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Crítica: Tafelmusik Baroque Orchestra presenta su proyecto multimedia sobre repertorio barroco

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Autor: Giuliana Dal Piaz
22 de enero de 2018

UN ASILO SEGURO

   Por Giuliana Dal Piaz
Toronto, 18-1-2018. Trinity St. Paul’s Centre. Temporada 2017-18 de la Tafelmusik Baroque Orchestra. Músicas de Antonio Vivaldi, Jean-Baptiste Lully, Claude Goudimel & Louis Bourgeois, Henry Purcell, J. S. Bach, Tomaso Albinoni, Agostino Sateffani, Juan Hidalgo, Peter Phillips, Jan Sweelinck, Tobias Hume, John Beck, G.P.Telemann, Arcangelo Corelli. Idea original, programa y texto: Alison McKay. Director de orquesta: Elisa Citterio. Tafelmusik Baroque Orchestra. Proyectista: Raha Javanfar. Dirección de luces: Glenn Davidson. Artistas invitados: Maryem Tollar – voz narradora y vocalista, Diely Mori Tounkara – kora, Naghmeh Farahmand – percusiones.

   Es Este el primer evento que, con el Nuevo Año, presenta la Tafelmusik Baroque Orchestra y forma parte de la serie de conciertos multimedia ideados por Alison McKay, como The Galileo Project o The Tale of Two Cities: the Leipzig Damascus Coffee House. Esta vez, sin embargo, el tema es a la vez histórico y de actualidad: la gente que escapa de una realidad fatal o peligrosa para buscar asilo en un país más seguro y acogedor. En Canadá –que está entre los países más acogedores en el mundo, a pesar de que siga luchando a diario con varias dificultades burocráticas, para poder hacer realidad su hermoso proyecto político–, el tema es, como en otras partes, muy actual y apremiante mientras que se multiplican los flujos migratorios de un país al otro y de un continente al otro. En el caso del concierto, la atención se enfoca en las migraciones intereuropeas provocadas en su momento por las intolerancias religiosas, cuando no las auténticas persecuciones, que iban desde la condena de Moros y judíos por parte de la Inquisición española y portuguesa, a las consecuencias en Francia del Edicto de Nantes, que desterraba a los Hugonotes, o a la condena del culto católico de parte de Isabel I Tudor en Inglaterra.

   A partir, entonces, de dos versos que aparecen en la pantalla al inicio y al final del espectáculo, de la poetisa británica de origen sómalo Warsan Shire, ...no one puts their children in a boat / unless the water is safest than the land (nadie pone a sus hijos en un bote / a menos que las aguas sean menos peligrosas que la tierra), se desarrolla el “cuento” de lo que ocurría en Europa en los siglos del XV al XVII; a cada particular momento histórico, corresponde la ejecución de una pieza musical: en este amplio panorama barroco, prácticamente todas las nacionalidades europeas están representadas por autores, más o menos conocidos, pero casi todos exiliados de su tierra de origen. Lo que resulta es el fresco imponente de una contínua transmigración, de un país al otro y de una comunidad a la otra, de editores (¡!) y compositores “non gratos” o perseguidos en su lugar de origen, que se mudan a otro país para seguir con su actividad, enriqueciéndose con nuevas experiencias, y a su vez enriqueciendo el medio cultural y musical del lugar de llegada.

   Una vez más la genial Alison McKay lleva a cabo una obra increíble de reconstrucción histórica y filológica, añadiendo además, a la presencia de los óptimos artistas estables de la Tafelmusik, la de la vocalista Maryem Tollar y de la percusionista iraní Nagmeh Farahmand, que habían ya aparecido exitosamente en su anterior espectáculo Tale of Two Cities, y del griot (nombre tradicional para este tipo de instrumentista) Diely Mori Tounkara, originario de Mali y ahora residente en Canadá, quien toca la kora. Este instrumento, típico del África transsahariana desde nuestra Edad Media y la época de floricimento del gran Imperio del Mali, es una particular arpa-laúd.

