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Crítica: «Hänsel und Gretel», de Engelbert Humperdinck, en versión de la Canadian Opera Company

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Autor: Giuliana Dal Piaz
12 de febrero de 2020

Humperdinck en la posmodernidad

Por Giuliana Dal Piaz
Toronto. 08-II-2020. Four Seasons Centre for the Performing Arts. Händel und Gretel, de Engelbert Humperdinck. Libreto: Adelheid Wette. Dirección musical: Johannes Debus. Dirección teatral: Joel Ivany. Diseño de escenas y proyecciones: S. Katy Tucker. Vestuario: Ming Wong. Luces: JAX Messenger. Orquesta y Coro Juvenil de la Canadian Opera Company. Dirección del Coro Juvenil: Teri Dunn. Solistas: Gretel [Simone Osborne, soprano], Hänsel, su hermano [Emily Fons, soprano], Gertrude, su madre [Krisztina Szabó, mezzosoprano], Peter, su padre [Russell Braun, barítono], la Bruja Mazapán [Michael Colvin, tenor], el Duende del sueño/el Hada del rocío [Anna-Sophie Neher, soprano].

   Hace tiempo ya que el mundo de la ópera nos ha acostumbrado a aceptar cambios de la época histórica y del lugar para los cuales las óperas han sido originalmente escritas, en el supuesto intento de volverlas más interesantes, en particular para un público joven. En nuestros tiempos de globalización y frecuente rechazo de la Historia (debido sobre todo a la difusa ignorancia de la misma), se entiende que muchos directores teatrales hayan encontrado un campo más para expresar su creatividad. Me parece, sin embargo, inaceptable que grandes compañías de ópera les ofrezcan la oportunidad de experimentación personal, para puestas en escena dedicadas a sorprender con hábiles ocurrencias teatrales, más que a respectar las exigencias musicales de una ópera. En particular este director, bastante conocido y apreciado e incluso definido como «el futuro de la ópera en Canadá», ha constituido su propia pequeña compañía de ópera llamada Against the Grain [Contracorriente], con la cual da rienda suelta a sus deseos de innovación y experimentación, no sólo alterando la ambientación, sino re-escribiendo enteros libretos, de óperas como La bohème, Le nozze di Figaro o Don Giovanni: también la Compañía nacional de ópera canadiense ¿lo considera tan merecedor como para confiarle puestas en escena como la de Carmen (2016) o de esta Hänsel und Gretel? Mi respuesta quisiera ser negativa, pero la realidad es otra.

   A pesar de no ser tan conocida por el público de hoy, la música que Engelbert Humperdinck compuso –sobre un libreto escrito por su propia hermana, con base en un cuento bastante cruel de los hermanos Grimm– es muy hermosa y grata incluso al oído  moderno, nunca reptitiva o aburrida, capaz de combinar maravillosamente las partes instrumentales, como la ouverture o el sueño de los niños en el bosque, con alegres motivos de danzas o cantos tradicionales; yo misma guardo desde la infancia el recuerdo del canto de Gretel en el bosque (que conocía obviamente en italiano): «Ein Männlein steht im Walde» [En el bosque un hombrecito].

   Ante un relato fantástico tan sencillo –que ya la joven libretista Adhelaid Wette había suavizado eliminando los detalles más brutales (como el hecho que los padres abandonan voluntariamente a sus hijos en el bosque)–, ¿qué sentido tiene querer trasladar el cuento de Grimm y Humperdinck a un medio urbano de hoy, en un edificio de apartamentos, cuatro de ellos en escena, con un costante ir y venir de comparsas, que sugieren varias vidas paralelas, cuando una de las características del cuento original es exactamente el substancial aislamiento de esa pequeña familia necesitada? Dicho sea de paso, entre las fotos de escena proporcionadas a la prensa, hay una sola toma del escenario completo, y es la imágen nocturna «congelada» que concluye la primera parte del espectáculo: bella foto de una noche azul punteada de estrellas, por la cual no se recaba la menor idea de la confusión anterior, o posterior...

