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Crítica: Pascal Rogé interpreta a Debussy en la Fundación Juan March

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Autor: Mario Guada
10 de noviembre de 2016

El excepcional pianista francés brinda un memorable recital para inaugurar este ciclo que sin duda promete grandes momentos.

IMPRESIONISMO AL CUADRADO

   Por Mario Guada

09-XI-2016 | 19:30. Fundación Juan March. Sinestesias. Escuchar los colores, ver la música [Ciclo de miércoles]. Entrada gratuita. Obras de Claude Debussy. Pascal Rogé.

   De sin-1 y el gr. αἴσθησις aísthēsis 'sensación'.

1. f. Biol. Sensación secundaria o asociada que se produce en una parte del cuerpo a consecuencia de un estímulo aplicado en otra parte de él.
2. f. Psicol. Imagen o sensación subjetiva, propia de un sentido, determinada por otra sensación que afecta a un sentido diferente.
3. f. Ret. Unión de dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales, como en soledad sonora o en verde chillón.

   Así se define en el DRAE el fenómeno de la sinestesia, al que la Fundación Juan March ha dedicado uno de sus ciclos de miércoles, bajo el título Sinestesias. Escuchar los colores, ver la música. El concierto inaugural del ciclo contó con la presencia del exquisito pianista francés Pascal Rogé para interpretar a Claude Debussy (1862-1918), en un evento singular y de sumo interés, que abre un ciclo que se antoja prometedor. La premisa esencial sobre la que se sostiene dicho ciclo es la interdisciplinariedad entre las artes, esto es, posibilitar al público la asistencia a un espectáculo multisensorial, el que la escucha del concierto sea combinada con efectos visuales o bien proyecciones de obras de arte. Si bien este fundamento básico no es puramente original –ya se ha hecho con anterioridad–, sí lo es más desde el punto de vista del fenómeno de la sinestesia, al menos desde la óptica de plantear las relaciones que los propios artistas tenían con el arte, los colores y demás elementos.

   El propio Debussy –al que se cree un sinésteta o sinestésico– tenía una relación interesante con la música y el medio que le rodeaba, lo que queda patente en algunas de sus palabras: La música está por todas partes. No está encerrada en los libros. Está en los bosques, en los ríos y en el aire. O bien esta otra: Solo la música tiene el poder de evocar a su voluntad los paisajes inverosímiles, el mundo indudable y quimérico que se afana secretamente en la poesía misteriosa de las noches, en esos mil ruidos anónimos que producen las hojas acariciadas por los rayos de la luna. Queda patente, pues, la manera de concebir sus obras, de la misma manera que quedó claro en el concierto que nos ocupa. Las obras presentadas se extraen de tres de sus colecciones pianísticas de mayor importancia: Estampes [1903], Images [1904/1908] y sus 24 Préludes [1909/1912], las cuales se organizaron en torno a bloques temáticos con los que guardan cierta relación a nivel descriptivo, bajo los títulos Jardines y praderas, El viaje al sur, Marinas, Las estaciones, Escrito en el agua y Nocturnos. Muchas de las obras poseen –como era habitual en el compositor galo– títulos realmente pictóricos y evocadores: Les sons et les parfums tournent dans l'air du soir, Le vent dans la plaine, La cathédrale engloutie, Des pas sur la neige, Poissons d'or o Feux d'artifice, por poner algunos ejemplos. Por lo tanto, la selección de pinturas estuve dirigida a clarificar e imbuirse de manera directamente visual en las escenas, paisajes y emociones descritas musicalmente por Debussy. Así, transitaron durante el recital autores del amplio concepto del impresionismo artístico, como Claude Monet –el más representado–, Pierre-Auguste Renoir,  Joaquín Sorolla, Théo van Rysselberghe, Henri-Edmond Cross, Alfred Sisley, Childe Hassam, František Kupka, Félix Valloton y Edward Middleton Manigualt.

   Si bien la idea resultó de interés y consiguió en parte su cometido, queda la impresión de que el trabajo pudo haberse refinado y, haciendo uso de los poderosos avances tecnológicos, ahondar en algunos detalles de los cuadros mediante ampliaciones o quizá añadiendo algunos elementos de mayor dinamismo por medio de un elemento visual más elaborado, que excediese la mera exposición de un cuadro para ilustrar cada pieza. La selección de los cuadros, realizada expresamente por Juan Manuel Viana –autor además de las excelentes introducción y notas críticas del ciclo– resultó, por otro lado, fantástica y absolutamente acertada. Si bien es cierto que no me provoca mucho interés en lo artístico el movimiento impresionista, la velada me descubrió algunos artistas y cuadros realmente fascinantes; quedan para mí recuerdo Les barques de Monet, La neige à Louveciennes de Sisley, Clair de lune de Valloton y The Rocket de Manigault –ya en una estética más fauvista que impresionista–.

   El apartado musical fue, sin duda, lo mejor de la noche. La música de Debussy se muestra siempre magnífica en su concepción pianística. No en vano, está considero uno de los compositores para el instrumento más fascinantes del siglo XX. El llamado impresionismo parisino es a todas luces una corriente estética realmente asombrosa, que depara momentos de exquisitez y elegancia superlativos. La obra de Debussy es siempre delicada, luminosa, abierta, refulgente, dinámica, argéntea, ensoñadora, pero también plúmbea, crepuscular, abrumadora, intimista, estática, sutil, introspectiva y tremendamente emocional. De igual manera refleja un paisaje onírico de forma extrovertida y plenamente expuesta, por medio de sus magníficas secuencias de arpegios, escalas, acordes complejizados con añadidos e inversiones; que pinta una noche que evoca sentimientos antagónicos, por medio de su armonía construida por quintas paralelas, su retorno al sistema modal, sus múltiples escalas, la superposición de tonalidades o sus melodías a medio camino entre la neblina y el arabesco.

   Sin duda, pocos intérpretes actuales hay tan dotados para la interpretación debussyniana que Pascal Rogé, uno de los grandes representantes del piano francés a lo largo del siglo XX, del que es un consumado especialista merced a sus soberbias lecturas de autores como Maurice Ravel, Erik Satie, Francis Poulenc, Camille Saint-Saëns o Gabriel Fauré. La lección ofrecida por Rogé fue descomunal de principio a fin. Imbuido en su teclado, sin apoyo de partituras y encorvado sobre el instrumento, el pianista francés mostró una solvencia técnica total, un conocimiento hasta el más mínimo detalle de la obra de Debussy y del lenguaje francés del momento –no obstante ha grabado la integral pianística del autor, además de la de otros autores–, además de una capacidad expresiva realmente notable. No es un pianista efectista, pero tampoco busca recoger el sentimiento desde el endulzamiento de la melodía o la elección de un tempo más sosegado. Su versión del célebre Claire de lune, con un uso del rubato absolutamente apabullante, es probablemente la más exquisita que recuerdo haber oído.

   El resultado, una experiencia para el recuerdo, especialmente por la calidad musical e interpretativa, pero que en lo visual y sinestético pudo desarrollarse de una manera más elaborada. Aun con todo, en algunos momentos me descubrí intentando encontrar en los cuadros los elementos evocadores de Debussy, o intentando encontrar en este los elementos pictóricos de aquellos impresionistas.

Fotografía: pascalroge.net

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