   Como nos informa Wikipedia, “la kora se construye a partir de una calabaza grande cortada a la mitad, con una cubierta de cuero para lograr la caja de resonancia, a la que se le agrega un puente con muescas para transmitir la vibración de las 21 cuerdas sujetas al mástil. El sonido de la kora recuerda el del arpa, aunque cuando se toca de forma tradicional, se asemeja más al estilo de la guitarra flamenca. El músico utiliza solo el dedo pulgar y el índice de ambas manos [la fila de 11 con la izquierda, la de 10 con la derecha, ndr] para pulsar las cuerdas de forma rítmica, mientras que los restantes dedos se sujetan a los palos por ambos lados de las cuerdas para mantenerlo fijo. Los músicos de kora han provenido históricamente de familias de griot que pasan su arte a sus descendientes y también de las tribus Mandinga. Los instrumentistas muy experimentados logran ejecutar al mismo tiempo un acompañamiento “ostinato” (llamado kumbeng) y un solo improvisado (llamado biriminting)”.

   Después de haber escuchado el sonido armonioso de la kora, también aprendemos que, a finales del siglo XVIII, el papel sobre el cual los compositores africanos de Djenée y Timbuctú trazaban sus partituras provenía –gracias a los intensos intercambios comerciales que travesaban el Mediterráneo– desde las fábricas de Venecia donde se abastecía Vivaldi...

   Después de el Verano, parte del programa de “A Joyous Welcome” en septiembre, y el Otoño, incluído en el concerto “Elisa’s Italian Adventure” en octubre, estaba desde luego ya previsto incluir en este concierto el Invierno, desde las Cuatro Estaciones de Antonio Vivaldi, pieza que constituye una especie de leitmotiv en esta temporada de la Tafelmusik; pero la Directora Elisa Citterio la ha sabiamente dividido ulteriormente en sus tres movimientos: el Allegro non molto inicial ha abierto el concierto con sus compases persistentes que parecen sugerir el trabajoso avance de una caravana, mientras que los arpegios del violín solista recuerdan el remolino de los copos de nieve en el viento. En el Largo del segundo movimiento, el lento inicio de las notas del violín parece indicar la llegada a destinación, el cansancio pero también el alivio por haber alcanzado el refugio y poder por fin tener reposo, mientras que el Allegro del tercer movimiento parece sugerir el reanudarse de la actividad, de la producción, de la vida, en una palabra, en un medio más congenial. El texto de Alison McKay, leído por Maryem Tollar, ha conectado entre ellos piezas y autores de manera clara y exhaustiva: lástima que, al no ser Maryem ni actriz ni locutora –como lo habían sido en cambio las “voces narradoras” en los anteriores conciertos multimediales de Tafelmusik– su lectura no ha reflejado de la mejor manera el fascinante contenido. Ha sido apreciable, en cambio, su prestación de vocalista en el Salmo 134, Or sus, serviteurs du Seigneurs, puesto en música por Claude Goudimel y Louis Bourgeois, y en el poema de Joao Pinto Delgado A la salida de Lisboa, musicalmente acompañado por una composición de Juan Hidalgo. Entre las piezas del concierto, me han parecido especialmente agradables la sinfonía de la Cantata BWV 156 de J.S. Bach con solo de oboe y el Allegro del Concierto para 2 oboes Op. 7 nº. 2 de Tomaso Albinoni. A la ejecución de la última pieza en programa, el Allegro del Concerto grosso in Re Maggiore Op. 6 nº. 4 de Arcangelo Corelli, se han sumado al final también la kora di Mori Tounkara y las percusiones de Naghmeh Farahmand, en un ensemble seguramente poco canónico pero muy hermoso y aplaudido por el público que ha totalmente llenado la “Jeanne Lamon Hall” del Trinity-St.Paul’s Centre.

   Y ya que menciono a Jeanne Lamon, la conocida violinista que ha dirigido la Tafelmusik durante 30 años, ella ha literalmente salvado la velada (así como los siguientes conciertos en cartelera hasta el 23 de Enero) reemplazando en el último segundo a la violinista Patricia Ahern, quien, resbalando en el hielo el día anterior, se ha fracturado una muñeca; sustitución posible solo gracias al profundo conocimiento del repertorio barroco y al comprobado profesionalismo de Jeanne Lamon.

Fotografía: Sian Richards.

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