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Crítica: Alicia Amo y Musica Boscareccia interpretan a Scarlatti y Corselli en el 'Universo Barroco' del CNDM

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Autor: Mario Guada
2 de marzo de 2018

Fantástico recital del conjunto español, que pone en liza a dos figuras transcendentales en el panorama musical español del XVIII, incluyendo algunas recuperaciones patrimoniales.

Dos vecinos de Madrid

   Por Mario Guada | @elcriticorn
Madrid. 01-III-2018. Auditorio Nacional de Música, sala de cámara. Centro Nacional de Difusión Musical. Universo Barroco. Sognando son felice. Obras de Domenico Scarlatti y Francesco Corselli. Alicia Amo • Musica Boscareccia | Andoni Mercero.

   Domenico Scarlatti (1685-1757) y Francesco Corselli (1705-1778) tienen varios aspectos en común. El primero, y más evidente, es su procedencia italiana. El segundo, también ciertamente conocido, es su fuerte relación con la corte borbónica en el Madrid dieciochesco. Lo demás, aunque en ambos casos sea muy difícil reconstruir algunos momentos de sus vidas, es otro cantar.

   Como es bien sabido, Scarlatti dedicó la mayor parte de su esfuerzo compositivo al clave, legando a la historia el corpus de sonatas más importante de la historia de Occidente, con un total de 555. Pero no solo, pues fue un notable creador de óperas –que superan la docena–, de oratorios y otros géneros vocales a gran escala, como serenatas, pero también de cantatas da camera, de las que quedan constancia un número considerable [60], convirtiéndose en un orgulloso hijo de su padre, aunque sin llegar a su destreza y número de este en el género. El presente concierto, enmarcado en el ciclo Universo Barroco del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM], estuvo centrado especialmente en la figura de Scarlatti, aprovechando la ocasión para presentar la reciente grabación de los protagonistas de la velada, Alicia Amo y Musica Boscareccia, que, compartiendo título con el concierto, Sognando son felice, está dedicada monográficamente a la música de cámara, vocal e instrumental, del autor napolitano. Del total de la grabación –tres cantatas y dos triosonatas–, se interpretaron aquí una cantata completa, el primer recitativo y aria de otra de ellas, así como una de las sonatas en trío. Ambas cantatas –al igual que la tercera incluida en dicha grabación discográfica– pertenecen a un manuscrito custodiado en la British Library [R.M.23.b.27], que contiene un total de doce cantatas para voz y bajo continuo, excepción hecha de dos de ellas que llevan acompañamiento de instrumentos melódicos. Otro manuscrito conservado en la Österreichische Bibliothek [ms. 17664] tiene copiadas un total de siete de las doce. Dinko Fabris, que ha estudiado las cantatas y escrito las notas críticas de la grabación, comenta que Tinte a note di sangue presenta las características de una lettera amorosa, por lo que Scarlatti se afana en respetar la esencia declamatoria del texto, pero añadiendo en los violines unas ricas ornamentaciones, como se apreció de forma evidente en el aria interpretada en el concierto. Por su parte, Pur nel sonno almen tal’ora es un maravilloso ejemplo de la calidad compositiva de Scarlatti, incluso en un género relativamente menor en su catálogo, especialmente con la brillantez de sus dos arias –más introspectiva y expresiva la primera, la segunda con una mayor luminosidad y virtuosismo–, enmarcando ambas un lirico recitativo accompagnato en el que las interpolaciones de los violines le aportan un notable dramatismo.

   El segundo género a destacar en el concierto, en cuanto a la figura de Scarlatti se refiere, fue la sonata en trío. Aquellos conocedores de la música del autor napolitano estarán ahora mismo preguntándose si caso se ha descubierto recientemente algún manuscrito con composiciones suyas en este género, dado que es sabido que Scarlatti no compuso, o al menos no nos han llegado, sonata en trío alguna. Pues no, no se trara de esto, sino que el propio Andoni Mercero se ha convertido en un Charles Avison del siglo XXI, y emulando a este –que en 1744 presentó su edición de Twelve concerto’s in seven parts for four violins, one alto viola, a violoncello and a thorough bass, done from two books of lessons for the harpsichor composed by Sig.r Domenico Scarlatti with additional slow movements from manuscript solo pieces by the same author– ha tomado algunas de las 555 sonatas para clave y las ha arreglado para una formación típica de sonata en trío italiana –que además coincide con el orgánico de su ensemble–: dos violines y bajo continuo. El resultado de lo mostrado, la Sonata en Re menor para dos violines y bajo continuo, sobre sonatas para clave de D. Scarlatti, muestra la capacidad de Mercero para mantener la esencia de la escritura scarlattiana en el trasvase a una formación que le aporta riqueza tímbrica y gran variedad contrapuntística. Especialmente impresionantes y hermosos los movimientos lentos, tomados de las sonatas K 69 y 208 –especialmente esta última, uno de los momentos más bellos del concierto–.

