su ADN, pero no por ello le resta virtudes a lo escuchado aquí esta velada. Pero tampoco desde la orquestal, con una agrupación como la OBS, que desde luego demostró que una buena formación española –con años de trabajo a sus espaldas y un buen hacer continuado– puede acometer un Bach de altura, dejando al pabellón bien alto, presentándose incluso en la patria del Kantor para interpretar esta selección después de una gira española que ha pasado por ciudades como Sevilla, Valladolid o Barcelona.

   Vayamos con los detalles de lo que nos ocupa… El sonido poderoso de la orquesta inició la velada en el coro «Jauchzet, frohlocket» [¡Alegraos, cantad felices! ¡Alabad este día!], con un notable empaque y brillante sonoridad del tutti, en la que las tres trompetas barrocas –con agujeros– de David Hendry, Ricard Casañ y César Navarro tuvieron oportunidad de mostrar unas cualidades de sonido bastante cuidadas, certeros en casi todos los pasajes, por más que el trompeta I no estuvo muy acertado en buena parte de la velada, como se verá más adelante. Especialmente destacable el balance de los vientos aquí, con la participación muy solvente de los traversos barrocos de Rafael Ruibérriz y Fernanda Teixeira, así como los oboes barrocos de Pedro Castro y Jacobo Díaz. Una suficientemente sección de cuerda [4/4/3/2/1] comenzó con tersura, defendiendo con ligereza y limpidez sus líneas, comandados por Leo Rossi –y no Lina Tur, como indicaba el escueto programa de mano–. Imponente entrada del coro, más de sesenta voces de imponente convicción y entrega, con un comportamiento, por lo demás, ejemplar durante toda la velada –la herencia del mimo en el trabajo y el orden germánicos se hace patente en ellos–. Cuidadísimo sonido, impecable dicción, pulquérrima afinación y un equilibrio de voces excepcionalmente concebido. En resumen, un control del instrumento a todas luces apabullante… Qué difícil interpretar un Bach de este calibre con voces tan jóvenes y tan numerosas, lo que en absoluto afecta al resultado final: no se percibe mastodóntica la versión, ni se aleja de la línea que el historicismo puede marcar para los oídos más avezados y acostumbrados a coros adultos de entre doce y dieciocho voces. Puede quien argumente –y no falto de razón– que se aprecia cierta falta de madurez vocal en las voces de tenores y bajos. Así es, pues no se puede buscar en ellos la plenitud canora, ni las hechuras de un cantor cercano a la treintena, por ejemplo. Aun con ello, las restantes c[u]alidades de este instrumento coral son tan admirables, que uno puede pasar por alto con facilidad la falta de corporalidad de aquellas voces. Cabe destacar, por último, la sección del bajo continuo, sin duda con el coro el apartado más destacable de la noche. Una labor encomiable e imponente, con Mercedes Ruiz al violonchelo barroco a–acompañado excelentemente por María Alejandra Saturno en los tutti–, Ventura Rico al contrabajo barroco y Alejandro Casal al órgano y clave, sin olvidar la presencia alternante de Alberto Grazzi en el fagot barroco. Fueron capaces de aportar la firmeza constructiva tan fundamental en el contrapunto «bachiano», elaborando un continuo sobrio, siempre certero, en su punto justo, muy expresivo en los momentos retóricamente más potentes y, especialmente, tremendamente orgánicos entre sus miembros –la afinación, el balance o el trabajo en los pasajes homofónicos, por ejemplo, dieron buena muestra de ello–.

