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CRÍTICA: KHATIA BUNIATISHVILI Y TUGAN SOKHIEV CON LA ORQUESTA DE TOULOUSE EN EL AUDITORIO NACIONAL

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Autor: Gonzalo Lahoz
16 de febrero de 2014

La pianista participa en el ciclo de la Fundación Scherzo, bajo la dirección de Tugan Sokhiev 

INOCUA BELLEZA

Por Gonzalo Lahoz.
11/02/14. Madrid. Auditorio Nacional. Ciclo Fundación Scherzo. Obras de Beethoven, Grieg y Brahms. Khatia Buniatishvili, piano. Tugan Sohkiev, director. Orchestra du Capitole de Toulouse.


    Khatia Buniatishvili está lejos de poder regalar algo más que mero virtuosismo y límpido espectro sonoro en su interpretación del Concierto para piano en la menor de Edvard Grieg, que no es poco ciertamente y goza de una atinada digitación, si bien la profundización en el fraseo es poco más que banal, mal este que, es de esperar, irá solventando con el paso de los años. Mejor así que no al revés. Desde un comienzo hubo dos metas claras: procurar un sonido lo más aseado y diáfano posible, y una resolución técnica que pasaba por la aceleración del virtuosismo en una especie de demostración del “más difícil todavía”.   De esta manera se intercalaron momentos de gran e inocua belleza con otros de despliegue técnico que llegaron a desdibujar un tanto esa maravillosa narración del primer Allegro pero que se cerró con gran resolución en la cadencia y un segundo movimiento donde la belleza melódica siguió resultando plana para volver al fuego virtuosístico en el Allegro final. La cuestión es, ¿cabe acaso que la belleza sea inocua?

   Acompañó a la pianista georgiana Tugan Sokhiev, con gran maestría al frente de la Orchestre National du Capitole de Toulouse, siempre pendiente de la solista, arropándola mientras cuidaba de no hacer decaer el brillo de una cuerda siempre vibrante y unas maderas que mostraron lo mejor de sí mismas.
   Es curioso que Buniatishvili se decantara (una vez más) por el Precipitato de Prokofiev en la propina, para demostrar dónde están sus fueros, si bien quedó clara la influencia de esos dominios en su Grieg.

   La formación de Toulouse rayó a gran altura, siempre guiada por un inspirado Sokhiev, quien supo imprimir densidad y una gran riqueza en la paleta de colores a la Segunda sinfonía de Johannes Brahms, así como unas contrastadas dinámicas, que por momentos impelieron a la orquesta a llevar un ritmo algo más acelerado que el marcado en la partitura, en el que finalmente el balance fue positivo, habida cuenta del cuidado en los detalles del director de Ossetia, quien prestó atención  a marcar un lirismo desbordante en un primer movimiento donde no obvió la influencia del wiegenlied,  así como a un detallado contrapunto a lo largo de toda la partitura, que, precedida de la Obertura Egmont beethoviana al abrir la noche, llenaron de color el Auditorio Nacional a través de las siempre enérgicas lecturas de Sokhiev, quien a sus 37 años se ha posicionado como una de las más prometedoras batutas provenientes del Este en los últimos tiempos.
   Para cerrar la noche y como muestra de su vinculación a la ópera, se escuchó como propina la Obertura de Le nozze di Figaro mozartianas.

Foto: Esther Haase

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