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[C]rítica: Oslo Philharmonic, Vasily Petrenko y Simon Trpcescki, doble cita en la temporada de Ibermúsica

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Autor: Raúl Chamorro Mena
1 de febrero de 2019

Segundas partes fueron buenas

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 30-I-2019. Auditorio Nacional. Temporada de Ibermúsica. Concierto para piano n.º 2, Op. 83, de Johannes Brahms; Sinfonía n.º 5, Op. 82, de Jean Sibelius.
Madrid. 31-I-2019. Auditorio Nacional. Temporada de Ibermúsica. Concierto para piano n.º 1, Op. 15, de Johannes Brahms; Scheherezade, Op. 35, de Nicolai Rimski-Korsakov.
Simon Trpceski, piano. Orquesta Filarmónica de Oslo. Vasily Petrenko, dirección.

   Al contrario de lo que predica el rico refranero español, en los dos conciertos ofrecidos en el ciclo Ibermúsica por Oslo Philharmonic –dentro de la celebración del centenario de su creación–, las segundas partes superaron claramente a las primeras. Ello se debió, fundamentalmente, a dos razones. Que Brahms no pareció el compositor más afín a la orquesta y su titular Vasily Petrenko y, sobre todo, a que el pianista macedonio Simon Tspceski no pasó de la discreción, además de dar la sensación de verse claramente superado (en cuanto a sonido y respaldo técnico) por los dos conciertos para piano del genial compositor nacido en Hamburgo.

   Entre el Concierto para piano número 1, de complicada gestación, pero principalmente basado en lo que iba a ser su Primera Sinfonía, y el Concierto para piano número 2, hay 22 años de diferencia, que se refleja en una mayor complejidad y una más elaborada construcción musical del segundo, que, además, se interpreta mucho más, pero no debe hacernos olvidar las calidades del primero y su mayor carga dramática, además de recoger los postulados del Quinto concierto de Beethoven, en cuanto al mayor protagonismo de la orquesta que deja de ser una mera acompañante del solista.

   Efectivamente, en esta integral de los conciertos para piano de Brahms, el día 30 se interpretó el segundo de ellos, una obra imponente en la que el piano solista, que entra de manera inmediata, ha de enfrentarse a una orquestación rica y amplia, de construcción sinfónica, con una gran variedad de temas y participación destacada de otros solistas (como la trompa en el primer movimiento y el violonchelo en el tercero). Desde el primer ataque pudo apreciarse que el sonido de Trpceski no se imponía ni por caudal, ni por belleza, ni por colorido, ni por personalidad. Su articulación tampoco destacó por la nitidez, escuchándose ataques poco limpios y ciertas brusquedades. En cuanto al fraseo, alguna frase musical y bien torneada, se alternó con otras insustanciales, cuando no descuidadas. La sensación fue de estar ante un pianista que no podía ni por sonido, ni por técnica con la enorme exigencia de esta composición. En parecidas coordenadas transcurrió la intepretación del Concierto número 1 el día 31 (con la presencia de las cámaras de RTVE). La insuficiencia del sonido, pequeño, opaco, sin brillo ni armónicos, de Trpceski volvió a ser palmaria y eso que la dirección de Petrenko le cuidó con un sonido claro y más bien liviano. En el espléndido segundo movimiento, el pianista macedonio remató algunas frases y logró algún buen detalle, pero sin lograr, ni él ni la orquesta, ese clima trascendente del fragmento. Si el primer día, Trpceski, siempre entusiasta y extrovertido, anunció sus dos propinas («ola silenciosa» de un compositor noruego cuyo nombre no alcancé a escuchar –las toses son furibundas– y un vals de Chopin), la primera de ellas con dedicatoria a una amiga de La Coruña. El segundo día la destinataria de la propina (Aria de la Suite Holberg de Grieg) fue otra amiga, esta vez Londinense.

   En ambos casos el Brahms de Petrenko y la orquesta fue correctamente tocado, claro, ligero, pero falto de carácter y fuerza dramática. Estamos ante una buena orquesta, pero no más y en opinión del que suscribe no alcanzó el nivel de las dos orquestas escandinavas que visitaron Ibermúsica la pasada temporada: Radio de Finlandida y Filarmónica de Estocolmo. De todos modos, hubo importantes diferencias, no sólo interpretativas, también en cuanto al sonido orquestal, entre el Brahms de la primera parte de ambos conciertos y las obras de Sibelius y Rimski-Kórsakov que ocuparon los segundos capítulos. Petrenko demostró su asentada técnica, elegancia, capacidad para construir y diferenciar planos orquestales en la Quinta Sinfonía de Sibelius. Espléndida fue la transición del inicio lento al scherzo con el que termina el primer movimiento,que resultó brillante, muy buen resuelto. Petrenko, con mando y precisión, construyó clímax, elaboró crescendos orquestales y consiguió el máximo rendimiento de la orquesta, faltando un tanto de calor, de «abandono».

   Se discute si denominar Suite orquestal o poema sinfónico a  Scheherezade, lo que no hay duda es que estamos ante una fascinante sucesión de melodías inspiradísimas, que evocan misterio, exotismo, orientalismo, aventura…todas ellas engastadas como brillantes en un tapiz de caleidoscópico colorido orquestal.

   Hace poco más de un año en Ibermúsica disfrutamos una interpretación memorable a cargo de la Filarmónica de San Petersburgo. En esta ocasión, la ejecución de la orquesta de Oslo bajo la dirección de Petrenko fue notable, con la agrupación dando lo máximo (magníficas las maderas y buena labor de la concertino solista de violín, Elise Batnes), pero faltó ese «alma eslava» que en aquella ocasión llenó la sala. Vasily Petrenko nació en San Petersburgo, pero es un músico en el que predomina la técnica, la precisión, la claridad expositiva, capacidad analítica y de construcción, pero resulta un tanto severo, falto de energía, fantasía, arrebato y calidez.

   En el capítulo propinas, Petrenko y su orquesta ofrecieron el día 30 la danza húngara número 5 de Brahms, mismo encore interpretado por Nagano y Filarmónica de Hamburgo apenas una semana antes. En cuanto al día 31, Petrenko regaló La mañana de Peer Gynt de Grieg y Danza de los titiriteros de La doncella de la nieve de Rimsky-Korsakov. Ni que decir tiene, que la orquesta se sintió en su salsa tocando la música de su compatriota.

   Subrayar que el sonido de los móviles, desgraciadamente, volvió a hacer acto de presencia.

Fotografía: Oslo Philharmonic [Facebook].

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