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Crítica: La Guirlande ofrece un magnífico Bach en el Arte Sacro

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Autor: Mario Guada
7 de marzo de 2017

El conjunto de cámara español estrenó formación con un magnífico monográfico dedicado a Bach, en el que se puso de manifiesto su excepcional nivel.

...Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO

   Por Mario Guada | @elcriticorn.
Madrid. 06-III-2017 | 20:30. Iglesia de San Marcos. XXVII Festival Internacional de Arte Sacro. Entrada gratuita. Música de Johann Sebastian Bach. La Guirlande.

   Continua el XVII Festival Internacional de Arte Sacro con su andadura en la presente edición, en esta ocasión con uno de los conciertos de mayor impacto que recuerdo en los últimos tiempos de un conjunto historicista casi completamente español. Y es que hacer música de Johann Sebastian Bach (1685-1750) supone siempre un reto para cualquier intérprete, incluso para los más avezados. A ello hay que sumarle la creencia, bastante extendida, de que su música está por encima de las posibilidades de los intérpretes españoles. Creo que el presente concierto es un ejemplo palmario de que, con rigor, criterio y savoir faire, la inmensa música del Kantor no es ajena a las posibilidades técnicas, expresivas y retóricas de todo ensemble nacional. Se presentaba La Guirlande en esta edición del Arte Sacro para mostrar al público, y estrenar formación, este magnífico programa titulado inteligentemente En el nombre del Padre. La iglesia de San Marcos –obra del gran arquitecto Ventura Rodríguez– sí ha resultado, al fin, una magnífica elección acústica para el repertorio interpretado. Su única planta, compuesta por cinco elipses sucesivas, consigue amplificar, pero también recoger la sonoridad de los instrumentos, de manera que los proyecta pero sin mezclar en exceso las líneas, lo cual es de agradecer en un repertorio con tanto y tan exquisito contrapunto.

   Compuesto por cinco obras de máxima exigencia, el programa se abrió con la fantástica Triosonata para traverso, violín y continuo en Sol mayor BWV 1038, la célebre sonata en scordatura que es, junto a la quinta de las suites para violonchelo solo, probablemente la única obra para cuerda con esta configuración de afinación. Es una obra de singular belleza, cuya línea de bajo guarda bastantes similitudes con BWV 1021 y es idéntica a BWV 1022, dos de sus sonatas para violín y continuo. Me sorprendió muchísimo este arranque, por la magnífica sonoridad y el equilibrio conseguido. Hace pocos días había tenido la oportunidad de escucharla en un cuarteto de lujo –con Tur, Kossenko, Testori y Weiss, en el CNDM–, y en esta ocasión, poco o nada tuvo que envidiar la interpetación a aquella otra, lo que dice mucho de este conjunto. Le siguió una magnífica obra para clave solo, el Preludio, Fuga y Allegro en Mi bemol mayor BWV 998, cuya estructura le da, per se, genialidad y un halo de unicidad que la convierten en una obra muy especial –es la única obra de Bach que introduce un Allegro extra a un Preludio y Fuga–. Impresionante, por su carácter estático y su enorme belleza, el Preludio inicial, al que sigue una fuga con un tema calmado, que presenta una sección central más movida, en la que la repetición de notas en figuraciones breves le aporta una sonoridad fascinante; se cierra con un Allegro magistral, sutil mezcla de lo italiano y lo alemán. Es una obra muy interpretada tanto por clavecinistas como por laudistas, ya que parece fue concebida para ese híbrido clave-laúd de la época, del que hoy nada se sabe. Para concluir la primera parte, una de las seis sonatas para violín y clave obligado, compuesto en 1717, en su período como músico de la corte en Köthen. Se trata de la sonata en Do menor BWV 1017, cuyo Siciliano inicial destila una hermosura descomunal. Es un ejemplo de refinamiento y complejidad a partes iguales, además de una escritura que iguala –como no podía ser de otra forma– a las partes, como luego heredarán y desarrollarán los Mozart, Beethoven y otros autores posteriores.

   La segunda parte se abrió con una de las sonatas para traverso o flauta de pico y continuo, del mismo año y período que las sonatas violinísticas, dechado de agilidad, escritura en cierta manera idiomática y de genialidad la de esta sonata Mi menor BWV 1034. Solo alguien como Bach es capaz de desarrollar, en un corpus instrumental único, obras de este calibre para instrumentos tan distintos. Es curioso comprobar como la mayoría de las obras que han quedado como auténtica piedra de toque para diferentes instrumentos [e.g.: violín, violonchelo, traverso, laúd, clave, órgano…] son siempre del genio de Eisenach. Concluyó el recital como se inició, con una sonata en trío, esta vez la Triosonata para traverso, violín y continuo en Do menor, incluida en la célebre Musikalische Opfer BWV 1079, y que contiene tantos trazos del genial y cromático Tema regio. Un programa realmente complejo, en el que poder mostrar lo mejor de cada instrumento, así como el impecable y modélico desarrollo del continuo, que solo alguien como Bach es capaz de elaborar. Me fascina especialmente en sus obras para teclado solo, pero también en las que el clave acompaña, seguir esa línea de la mano izquierda, muchas veces interrumpida y entremezclada con las líneas altas, pero que siempre desarrolla un discurso tan característico y fascinante.