   El tenor alemán Patrick Grahl presentó magníficas credenciales en su primer recitativo «Es begab sich aber zu der Zeit», con una línea de poderosa emisión, bellamente timbrada, dicción exquisita, prosódicamente impecable, con un agudo muy natural y de recorrido. Su papel se limitó prácticamente a encarnar al Evangelista –que no es poco–, pero cumplió con creces este rol siempre exigente. Magnífica labora de la mezzosoprano germana Marie Henriette Reinhold, una voz de exquisita calidez, timbre carnoso y muy personal, de un brillo contenido, como demostró en el recitativo «Nun wird mein liebster Bräutigam» y especialmente en la maravillosa aria «Bereite dich, Zion, mit zärtlichen Trieben» [¡Dispón, Sión, la llegada a tu seno del Amado, del Hermoso!], acompañada en el primero por dos excelentes oboes d’amore, fagot y un continuo admirablemente dúctil. Muy articulada la línea orquestal en el aria –con la cuerda y, sobre todo, un continuo muy rítmico y de exquisita finura–, de tempo bastante contenido, con algunos leves problemas de entendimiento entre el oboísta I y los violines –solo los primeros, como indica la partitura– en el unísono, que fueron subsanados convenientemente. Maravillosa vocalidad en el registro medio-grave de Reinhold, muy cómoda en la notable extensión que requiere por escritura. El coral «Wie soll ich dich empfangen» [¿Cómo recibirte? ¿Cómo presentarme ante Ti?] protagonizó uno de los momentos más emocionantes de la noche: pocas veces he escuchado una desenvoltura tan profunda, íntima y retóricamente fundamentada que aquí. Impecable técnicamente, sin embargo, fue más el aspecto expresivo, profundamente espiritual plasmado admirablemente pro el coro lo que logró subyugar a los presentes. Qué dulzura y calidez tan imponentes, y qué bien dobladas las voces en la orquesta –Flauto traverso I/II in octava e Oboe I/II e Violino I col Soprano, Violino II coll' Alto, Viola col Tenore, Violoncello col Basso, Fagotto, Organo, Continuo, indica el manuscrito–. Excelentemente desenvueltos oboe, oboe d’amore y fagot en «Er ist auf Erden kommen arm», un esmerado número en el que Bach combina un coral en la soprano, que se eleva sobre un recitativo del bajo, elaborado aquí con un excesivo poderío vocal por Thomas Laske, aunque su contraste con el delicadísimo cantus firmus en los niños sopranos logró aún un mayor impacto. Laske continuó en escena para defender el aria «Grosser Herr, o starker König» [¡El gran Señor, el Rey omnipotente!], que exige un heroico planteamiento vocal, además de una no menos marcial trompeta solista, con un Hendry aquí bastante correcto, que lidió con cierta solvencia su siempre complejo papel, y que salvo en momentos como el trino o algunas notas mejorables, logró un fraseo de enorme continuidad, gestionando el fiato con inteligencia –los problemas iniciales fueron subsanados en el regreso al da capo–. El bajo, por su parte, logró un cierto encanto el balancear una vocalidad de «batalla», no especialmente delicada, pero que contrastó muy bien con la espiritualidad textual. La escritura melismática de su línea fue defendida con acierto. Concluyó la cantata con el coral «Ach mein herzliebes Jesulein» [¡Ay, amado Jesús!], de nuevo con un abrumador mimo por parte del coro, contagiada la orquesta por esa esencia germana tan arrolladora. Visión muy triunfal, pero sin estridencias, conteniéndose a este respecto trompetas y timbales, que sin duda aportó de nuevo un toque muy personal a la concepción de estas cantatas.

   Le siguió la Cantata «Herrscher des Himmels, erhöre das Lallen» [Señor celestial, atiende las plegarias], BWV 248/III, iniciada con el coro que le da nombre, en un cambio de carácter muy pronunciado, que sin duda logró el impacto deseado, con una mayor luminosidad en el planteamiento sonoro y un tempo algo más ágil. Igualmente impactante el sonido coral, en una afinación milimétricamente trabajada y con un equilibrio falto de mayor presencia en las voces intermedias. Fantásticamente lograda la escritura rítmica y el ondulante fraseo en las escalas de la cuerda en el coro de pastores «Lasset uns nun gehen gen Bethlehem» [Vayamos ahora a Belén], sin olvidar aquí un aspecto muy relevante en toda la velada, el soporte fundamental del grave en el continuo para sostener la posible falta de profundidad de las voces jóvenes en la línea de bajos. Esta tercera cantata contiene un número elevado de números, incluyendo tres deliciosos corales [«Dies hat er alles uns getan» (Él ha realizado todo eso), «Ich will dich mit Fleiss bewahren» (Guardaré celosamente) y «Seid froh dieweil» (Demos gracias porque Dios)], magníficamente reflejados por los jóvenes cantores del Windsbacher Knabenchor, destacando la visión tan retórica del texto, pasando de interpretaciones totalmente contenidas, casi camerísticas [«Ich will dich mit Fleiss bewahren»], a otras luminosas, de un alegría más expandida [«Seid froh dieweil»]. Especialmente destacable también, el papel del tenor con un Evangelista muy convincente, que supo equilibrar la plasmación del texto en un punto medio entre el dramatismo y una cierta distancia expresiva. En el dúo de soprano y bajo «Herr, dein Mitleid, dein Erbarmen» [Señor, tu piedad y misericordia], destacó la calidez vocal, delicadeza y excelente gestión del vibrato a cargo de la soprano alemana Isabel Schicketanz, únicamente cuestionable en algunas notas agudas en las que su voz pierde color y redondez. Muy inteligente el trabajo de balance entre ambos solistas, acompañado por dos impecables oboes d’amore y una sección del continuo que podría estudiarse en cualquier centro educativo como magistral modelo. Magnífica la plasmación del cambio rítmico y la escritura inestable en la sección central del dúo, tanto por las voces como por el acompañamiento instrumental. El aria de alto «Schliesse, mein Herze, diez selige Wunder» [Guarda, corazón mío, este milagro], en un tempo muy calmo –quizá demasiado–, presentó un solo de violín correcto, aunque sin apabullar, a cargo del concertino de la agrupación, compartiendo protagonismo con una mezzosoprano de nuevo excelsa vocalmente, completando el elenco un continuo de gran sobriedad a cargo de una Ruiz inmensa en el violonchelo, junto a un Casal muy efectivo en el órgano positivo. Regreso al coro inicial para cerrar una cantata que cerró una primera parte para el recuerdo.

