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CRÍTICA: RECITAL DE SIMON KEENLYSIDE EN LA KONZERTHAUS DE VIENA. Por Silvia Pujalte

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Autor: Sílvia Pujalte
11 de diciembre de 2013
HACIENDO FÁCIL LO DIFÍCIL

Konzerthaus de Viena, 7 de diciembre de 2013. Simon Keenlyside, barítono. Graham Johnson, piano (sustituyendo a Malcolm Martineau)

   ¿Qué lleva a un aficionado a asistir a un recital de lied? El cantante, por supuesto. O el programa. O mejor aún, ambas cosas, y ese era el caso del recital de Simon Keenlyside en el Konzerthaus de Viena el pasado sábado 7 de diciembre. La segunda parte incluía canciones de Strauss, Schubert y Brahms, mientras que la primera, especialmente interesante por inusual, estaba dedicada a Britten y, por primera vez, a Eisler. Un programa complejo y exigente en manos de un cantante que siempre los prepara con rigor y seriedad.

   No sé hasta qué punto influye el pianista en la decisión de asistir al recital, pero sin duda es parte importante de lo que allí suceda, de ahí la inicial decepción cuando el viernes, el día anterior al recital, el Konzerthaus anunciaba que Malcolm Martineau no podría asistir por razones de salud. Felizmente, el auditorio anunciaba también que el gran Graham Johnson se había ofrecido a sustituirle evitando así la cancelación del recital. Poco tiempo debieron de tener los artistas para ensayar juntos pero, más allá de alguna pequeña imprecisión en las entradas, lo precipitado del cambio no tuvo ninguna consecuencia en lo musical y Graham Johnson brilló como suele hacerlo; no podemos por menos que agradecerle su generosidad y su buen trabajo.

  El recital empezó con Erwartung, el no.1 de los Vier Lieder op.2 de Arnold Schönberg, un lied cantado habitualmente por sopranos que sonó con toda naturalidad en la voz de un barítono; el ambiente misterioso iba a desvanecerse pronto, porque de los versos de Richard Dehmel pasábamos directamente a la guerra, el exilio y la pobreza de la mano de Hanns Eisler.

   El bloque de canciones de Eisler se abría y cerraba con sendas sentencias (Spruch 1939 y Spruch "Das ist nun alles") e incluía canciones en su mayor parte del Hollywooder Liederbuch, entre ellas tres de las "Elegías" que Bertolt Brecht escribió para Eisler. Tratándose de canciones por lo general muy breves y con pocas concesiones a la melodía, se hace más imprescindible que nunca que el cantante matice y cuente tanto como cante para transmitir al oyente todo el pesimismo (o quizá habría que decir el realismo) que recogen los poemas. Simon Keenlyside fue directo y cantó con sobriedad, haciendo fácil lo difícil y destacando especialmente en las dos demoledoras Canciones con textos de Pascal y en Verfehlte Liebe, un lied con texto de Heine que se acerca a tiempos pasados con aires de vals en los primeros versos, cantados con lirismo por Keenlyside para volver al presente con dureza.
  A continuación escuchamos los Songs and Proverbs of William Blake, el ciclo que Benjamin Britten escribió para Dietrich Fischer-Dieskau; no nos alejábamos demasiado de la atmósfera creada por Eisler aunque sí del carácter en la interpretación. No por habitual deja de ser admirable cómo interioriza Keenlyside los textos y cómo se transforma canción a canción en el personaje sin acercarse nunca a la sobreactuación. Fue el pequeño y lúcido deshollinador sin caer en el más mínimo sentimentalismo; cultivó el árbol envenenado con precisión y detalle, a cada "my wrath did grow" la ira era más palpable y el verso "and he knew that it was mine" fue sobrecogedor; tremendo poema, tremenda canción y tremenda interpretación. Finalmente, y por destacar sólo una canción más de lo que fue una gran interpretación del ciclo, mencionar la espléndida versión de The Tyger, pregunta tras pregunta cantadas con curiosidad e inquietud a media voz.

   Tras el descanso vino el primer y más importante cambio en el programa tras la incorporación de Graham Johnson: se sustituían los lieder de Strauss por lieder de Wolf. Cambio de siglo, del XX de la primera parte al XIX, y nuevo cambio de carácter: introspección y medias voces para sumergirnos en las reflexiones de Wolf sobre textos de Möricke y Goethe. Los lieder de Wolf no estuvieron al brillante nivel de ocasiones anteriores (seguramente ese es el problema de poner el listón tan alto), faltó algo de expresividad y hubo alguna duda con uno de los textos, pero aún así las interpretaciones fueron notables y no puedo por menos que destacar las de Wie sollt'ich heiter bleiben y Auf eine Christblume II.

   El programa oficial del recital se cerraba con tres lieder de Brahms, estos sí a un gran nivel, muy matizados y detallados, que dieron lugar, por ejemplo, a un arrollador y conmovedor Verzagen, estupendamente acompañado por Graham Johnson.
   Entre Wolf y Brahms estuvo Schubert, que he dejado para el final porque sus lieder volvieron en forma de propina. Simon Keenlyside volvió a hacer fácil lo difícil: que los lieder de Schubert volvieran a los orígenes, a principios del siglo XIX, y sonaran con naturalidad, libres de artificio; todos los matices, los colores, la expresividad y la flexibilidad de la voz al servicio de la música de Schubert. Y así escuchamos un elegantísimo Alinde y un encantador Herbstlied, la primera sonrisa que nos permitíamos en toda la noche. En lugar del inicialmente previsto Der Wanderer D493, Keenylside y Graham interpretaron Der Wanderer D649, íntimo, bellísimo, y completó el grupo de canciones una de las canciones de la primera juventud de Schubert Verklärung.
  El entusiasmo del público fue arrancando propinas a Keenlyside y Johnson, todas de Schubert. Para ser exactos, y cito literalmente, "vom Maestro Schubert". La primera, un irresistible Geheimes; el último verso, "ihm die nächste süsse Stunde", cantado la primera vez en una preciosa e íntima media voz y la segunda casi revelando el secreto del título con orgullo, fue para recordar durante mucho tiempo; le siguieron Die Sterne y Gondelfahrer y, la cuarta y última perla fue Der Jüngling an der Quelle, que cerró el magnífico recital con un hermosísimo "Luise" prácticamente susurrado.
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