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CRÍTICA: DAVID AFKHAM DIRIGE OBRAS DE SCHÖNBERG, WAGNER Y LA 'PRIMERA SINFONÍA' DE MAHLER, AL FRENTE DE LA ORQUESTA NACIONAL DE ESPAÑA. Por Raúl Chamorro

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Autor: Raúl Chamorro Mena
14 de enero de 2013
Foto: Chris Christodoulou
PUERTA GRANDE PARA DAVID AFKHAM

Auditorio Nacional de Música de Madrid. Concierto OCNE. 10-1-2014. Obras de Schönberg, Wagner y Mahler. Nathalie Stutzmann, solista. Orquesta Nacional de España. Director: David Afkham.

   Gran expectación la de este concierto por cuanto suponía el primero de David Afkham después de su nombramiento oficial como titular de la Orquesta Nacional de España y con ello el comienzo de una nueva era, que se prevé próspera y floreciente para la agrupación. El evento se saldó con un nuevo e incontestable éxito que confirma el gran acierto que supone la titularidad de Afkham (efectiva a partir de la próxima temporada), un maestro que con apenas 30 años sorprende por su madurez, mando, elegancia, dominio y empaque musical.

   El concierto comenzó con las Cinco piezas para orquesta de Arnold Schöenberg, obra que pertenece a la época de "libre tonalidad" del autor y en las que Afkham consiguió una interpretación equilibrada, diáfana y de gran exactitud en la exposición de los subyugantes timbres, sonoridades y colores orquestales. Apenas se notó que se trata de un repertorio poco habitual en la Orquesta Nacional. A pesar de ello, la dificultad, cierta aridez, tensión e inestabilidad armónica, así como escasa popularidad de esta composición (especialmente comparada con las otras dos obras del programa), provocaron que no terminara de llegar al público, que aplaudió pero sin especial entusiasmo, lo que había sido una meritoria recreación.
   Notable, asimismo, fue la prestación orquestal en los magníficos Wesendonck Lieder de Richard Wagner en instrumentación para contralto y orquesta de cámara a cargo de Hans Werner Henze. Una traducción detallista, cuidada y refinada con unas apreciables dinámicas en la cuerda, si bien pudo faltar un punto de emoción y de envolvente lirismo a lo que no favorece la versión camerística elegida. Nathalie Stutzmann se anuncia como contralto y la cantante ha pretendido fabricarse una voz de tal. Lo que se escucha es un sonido totalmente falseado, pobretón, gutural, entubado y opaco, de muy limitado caudal y penetración tímbrica, sin rastro de metal y al que le vino muy bien la versión para orquesta de cámara elegida. A la intérprete francesa no se la puede discutir su musicalidad y cuadratura, pero con ese centro abombado, falseado, oscurecido artificialmente, mate y escasamente dúctil, le es imposible la mínima modulación o regulación dinámica, teniendo como consecuencia una inmisericorde monotonía y un rosario de notas fijas y apoyadas en la nada. Otro de esos casos de cantante de filiación barroca con la (no) técnica equivocada y que sorprendentemente cautiva en ciertos sectores.
   A pesar de las acusaciones de irregularidad, desequilibrio o de caer en algún exceso, la Sinfonía nº 1 "Titán" de Mahler es una obra paradigmática y emblemática del repertorio sinfónico. Una obra vibrante y de un hechizo irresistible que fue servida en todo su esplendor y espectacularidad por la una Orquesta Nacional que rayó a gran nivel bajo la batuta de Afkham. Con gesto claro y firme, junto a una elegancia innata, construyó con una sabiduría sorprendente en un músico tan joven, el primer movimiento que condujo a un magnífico y subyugante clímax. Estupendo el sentido del ritmo y del rubato en el segundo movimiento, así como su pulimiento y transparencia instrumental. El tercer movimiento, marcha fúnebre al estilo Callot, que fue estupendamente introducido por el contrabajo solista, contrastó perfectamente la expresión luctuosa con los elementos burlescos y dio paso a un brillantísimo último en el que Afkham llevó con buen pulso la progresión dramática hasta el espectacular final con una poderosa y brillante prestación de los metales (las trompas se pusieron de pié al final como está mandado), que sonaron en todo momento empastados con el resto de la agrupación que rindió a un alto nivel. Una cuerda compacta, sedosa y dúctil que ofreció magnificos pianisimos, así como unas maderas siempre afinadas y precisas. Se le podría pedir a la interpretación de Afkham una mayor profundidad, una mayor punta de tensión, pero eso, es de esperar, llegará con los años. Se suele decir que es a partir de los 60 años cuando un director musical adquiere su madurez y plenitud interpretativa. De momento, con apenas 30 el músico nacido en Friburgo alcanza un nivel de mando, energía, talento musical y motivación de los músicos de la Orquesta Nacional, que permite albergar a los melómanos una muy justificada ilusión de cara a su titularidad al frente de la OCNE.  

   Clamoroso el éxito con "Bravos!" y ovaciones a Afkham y todas las secciones de la orquesta.
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