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Crítica: Rattle dirige 'La damnation de Faust' de Berlioz con DiDonato, Tézier y Castronovo

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Autor: Alejandro Martínez
12 de abril de 2015

BENDITA CONDENACIÓN

Por Alejandro Martínez

Berlín. 11/04/2015. Philharmonie. Berlioz: La damnation de Faust. Charles Castronovo (Faust), Joyce DiDonato (Marguerite), Ludovic Tézier (Méphistophélès), Florian Boesch (Brander). Filarmónica de Berlín. Coro de la Radio de Berlín. Dirección musical: Sir Simon Rattle.

   Las dos representaciones de esta Damnation de Faust de Berlioz (en la imágen) en la Philharmonie de Berlín venían precedidas por el notable éxito de público y crítica que este mismo equipo de artistas había cosechado con esta partitura hace unos días en el Festival de Baden-Baden. Teníamos pues altas expectativas ante el concierto y estas quedaron ciertamente colmadas, si bien no es oro todo lo que reluce. Comenzando por el trabajo de Rattle, mucho más estimable, qué duda cabe, que su mediocre enfoque en torno al Rosenkavalier que comentábamos hace apenas unos días. Aquí Rattle se muestra mucho más desenvuelto y transmite una estima y un conocimiento de la partitura que son de agradecer. Acierta sobre todo con un enfoque detallista, en el que resalta la polifacética naturaleza de esta música, que pide ora un tono burlón, jocoso y desenfadado, ora un tono lírico, evocador y bucólico, junto a fragmentos más luciferinos, tremebundos y dramáticos. Rattle ilumina la partitura, pero adolece de un fraseo poco voluptuoso, escasamente caluroso y enfático. El resultado es un Berlioz concertado con primor, aunque acelerando y alborotando, casi al galope, algunos concertantes y finales de escena sin venir muy a cuento, desvirtuando un tanto la naturaleza original de la música por momentos. La Filarmónica de Berlín, por supuesto, es un lujo ante una partitura de tan rica y elaborada orquestación como la que propone Berlioz; es un verdadero espectáculo ver a esta orquesta ejecutando una música tan particular. Muy desenvuelto también el Coro de la Radio de Berlín en su prolongada y exigente intervención durante el concierto.

   Nada más lejos de nuestra intención que ensañarnos con la encantadora y carismática Joyce DiDonato, pero cuando alguien de su talla no resulta tan genial como su reputación pregona y anticipa, hay que hacerlo constar. Ella es por supuesto una intérprete carismática y musical y es evidente que ha trabajado la parte con ahínco, pero ni su material ni su técnica le permiten consumar una labor intachable. Y es que no da muestras de un control acabado y perfecto del sonido y la respiración, como delata el hecho de que a veces a su emisión le falte vibración (sonidos fijos) y a veces le sobre (vibrato acusado). Tampoco la afinación es impecable, la voz es corta en los extremos, no se despliega en el agudo y suena esforzada y fatigosa en el grave. Por color y caudal la suya no es tampoco una voz ideal para este repertorio y así le falta candor a su fraseo, sobre todo en la extensa  “D´amour l´ardente flamme”, que desgrana de forma un tanto anodina y caprichos. Lo cierto es que nos esperábamos encontrar aquí a una DiDonato mucho más entonada que en el pasado belcanto que mostró en el Liceo y la diferencia tampoco ha sido muy considerable.

   Charles Castronovo es un tenor irregular pero estimable, con una trayectoria ascendente en la que se dibujan ya compromisos de mayor entidad y nuevos papeles en el horizonte, como el Don José de Carmen. Este Faust ha sido, a decir verdad, lo mejor que le hemos escuchado, y a mucha distancia, con una voz fresca, en plena forma y con un trabajo muy meritorio de la partitura. Su voz de tenor lírico puro es más bien oscura, está apoyada un tanto en la nariz y se muestra levemente engolada, pero Castronovo es un intérprete entregado, con un fraseo ciertamente contrastado. Si bien recurre al falsete para resolver las notas más exigentes de la partitura, sobre todo en el dúo con DiDonato, su labor vocal tuvo muchos quilates en esta ocasión, muy lejos del irregular Alfredo de La traviata que le escuchamos no hace tanto en el Liceo. Su dicción en francés, por cierto, es sobresaliente.

   Nuestro estimado Ludovic Tézier, siempre elegante y , no es sin embargo la voz ideal para este Méphistophélès, que pide una voz de bajo-barítono comme il faut. Recordemos que la voz de Jose Van Dam se plegaba como un guante a esta partitura. Hoy en día si acaso instrumentos como los de Michael Volle o Bryn Terfel estarían más cerca del ideal que Tézier, que si bien domina el estilo con maestría y ejemplaridad, no atraviesa tampoco por su mejor momento vocal, con una emisión un tanto seca y esforzada, poco flexible y un algo insegura. Florian Boesch, con su corta intervención como Brander, cerveza en mano, muy teatral, remataba el cartel reunido para la ocasión, más prometedor sobre el papel que sobre las tablas, dicho sea de paso. En todo caso, y a pesar de todos los reparos apuntados, la representación funcionó muy bien. Había una indudable sensación de trabajo en equipo, una entrega evidente y quizá sólo quisquillosos como quien escribe tengan la tentación, reflexionando ahora con ustedes, de ver el vaso medio vacío cuando a decir verdad al cierre del concierto nos quedó la sensación de verlo medio lleno.

Fotos (procedentes de la interpretación en Baden-Baden): Monikka Rittershaus

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