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Crítica: Alamire en el VII Festival de Música Vocal de Las Navas del Marqués

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Autor: Mario Guada
29 de julio de 2016

El excepcional conjunto británico ofreció un extraordinario recital que recorrió buena parte de la polifonía renacentista europea, en un marco de excepcional belleza, pero con un público que enturbió de forma desmedida el concierto.

DE LA MEJOR TRADICIÓN CORAL DEL MUNDO

  Por Mario Guada
Las Navas del Marqués, Castillo Palacio de Magalia. 28-VII-2016 | 20:00. . VII Festival de Música Vocal de Las Navas del Marqués. Entrada gratuita. La música de las reinas Tudor. Obras de Jean Mouton, Pierre de la Rue, Josquin des Prez, Antoine de Févin, Antoine Brumel, William Byrd, Thomas Tallis y anónimos. Alamire | David Skinner.

   El Festival de Música Vocal de Las Navas del Marqués cumple este año se séptima edición. Magnífica labor la de Zenobia Música, que ha sabido dotar a la pequeña población abulense de una herramienta artístico-cultural de primer orden, que en siete años de ha pasado sencillamente no tener programación musical, a convertirse en una referencia nacional dentro del ámbito de la música vocal. Uno de los atractivos más especiales de este festival es la realización de la Semana Internacional de Canto, que se desarrolla con la presencia de artistas de absoluta referencia a nivel mundial. En este caso, Alamire y David Skinner son los protagonistas y el grupo residente, que además de realizar el concierto estrella del festival, son también los encargados de impartir clases magistrales de interpretación de la polifonía del Renacimiento a una serie de cantores venidos de diversos lugares de España y Europa.

   Dicho lo cual, el concierto que nos ocupa traía por tercera vez a España al que es en la actualidad uno de los conjuntos vocales especializados en Renacimiento más prestigiosos del mundo. Alamire ha sabido ganarse al calor del público y la crítica merced a una exquisita calidad vocal, una afinación impecable y una notable expresividad, quizá el punto que les diferencia en mayor medida de otros conjuntos británicos. El programa escogido para la ocasión se componía de tres bloques diferenciados, con piezas extraídas de algunas de sus últimas grabaciones. Bajo el título de La música de las reinas Tudor, la primera parte estuvo protagonizada por música para las reinas Catalina de Aragón y Anne Boleyn, con un primer bloque dedicado al llamado Cancionero del espía, que no es otro que el Ms Royal 8 G VII, conservado en la British Library, un hermoso y fantástico libro de coro recopilado en el taller de quien fue uno de los mejores copistas de todo el renacimiento, Petrus Alamire. Una breve selección de cinco piezas a cuatro partes, de autores franco-flamencos de la importancia de Jean Mouton (c. 1459-1522), Pierre de la Rue (c. 1452-1518), Josquin des Prez (c. 1450-1521), Antoine de Févin (c. 1470-1511/12) y un anónimo, dieron buena cuenta de la cercanía que el conjunto británico tiene con la polifonía franco-flamenco. Especial mención merecen momentos como el Celeste beneficium [Mouton], Dulces exuviæ [Josquin] o Egregie Christi martir Christophore [Févin]. En mi opinión, Alamire es el conjunto de las islas que guarda una mejor relación técnica/expresividad con ese repertorio, que requiere precisamente de una carga expresiva y a veces casi emocional de notable presencia. Del conocido como Cancionero de Anne Boleyn [Ms 1070, Royal College of Music], otra magnífica recopilación de música polifónica franco-flamenca, además de obras a solo con acompañamiento de laúd, se seleccionaron otras cinco piezas, una del propio Mouton, otra de Antoine Brumel (c. 1460-1512/13) y tres anónimos. Momentos especialmente logrados fueron In illo tempore [Mouton], Sicut lilium inter spinas [Brumel] o Maria Magdalena et altera Maria.

   La segunda parte estuvo dedicada por completo al Renacimiento inglés, con sus dos cabezas visibles de mayor importancia en la historia: Thomas Tallis (c. 1505-1585) y William Byrd (c. 1540-1623). Del primero, dos de sus obras más célebres In manus tuas, Domine y O nata lux, ambas a 5 y obras de una exquisitez apabullante. Del segundo, en mi opinión el más brillante compositor inglés de la historia, tres magníficas piezas: Emendemus in melius y Peccantem me quotidie, ambas a 5, y Tribue Domine a 6, uno de los más grandes y fantásticos motetes de todo el Renacimiento europeo. La música británica está realmente apegada a Alamire, precisamente por ser británica y porque su escritura se adecúa especialmente bien a la manera de aproximarse a ella que tienen los conjuntos ingleses.