   La interpretación de La Guirlande resultó tan sorprendente como apabullante. Era la primera vez que tenía la posibilidad de escuchar a este conjunto, de reciente creación y con una media de edad entre sus integrantes escandalosamente joven para la calidad que atesoran. La cabeza más visible del grupo es la de Luis Martínez, intérprete de traverso formado en la Schola Cantorum Basiliensis, que se encuentra, sin duda, entre los mejores exponentes del instrumento en este país. Es siempre un instrumento complejo, por su técnica, desde luego, pero más aún por la sonoridad, pues conseguir de ella la estabilidad necesaria para que el discurso fluya, más aun en obras tan complejas como estas, supone un gran reto. Estuvo brillante, tanto en lo técnico como en lo expresivo, sin alardes superficiales, sabiendo mantener su diálogo cuando la obra lo requiere y mostrando su virtuosismo en la sonata a solo. Sucede a menudo con el traverso que se ve empequeñecido en obras que comparte con el violín, por ejemplo, por eso la labor de Martínez, al hacerse valer de manera tan inteligente, pero manteniendo siempre su sitio, es digna de alabar. La otra cara más reconocible y unida al conjunto desde su inicio es la de Alfonso Sebastián, lo que es decir mucho. Pocos intérpretes hay en este país con el conocimiento que él atesora sobre la obra de Bach. Su profundo conocimiento, tanto desde el teclado –esto es, a solo y sosteniendo el continuo, punto clave para descifrar a Bach–, como desde la teoría es más que destacable, por lo que aporta siempre un punto extra al ensemble con el que colabora. Sus versiones son siempre refinadas, sutiles, repletas de inteligencia, con una carga retórica muy sustancial. Y qué decir de sus aportaciones a solo. Lo presenciado ayer, aun sufriendo las incomodidades de un  clave italiano de bella sonoridad, pero inadecuado por teclado y extensión para este repertorio, fue digno de los grandes clavecinistas a nivel mundial. Siempre me pregunto por qué no vemos a Sebastián copando los mejores escenarios de todo el mundo llevando su impecable Bach por bandera.

   El resto del conjunto lo completaron la violinista barroca australiana Lathika Vithanage y la violonchelista barroca española Ester Domingo. La primera fue para mí, sin duda, la gran revelación de la noche y una de las grandes sorpresas musicales de los últimos tiempos. Impresionante la ténica y la sonoridad extraída de su violín en cada momento. Descomunal su visión de la Triosonata BWV 1038, probablemente lo mejor de la velada, así como de la BWV 1079, y brillante en su sonata para violín y clave obligado. Descomunal la capacidad para conmover en el registro medio-grave, lo que demostró sobre todo en su sonata a solo. Su apariencia de fragilidad se contrapone con su solvencia extrema. Pocas veces he visto a un violinista fluir de manera tan natural y aparentemente sencilla interpretando a Bach. Es un placer verle, además, disfrutar de esa manera tan honesta, proyectándolo de manera tan obvia hacia fuera. A pesar de su juventud, la australiana colabora ya con algunos de los grandes conjuntos historicistas del planeta y su presencia se va incrementando exponencialmente en el panorama mundial, de lo cual hay que alegrarse. Por su parte, Domingo se mostró como una violonchelista muy capaz, sosteniendo sobre sí gran parte del discurso de las obras. Fue la parte más insegura en ciertos momentos –afinación en algunas dobles cuerdas y pasajes rítmicamente algo imprecisos–, pero supo mantener la tensión y establecerse durante gran parte del recital al altísimo nivel de sus compañeros, demostrando así que es una joven con enorme talento a la que habrá que seguir.

En definitiva, un concierto de gran nivel, tanto en lo musical –la música de Bach está siempre de toda duda– como en lo interpretativo. Una magnífica labor de trabajo conjunto, en la que se apreció trabajo serio y en profundidad, logrando que, a pesar de ser la primera aparición en concierto con esta formación, se ofreciese al público un espectáculo de primer nivel, sin nada que envidiar al de cualquier de los grandes ensembles del panorama. Desde luego, espero encontrarme con La Guirlande en lo sucesivo y en muchas ocasiones, porque creo que estamos ante un conjunto de una proyección descomunal, cuyo techo se encuentra todavía muy alto.

Fotografía: Facebook Romandela.

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