   Del catálogo del segundo protagonista de la noche, Francesco Corselli, que fue uno de los mayores representantes de la música italiana en la corte española durante décadas, pues ocupó el cargo de maestro de la Real Capilla nada menos que cuarenta años, se interpretaron dos obras que supusieron, además, recuperación patrimonial y estreno en tiempos modernos –eso que tanto gustan mencionar hoy día programadores e intérpretes–. Quizá por aquello de que los artistas españoles deben justificar siempre su presencia en los escenarios del CNDM con alguna recuperación de patrimonio español, se presentó la figura de Corselli, de lo cual me alegro, porque es un compositor de un talento inmenso y que poco o nada tiene que envidiar a Scarlatti, sin ir más lejos en el tratamiento de la cantata de cámara o en la música para conjunto instrumental. Al molino venid, finos mortales, cantada al Santísimo para soprano, dos violines y bajo continuo, es un excepcional ejemplo de su capacidad creadora, del refinamiento de sus líneas vocales, del magnífico acompañamiento de los violines y de su lúcido tratamiento textual. No menos impresionante resultó la Sonata para violín y bajo en Re menor, datada en 1768, descomunal radiografía de su destreza violinística y de su escritura totalmente idiomática para el instrumento, exigiendo del intérprete virtuosismo y expresividad a partes iguales. Desconozco la autoría de esta recuperación y su edición posterior –como es habitual, no se tiene a bien citar a editores en el programa; un mal endémico en este país que habría que erradicar con la mayor presteza posible–; en cualquier caso cabe felicitar a quien sea por seguir dando visibilidad a un Corselli tan talentoso como, hasta el momento, inagotable y necesario, del que espero sigan saliendo a la luz nuevas joyas como esta.

   Un programa redondo, sin duda bien sustentado por el trabajo preexistente en la grabación dedicada a Scarlatti, y que en el aporte de Corselli tiene un valor añadido, por más que estaría bien que los españoles tuvieran que dejar de justificar artísticamente por formar parte de la programación de este CNDM que debería poner un mayor acento en el respeto por el patrimonio y no como una mera cifra que poder archivar cada final de temporada. Dicho lo cual, hay que alabar la extraordinaria interpretación por parte de la excepcional soprano burgalesa Alicia Amo, que como es habitual hizo gala de su solvencia técnica, su refinamiento vocal, su línea de canto de límpida sonoridad en el agudo y un registro medio-grave de notable presencia, además de una capacidad expresiva y un fraseo muy elegante y delicado, al que solo le falta un punto extra en la dicción para que el texto se entienda con la calidad que merece. Impoluta en los movimientos más exigentes y virtuosísticos, se desdobla con gran solvencia en una soprano de hondura expresiva en los movimientos más lentos. Su musicalidad está fuera de toda duda, y pocas veces se puede presenciar a una soprano con esa juventud capaz de acometer repertorio histórico, con una adaptación al medio tan natural, además de repertorios extremos, como el del siglo XX –incluyendo Schönberg o Hindemith–, con absoluta destreza.

   Por su parte, Musica Boscareccia sigue constituyendo un núcleo sólido e infranqueable. Especialmente asombroso el trabajo en el unísono llevado a cabo por Andoni Mercero y Alexis Aguado en los violines barrocos, demostrando –otra vez, pero no hay que cansarse de subrayarlo– que el trabajo estable es la única vía para lograr la excelencia. Mercero es un violinista de una presencia escénica apabullante, muy seguro en la afinación y con una sonoridad cuidada al extremo. Así lo demostró en la sonata de Corselli, en la que demostró con creces su capacidad no solo técnica –que la hay, aquí incluso más brillante que en las sonatas en trío o en las cantatas–, sino también evocadora. Tiene en Agudo a un cómplice exquisito, al que no debería dejar irse nunca, porque conforman un tándem realmente envidiable. Por su parte, el continuo –que me sigue pareciendo de lo mejor del ensemble–, contó con el habitual aporte inteligente, colorista, equilibrado y tremendamente expresivo de Mercedes Ruiz al violonchelo barroco; además del clave de Carlos García-Bernalt y la tiorba de Juan Carlos de Mulder, ambos muy certeros a la hora de elaborar un continuo luminoso, aportando expresión y no solo sustento armónico, y desarrollándolo con gran efectividad. La labor del continuista, siempre complicada, tiene en ellos a fantásticos garantes de la profesión.

   En definitiva, un concierto de sumo interés, que pone el acento en estos dos vecinos italianos de la capital, ambos representantes de lo mejor de la producción musical italiana –con acento español– del XVIII, a los que es magnífico seguir redescubriendo poco a poco, por más que cueste casi un triunfo hacerlo. Interpretaciones de nivel superlativo, que demuestran que cuando el trabajo se hace con mimo, perseverancia y respeto, la música siempre se ve favorecida y los compositores dignamente representados. Sea.

Fotografía: Centro Nacional de Difusión Musical.

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