   Alamire estuve compuesto para la ocasión por cinco cantores: Kirsty Hopkins, Catherine King, Steven Harrold, Simon Wall y Robert Macdonald. Sin duda, las condiciones técnicas de todos y cada uno de ellos son apabullantes, como así lo hicieron valer de principio a fin, a pesar del calor considerable que podía pasarles factura y del hecho de cantar al aire libre, que no es siempre tan cómodo como hacerlo en un lugar cerrado. A pesar de todo, la solvencia y capacidad del conjunto es absolutamente monumental. Sorprende ver la facilidad con la que fluyen sus voces y esa sensación de que todo está absolutamente bajo control a pesar de la complejidad de las obras, algunas realmente notable. La soprano Hopkins es una de esas voces de gran limpidez y luminosidad, con una capacidad magnífica para el agudo y una afinación fascinante. King fue quizá la cantante de menor adecuación al conjunto, probablemente porque es la única no habitual del mismo –de hecho era su primera actuación con Alamire–; su línea se perdía con relativa facilidad entre la polifonía, tuvo algunos problemas para empastar con Hopkins en las piezas en las que cantaban la misma línea y presentó los mayores desajustes. Magníficos los dos tenores del conjunto, Harrold y Wall, dos de esas voces de tenor típicamente inglesas, con gran facilidad en el registro agudo, con una emisión poderosa, muy dúctil y con un color realmente bello. Fuera de toda duda es la capcidad de Macdonald, uno de los bajos más importantes de las últimas décadas en el canto de conjunto del Reino Unido, quien ayer demostró una vez más el porqué de su posición. Es un bajo tremendamente poderoso, con un timbre carnoso, extraordinaria afinación y que es capaz de mantener sobre su línea toda la arquitectura vocal de cualquier ensemble; es sin duda uno de esos cantores que apabulla e impacta escuchar en directo. Para la última de las piezas, a 6, se contó con la presencia de Rupert Damerell, el músico británico establecido en España desde hace años y cabeza visible de Zenobia Música. Gran actuación en la quinta de las voces por su parte, con una fantástica capacidad de adecuarse el conjunto y una línea de canto elegante y precisa, que en absoluto estuvo fuera de sitio en relación al resto de cantantes, lo cual presenta un enorme mérito.

   David Skinner es una de las figuras de mayor importancia en el repertorio polifónico del Renacimiento en la actualidad, especialmente en el repertorio británico, del que es un extraordinario investigador. Como director, sin duda su función al frente de Alamire se encuentra entre sus hitos vitales, sabiendo llevar al conjunto, en apenas once años, al primer nivel entre los conjuntos vocales de todo el mundo. Actualmente, diría que están entre los tres mejores conjunto del Reino Unido, lo que es decir mucho. Skinner es un director siempre atento al detalle, pero que por otro lado deja hacer, y mucho, a sus cantores, sabedor de que cuenta con una materia prima fuera de lo común. Sin duda, ante cantores así no hace falta hacer mucho, lo que probablemente no simplifique, sino todo lo contrario, el ponerse al frente de un conjunto de estas características. Sin embargo, Skinner ha logrado establecer bien su posición y engrandecer al grupo, y a sí mismo con ello.

   Como recompensa ante los poderosos aplausos de los asistentes, Alamire ofreció la magnífica pieza O Lord, make thy servant Elizabeth a 6, del propio Byrd, que contó con la presencia de los seis cantores, además del añadido de Skinner, en una magnífica despedida de un concierto de primer nivel, de los que no es común poder presenciar en España con un repertorio como ese.

   La nota negativa la puso el público asistente, que sin duda tiene el infausto honor de encontrarse entre los más ruidosos y molestos de cuantos haya padecido en mi vida. El festival de móviles –todo tipo de tonos, sonidos y efectos–, envoltorios de caramelos y alimentos varios, molestos niños, murmullos, fotos y trasiego constante resultó absolutamente desquiciante. Es una lástima que gente que no está preparada, en absoluto, para un concierto de este calibre, enturbié el disfrute de intérpretes y público interesado y sensible –que también lo hay, faltaría más–. Especialmente molesta la capacidad para el aplauso ruado y presto, incluso cuando la música aún está sonando. En fin, una vez más vuelvo a invitar a la reflexión sobre la gratuidad de los espectáculos musicales. A pesar de todo, creo que hay que felicitar a organizadores y al magnífico conjunto británico, por una velada de primer orden mundial.

Fotografía: Eric Richmond.

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