   ¿Qué sentido tiene que, supuestamente angustiados por la desaparición de sus hijos (han dado la vuelta a los apartamentos del edificio, preguntando inútilmente por ellos), los padres de Hänsel y Gretel organicen una especie de piyamada para varios ninõs con almohadones y carpas improvisadas, entre las cuales los hermanitos extraviados despiertan al amanecer para encontrarse, sin transición pues es el piso de al lado, en la casa de la Bruja Mazapán, llena de árbolitos navideños iluminados y montañas de atractivos paquetes regalos? Y ¿para qué presentar a la bruja y a los otros dos personajes fantásticos (el Duende del sueño y la Hada del rocío) como figuras cómico-grotescas?

   Al final de la ópera, los niños de la «pijamada», supuestamente aquellos que la bruja ya había hechizado, se reúnen en el proscenio gastando unas vistosas gafas de sol: en el libreto, el hechizo los había transformado en figurillas de jengibre, incapaces de moverse y con los ojos sellados, necesitando un suave toque de la mano de Gretel a cada uno de ellos, para que los abran, y la fórmula mágica que Hänsel ha escuchado por la bruja, para que recuperen el movimiento. Aquí los niños, uno a uno, se quitan las gafas y las suben sobre sus cabezas o las cuelgan de sus camisetas, que teatralmente no produce el efecto deseado...

   Antaño los cuentos fantásticos, tanto los tramandados por los varios pueblos como los literarios escritos por los hermanos Grimm o por Andersen, no eran las historietas confortantes a lo Disney: con un hondo lado oscuro de la realidad «de afuera», eran parábolas que los adultos usaban para enseñar a los niños qué hacer o no hacer, qué evitar, de qué guardarse… podemos considerarlas obsoletas, mas no remplazarlas con la inclinación a representar –en los espectáculos para niños– sólo lo bueno o poner en ridículo lo malo, cancelando entre otras cosas cualquier efecto mágico-fantástico. En casos como este, parece que la finalidad principal de la ópera sea la de entretener al público de manera barata, no de emocionarlo –o incluso educarlo– por medio de una hermosa música imperecedera. Siento que no es justo ni para el público ni para el mundo de la ópera.

   Las perplejidades que acabo de expresar podrían llegar a considerarse peccata minuta ante la posibilidad de volver más atractiva la ópera para las jóvenes generaciones. Pero hay algo más: con un libreto en alemán, y por lo tanto la necesidad de seguir también los sobretítulos en inglés, el aspecto más negativo de este montaje me ha parecido el añadido, continuo e inmotivado movimiento en el escenario, que molesta constantemente la escucha de la música: es como si la partitura musical fuera totalmente secundaria respecto a lo que el director quiere narrar y presentar.

   Es una lástima, porque todas las voces son buenas. Yo hubiera preferido a una mezzo-soprano en el papel de Hänsel, pero la soprano estadounidense Emily Fons es una intérprete adecuada. Krisztina Szabó, mezzosoprano canadiense de renombre, acepta con sentido del humor la modesta parte de la madre Gertrude, prestándose con el óptimo barítono Russell Braun (el mejor de los cantantes en reparto) a llevar al escenario almohadones, cortinas y carpas. Simone Osborne [Gretel] es una joven soprano con capacidades vocales y teatrales para volverse una cantante de primer nivel. Me hubiera gustado una mezzo para el papel de la bruja, y que no la vistieran de manera tan estrafalaria, cuando en el cuento de Grimm el éxito de la trampa para los niños se debe precisamente a su aspecto inicial de abuelita inofensiva; sin quitarle mérito a la buena voz de Michael Colvin. La soprano Anna-Sophie Neher desempeña dignamente el doble papel del Duende del sueño y del Hada del rocío.

   Como de costumbre, la concertación de Johannes Debus es rigurosa y ferviente, a la guía de su óptima orquesta. Amerita una mención especial el Coro Juvenil de la Canadian Opera Company. dirigido por Teri Dunn: desde 1968, la C.O.C. ha estado formando niños y adolescentes (de los 4 a los 18 años), algunos de ellos potenciales cantantes de ópera y varios destinados a coros profesionales. Desafortunadamente, muchas voces femeninas y muy pocas masculinas: hasta en un país tan avanzado sigue existiendo cierta prevención hacia el «varoncito» que canta o baila en vez de practicar el deporte nacional, el hockey sobre hielo, o el baseball, o el football americano...

Fotografías: Michael Cooper/COC.

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