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Crítica: Ignacio Prego pone fin al VIII Festival Internacional de Música Antigua de Soto del Real

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Autor: Mario Guada
1 de agosto de 2016

El clavecinista español brindó un inmejorable final a un festival que se ha convertido ya en una referencia nacional en el ámbito de la música antigua.

MÚSICA EN ESTADO PURO, A DOS TECLADOS

  Por Mario Guada
Soto del Real (Madrid). 30/VII/2016 | 20:30. Iglesia de la Inmaculada Concepción. VIII Internacional de Música Antigua de Soto del Real. Entrada gratuita. Obras de Johann Sebastian Bah, Henry Purcell y Johann Jacob Froberger. Ignacio Prego.

   Se cerraba esta octava edición del Festival Internacional de Música Antigua de Soto del Real, con una de las figuras más importantes –no solo ya a nivel nacional, sino del panorama mundial actual– de la interpretación clavecinística: Ignacio Prego. Se trató sin duda de una ocasión especial por varios motivos. Primero, porque el nombre de Prego y el de Bach están casi indisolublemente unidos desde hace años. Segundo, porque interpretaba tres de las suites francesas, esas que en su grabación para Cantus Records –recordemos que José Carlos Cabello, creador y artífice del sello español, es a la sazón director artístico de este festival– le han reportado tantos éxitos a nivel mundial. Tercero, porque poner punto final a un festival es siempre un momento especial. Cuarto, porque hacerlo al final de una lista de intérpretes del calibre de los que han copado este año el improvisado escenario de la sede del festival –Raquel Andueza y Jesús Fernández, Eloqventia, Sara Águeda y Javier Nuñez, entre otros–, supone un honor y una responsabilidad más que notables. Pues bien, todo ello consiguió elevar a la velada a uno de esos momentos magníficos de los que no hay tantos como parece dentro del panorama musical de los festivales de verano en este país.

   Prego se presentó ante el público que abarrotaba la Iglesia de la Inmaculada Concepción, de la pequeña localidad madrileña, con una selección de Die Französischen Suiten [Suites Francesas], que fueron compuestas por Johann Sebastian Bach (1685-1750) probablemente entre 1722 y 1725, período en el que se encontraba entre Köthen y su posterior traslado a Leipzig, y forman parte –junto a las llamadas Suites Inglesas– de una serie de suites para clave que nunca llegaron a publicarse durante su vida y de las que solo se conserva el manuscrito. Son obras que parecen concebirse para el aprendizaje del teclado, por lo que no encontramos en ellas una complejidad de líneas o armónica descomunal, pero sí una escritura siempre interesante, que tiene algo que aportar al lenguaje clavecinístico y que resultan, por encima de todo, tremendamente idiomáticas. El apelativo de francesas –no original, sino utilizado posteriormente para describirlas– hace alusión a su carácter, al lenguaje compositivo empleado por Bach en este serie de seis composiciones que suponen un extraordinario ejemplo de la inmensa capacidad del compositor alemán para plasmar, en este caso, lo mejor de la música francesa, pasado todo ello por el tamiz del genio de Eisenach y por su incontenible capacidad creadora. Compuestas entre las suites llamadas inglesas y las partitas, pueden carecer de la complejidad estructural y de la escritura contrapuntística que se encuentra en las inglesas, pero nos muestran una cercanía interesante a la escritura galante que las hacen tremendamente características y que muestran a un Bach fascinante. Hay aquí un equilibrio en cierta manera más ligero –mejor decir no tan denso–, con una mayor atención a la danza y una dualidad fantástica entre la visión más puramente melódica y la rítmica.

   Precisamente en este tesoro que es la mezcla de lenguajes reside su principal complejidad y lo que las hace un tour de force para los intérpretes. Al contrario de lo que sucede con la música para teclado de los franceses del XVIII o la de algunos italianos del XVII, quienes explicitaban con meridiana claridad cómo querían que se interpretase su música en cuanto a los ornamentos, la obra de Bach está exenta de ello en este sentido, puesto que el Kantor nunca teorizó sobre el asunto, aunque si es bien cierto que en algunas de sus obras escribió algunos de los ornamentos que debían ejecutarse e incluso escribió unas tablas que explicaban qué quería expresar cada ornamentación, pero sin embargo no indicó en qué pasajes o momentos debían utilizarse unas u otras. En estas suites hay ya algo de esta ornamentación escrita, y aunque no resulta una información muy exhaustiva, sí ayuda a la hora de transitar por tan peligroso terreno. Esto las hace más complejas en cuanto a su interpretación.

