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Crítica: Andrés Salado dirige 'El barbero de Sevilla' de Rossini en Mallorca

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Autor: Eugenia Gallego Cañellas
16 de mayo de 2016

CON UN NUEVO ESPÍRITU

Por Eugenia Gallego Cañellas
Palma de Mallorca. 11/V/16. Teatre Principal de Palma. XXX Temporada de Ópera. Il barbiere di Siviglia. Opera bufa en dos actos de G. Rossini. Solistas: Manel Esteve (Figaro), Daniele Zanfardino (Conde de Almaviva), Carol García (Rosina), Miguel Sola (Don Bartolo), Marco Vinco (Don Basilio), Yolanda Riera (Berta), Jorge Arbarza (Fiorello). Andrés Salado (Dirección). Coro del Teatro Principal de Palma y Orquesta Sinfónica de Baleares.

   Tras los éxitos obtenidos esta temporada con una Salome histórica y unas funciones de La traviata que colgó el cartel de entradas agotadas, el Teatre Principal de Palma sigue con la celebración de su XXX Temporada de Ópera coincidiendo, además, con un cambio de gerencia en la institución. Il barbiere di Siviglia, representada en cuarto lugar entre los seis títulos programados, es una reposición de la propuesta escénica que pudimos apreciar durante la temporada pasada y que recibió el premio al mejor montaje escénico de la Associació d'Amics de l'Òpera del Principal 2015, en esta ocasión con reparto renovado. Es destacable mencionar el escaso presupuesto con el que cuenta el coliseo palmesano, siendo un verdadero reto para la dirección artística ofrecer óperas de calidad con presupuesto reducido, objetivo que de momento se cumple de manera más que satisfactoria.

   Como es bien sabido, Il barbiere di Siviglia de Rossini, con libreto en lengua italiana de Cesare Sterbini y basada en una comedia de Pierre Augustin Caron de Beaumarchais, está considerada como una de las grandes óperas bufas del repertorio belcantista.

   En este caso, la directora de escena Eugenia Corbacho sitúa la trama escénica entre los años 60 y 70, en un entorno donde el componente folklórico es sustituido por reminiscencias vintage y referencias humorísticas a personajes como Elwis Presley o John Travolta. Con esta propuesta, los personajes adquieren una psicología mucho más moderna y se subrayan las ironías adyacentes en la partitura, dando lugar a un espíritu completamente nuevo. La propuesta de Corbacho consigue que el público se abstraiga perdiéndose dentro la trama mediante un trabajo profundo y minucioso.

   Es destacable el uso de figurantes, a caballo entre la interpretación y el baile, que ayudan a resaltar los diversos guiños que aparecen y que proporcionan, además, sensación de dinamismo al seguir dibujando las historias planteadas incluso durante las arias de los diversos protagonistas. El escenario da la impresión de estar siempre en movimiento, con elementos que aparecen y desaparecen con rapidez, destacando un juego de luces muy elaborado, donde los cromatismos cobran relevancia mediante contrastes entre blancos y colores de gran viveza. Destacable también el uso de focos directos que evogan a las salas de fiesta de los 70. Magnífica la escena final de la ópera por la dicotomía entre simpleza inicial y fuerza final, donde al principio se nos muestra el espacio escénico iluminado exclusivamente con linternas y los personajes adquieren roles escénicos evocando a Toni Manero o al musical Grease, para acabar la ópera simulando una gran fiesta en una discoteca vintage.

   En cuanto a la dirección musical, el maestro Andrés Salado hizo gala de una batuta vigorosa, sin dudas, mostrando un ritmo dinámico durante toda la representación. El titular condujo a la Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares consiguiendo cohesión sonora y un sonido compacto. Es destacable su trabajo en los detalles teatrales ayudando desde la batuta a que el ritmo escénico brillara.

   Manel Esteve, en la piel de Figaro, mostró un buen hacer tanto vocal como actoral. El timbre destacó de manera especial en los medios, amplios, encubriendo bien la emisión. Su actuación fue muy aplaudida por el público asistente arrancando sonoros bravos desde patio de butacas especialmente al final de la representación. El tenor ligero Daniele Zanfardino interpretó a un Conde de Almaviva seguro y con ductilidad, sin excesiva potencia, con una interpretación correcta. El personaje de Rosina fue encarnado por Carol García que hizo gala de una buena proyección, ductilidad, así como de un color vocal cálido especialmente en los medios y graves. Miquel Sola, veterano en la escena lírica, mostró gran inteligencia en su actuación transformándose en un Don Bartolo divertido y carismático. A su vez, Don Basilio fue interpretado por un gran Marco Vinci cuya Calumnia también fue celebrada desde el patio de butacas. Destacables también los papeles de Berta interpretada por Yolanda Riera y Fiorello interpretado por Jorge Abarza, ambos precisos y más que correctos. Mención especial para el coro masculino que se mostró seguro y cohesionado en sus intervenciones.

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