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Crítica: Zubin Mehta al frente de la Filarmónica de Israel en Berlín

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Autor: Alejandro Martínez
10 de septiembre de 2015

ENCUÉNTRATE A TI MISMO

Por Alejandro Martínez

Berlín. 06/09/2015. Philharmonie. Musikfest Berlín/Berliner Festspiele. A. Schönberg: Sinfonía de cámara Nr. 1. G. Mahler: Sinfonía No. 9. Israel Philharmonic Orchestra. Dirección musical: Zubin Mehta.

   Zubin Mehta es probablemente el maestro que más cosas se ha dejado en el tintero a lo largo de su ya longeva trayectoria. En contadas pero singulares ocasiones ha sido memorable y lo cierto es que apenas nunca ha sido mediocre. En el terreno que queda entre ambas realidades se ha movido siempre con fluidez, con un estilo cada vez más extrovertido, con una comunicación algo epidérmica, pero respaldada siempre por un oficio indudable y destellos esporádicos de genialidad. En esta ocasión, su presencia en el Musikfest de Berlín venía a cargo de la Orquesta Filarmónica de Israel, formación de la que es batuta principal ni más ni menos que desde 1968. Un tanto convalenciente, tras una intervención en su rodilla, el siempre erguido y firme Zubin Mehta se presentó esta vez ayudado por un bastón y se disculpó ante le público por dirigir sentado durante el concierto, algo en verdad infrecuente en él, siempre tan enfático y entusiasta en el gesto. Anecdotario al margen, lo cierto es que los años pasan, y entre tanto lo mismo que se acrecienta su figura se matiza cada vez más su legado. La imparable agenda de Mehta, por cierto, le lleva precisamente estos días a Madrid para inaugurar la temporada de Ibermúsica al frente de la Orquesta del Maggio Musicale Fiorentino.

   Respecto al programa que nos ocupa, la Sinfonía de cámara Nr. 1 de Schönberg pasó a decir verdad sin mayor pena ni gloria entre sus manos, con el concurso de unos instrumentistas solventes y comprometidos pero no virtuosos. A notable distancia, si somos justos, de la célebre grabación de esta pieza que el propio Metha comandase en 1968 con miembros de la Filarmónica de Los Ángeles. La que nos ocupa fue una versión un tanto conformada, llevada más por inercia que por premeditación. Idéntica sensación a la que nos trasladó más tarde Mehta con la Filarmónica de Israel en el primer movimiento de Sinfonía No. 9 de Mahler, más pesante que densa, abundando en un sonido un tanto anónimo, siempre enfático, no ruidoso pero sí por instantes grueso. Y sin embargo, como si la propia obra pareciera demandarle más y más, en una suerte de “encuéntrate a ti mismo” el propio Mehta y su complicidad con la orquesta fueron creciendo poco a poco, rematando en fin e un extraordinario Adagio, si bien a veces falto de claridad estructural, henchido desde luego por un aliento auténtico que hacía justicia a tan sobrecogedora, sublime y exigente música.

Fotos: Kai Bienert

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