   Regresando del intermedio, acometieron la interpretación de la Cantata «Herr, wenn die stolzen Feinde schnauben» [Señor, cuando los enemigos nos acosen], BWV 248/VI –ya sin el concurso de los excelentes traversos–, que se vio sin duda empañada por la dudosa actuación de la trompetería. No sería justo incluir en el mismo grupo a los trompetas II y III, pues casi toda la responsabilidad recayó sobre el primero de ellos, que tiene el papel más exigente y complejo, y que no estuvo a la altura, aunque hay que señalar que su presencia en la gira fue cosa de última hora, a causa de una sustitución. No debería ser excusa, sin embargo, para un intérprete de primer nivel, por más que son líneas exigentes e instrumentos siempre un punto rebeldes. Este coro presenta una escritura fugada de enorme exposición para las voces, y aquí fue quizá el único momento en toda la velada donde a la agrupación alemana se les vieron con mayor claridad ciertas costuras, aunque no por ello se restaron bondades a su interpretación. Visión a nivel dinámico muy interesante aquí, logrando además un muy coherente impulso melódico, casi como un continuum sonoro de enorme impacto. Muy dramático el acompañamiento de la cuerda en el recitativo de la soprano «Du Falscher, suche nur den Herrn zu fällen», antesala de una vibrante aria «Nur ein Wink von seinen Händen» [A una señal de su mano], de nuevo muy solvente en el la zona media, pero algo más desdibujada y abierta en su emisión en el agudo. Cuerda y oboes muy solventes aquí en el unísono, destacando sobremanera el trabajo de las violas barrocas [José Manuel Navarro, Carmen Moreno y Gonzalo Castelló], muy presentes y profundas en su fraseo. Las articulaciones en toda la sección de cuerda resultaron muy homogéneas, incidiendo en una sensación de liviandad en el compás muy inteligente. Cabe destacar la labor del tenor en su única aria, «Nun mögt ihr stolzen Feinde schrecken» [¿Qué daño me podrán hacer los altivos enemigos?], oportunidad para mostrar otra faceta, haciendo gala de una vocalidad muy sólida en la zona media y en el agudo al que accede con suma delicadeza. El texto, quizá por venir del Evangelista, resultó exquisitamente tratado, tanto en la dicción como en su plasmación retórica y expresiva. El trabajo en los corales de la última cantata [«Ich steh an deiner Krippen hier» (Aquí estoy, junto a tu pesebre) y «Nun seid ihr wohl gerochen (Hemos sido resarcidos)] resonaron una vez más como una absoluta revelación, convirtiendo los que ya son en sí mismos auténticas joyas de la creación –quizá no hay mayor arte «bachiano» que sus corales– en momentos totalmente sublimes y sobrecogedores. La cantata se cerró con ese último coral, que requiere del tutti como el coro de inicio. De nuevo tempo bastante calmado, pero en absoluto estancado, y en el que la trompeta presentó bastantes problemas una vez más. Pero no debemos dejar que ello empañara el resultado excepcional de coro y orquesta con una gran conexión entre ellos.

   Ludwig Böhme, talentoso –su trabajo en el Calmus Ensemble habla por sí solo– y flamante nuevo director de la agrupación alemana desde este mismo 2022, ha sabido continuar la excelsa labor llevada a cabo por otros antes que él como Hans Thamm, Karl-Friedrich Beringer y Martin Lehmann, pero sin duda aportando nuevas perspectivas artísticas y visiones muy personales, como quedó aquí demostrado, una versión llena de ideas muy interesantes –algunas con mejor resultado que otras–, que ha sabido trasladar a músicos propios y foráneos. Habrá que estar muy atentos a esta nueva etapa del brillante conjunto alemán, pero también regocijarse por ver a la Orquesta Barroca de Sevilla en plenitud junto a conjuntos extranjeros de primer nivel.

Fotografías: Cristina Asensio/La Filarmónica.

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