   Prego interpretó tres de ellas: las números 4, 2 y 5 –en este orden–, que alternó con dos suites más de dos autores diversos, para dar color y dar un toque distinto entre cada una de las suites bachianas. De Henry Purcell (1659-1695), el gran compositor inglés del Barroco, interpretó la exquisita y breve joya que es su Suite n.º 1 en Sol mayor, Z 660. Las piezas para teclado de Purcell son de una elegancia y una delicadez fascinantes, suponiendo grandes ejemplos de la escritura para tecla en la Inglaterra del XVII, que a pesar de quizá no tener tanta importancia hoy día como su música vocal, o ni siquiera de música para consort de violas, por ejemplo, está a un nivel realmente elevado, y es de agradecer que haya intérpretes que aún la consideren digna de codearse en un programa con el propio Bach. El tercero de los autores del programa fue Johann Jacob Frobeger (1616-1697), uno de los grandes maestros alemán alemanes de la era prebachiana. La Partita n. 2 en Re menor, FbWV 602, es un ejemplo de la increíble calidad de su escritura. Cuatro movimientos repletos de una hondura y una magnífica mixtura entre el lenguaje alemán y francés, que hacen de esta una obra de una calidad y belleza perfectamente comparable a la de cualquiera de los grandes compositores del período. Imposible no quedar absorto ante la extremada belleza de su Allemande inicial, la aparentemente despreocupada escritura de su Courant, la extraordinaria introspección de su Sarabande, y la brillantez de su Gigue final. Un momento absolutamente sublime.

   Prego está a un nivel descomunal. Se conjugan en él una gran facilidad técnica con una gran inteligencia artística. Cuando se le escucha interpretar Bach –que es por definición el dechado de complejidad y genialidad en el teclado– uno se da cuenta del nivel en el que se encuentra su interpretación a nivel mental: todo está tremendamente sopesado, cada nota, cada frase… Prego muestra tener una capacidad para introducirse en la música que no está al alcance de muchos. Es fascinante ver cómo consigue el equilibrio permanente entre la intrincada escritura contrapuntística de muchos de los pasajes bachianos, al igual que lo es comprobar su facilidad para balancear y mantener siempre la fluidez en el discurso, incluso cuando Bach complejiza hasta el extremo la escritura rítmica, manteniendo una línea con un sentido rítmico concreto, mientras el bajo ha de realizar una línea que a veces no encaja deliberadamente con la superior, por ejemplo. Prego minimiza mucho los riesgos, dotando de una naturalidad pasmosa a los pasajes. Sus ornamentaciones en las repeticiones son delicadas, aportan en su punto justo un toque de variedad, pero sin resultar ajenas al discurso, ni excesivas –algo que a veces puede suceder con gran facilidad–.

   Como regalo a la rendida ovación del público allí presente, Prego ofreció dos breves piezas: una Pavana con sus glosas, del gran Antonio de Cabezón –uno de los autores predilectos del intérprete– y una nueva piececita de Bach, extraída de su Notenbüchlein für Anna Magdalena Bach. Un cierre fabuloso para un recital de primer nivel, en el que los teclados del fantástico instrumento construído por Rafael Marijuán, sobre un Joannes Ruckers de 1616, hicieron apúblico conmoverse, admirarse y sorprenderse hasta el extremo.

   Cabe felicitar efusivamente a Cabello y al Ayuntamiento de Soto del Real por llevar ocho ediciones aportando una vida musical tan rica a la localidad, pero también a la Comunidad de Madrid, consiguiendo conformar un festival de verano digno de llevar con orgullo su nombre. Las próximas ediciones parecen aseguradas, e incluso este otoño el festival tendrá una extensión con tres conciertos más, los cuales se esperan con enormes expectativas.

Fotografía: ignacioprego.com

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