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Crítica: «La bohème», de Giacomo Puccini, por la Canadian Opera Company

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Autor: Giuliana Dal Piaz

Una bohemia canadiense

Por Giuliana Dal Piaz.
Toronto. 26-IV-2019. Four Seasons Centre for the Performing Arts. La bohème, de Giacomo Puccini. Libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica. Puesta en escena original: John Caird. Dirección de la reposición: Katherine M. Carter. Escenas y vestuario: David Farley. Luces: Michael James Clark. Angel Blue [Mimí], Atalla Ayan [Rodolfo, poeta], Lucas Meachem [Marchelo, pintor], Andriana Chuchman [Museta, grisette], Brandon Cedel [Coline, filósofo], Phillip Addis [Schaunard, músico], Donato Di Stefano [Benoît, casero/Alcindoro], Taras Chmil [Parpignol, vendedor ambulante de juguetes], Jan Vaculik [aduanero], Samuel Chan [sargento aduanero]. Orquesta y Coro de la Canadian Opera Company. Dirección de la orquesta: Paolo Carignani. Dirección del Coro: Sandra Horst. Dirección del coro infantil.

   La puesta en escena de esta Bohème es la reposición de la que realizara en 2013 el conocido director canadiense John Caird. Dirige la reposición Katherine M. Carter, conservando todos los elemento básicos, como las escenas y el vestuario creado por el británico David Farley, y el diseño de luces del californiano Michael James Clark. La novedad son los intérpretes, con tres artistas que se exhiben en Toronto por primera vez: la soprano Angel Blue/Mimí, que acaba –por una afortunada circunstancia– de debutar en la Scala de Milán como Violeta en La traviata; el barítono americano Lucas Meachem/Marchelo; y el tenor brasileño Atalla Ayan/Rodolfo, ganador en 2018 del concurso St. Francisco Opera Emerging Stars.

   La puesta en escena es tradicional. Cuando componía, Puccini tenía constantemente presente el aspecto teatral, creaba su música sobre el libreto y en función de ello: es casi imposible, por lo tanto, imaginar sus óperas diferentes de cómo él las creara. Me llamó la atención el hecho que Marchelo –gracias también a la imponente presencia tanto física como vocal del barítono Meachem– aparezca aquí protagonista masculino casi al mismo nivel que Rodolfo. Sus telas prácticamente constituyen el decorado con que principia y termina la ópera, mientras que, después del intermezzo, lo vemos realísticamente pintando un mural sobre la pared exterior de la posada, en el que sería el Tercer Acto. Pero los Actos (o cuadros, como indica el libreto) aquí ya no existen: después del dueto de amor entre Mimí y Rodolfo en el desván, en unos cuantos segundos y a la vista del público, la estructura escénica se abre, transformándose en la plaza delante del bistrôt de Momus. En la segunda parte de la ópera ocurre lo opuesto: el abierto panorama ennevado delante de la posada, se cierra sobre sí mismo, y vuelve en escena el desván en que viven los cuatro artistas.

   La concertación me ha dejado algo insatisfecha: bajo la dirección de Paolo Carignani, la orquesta es por momentos atronadora, dominando sobre las voces de los cantantes, mientras que las famosas melodías de Puccini se aprecian básicamente sólo a través de las arias de los artistas. Todo el reparto es muy bueno: la voz de Angel Blue es fuerte –coherente con el físico de un mujerón, difícil de imaginar enferma de tubercolisis–, de buen timbre, con una coloratura que no falla incluso en el pianissimo. En las notas más altas, es menos redonda que lo apropiado, pero es una soprano muy prometedora. El Rodolfo de Atalla Ayan es muy bueno, incluso desde el punto de vista actorial, es su voz es rica y madura: al inicio del espectáculo, el altavoz ha pedido la comprensión del público, porque el tenor estaba resfriado: sin embargo, su actuación ha sido impecable, así que me lo imagino extraordinario, cuando esté de la mejor manera.

   La soprano canadiense Andriana Chuchman es una fantástica Museta; a partir de su presencia física, todo agrada de ella: las buenas capacidades teatrales, una voz cristalina, y la muy parca utilización del vibrato.

   El barítono americano Lucas Meachem/Marchelo tiene muchas tablas, una hermosa voz, agilidad y sentido del humor. Merece ser conocido también fuera de los Estados Unidos, donde se ha presentado hasta ahora.

   Los comprimarios –todos canadienses a excepción del bajo italiano Donato Di Stefano [Benoît/Alcindoro]– son de primer nivel; hermosa y conmovedora la «Vecchia zimarra, senti» [Vieja zamarra, escucha] de Coline [Brandon Cedel], mientras que Schaunard [Phillip Addis] aparece divertido y confiado en su «Or vi dirò: quest’oro o meglio argento» [Les cuento: este oro o mejor dicho esta plata].

   Óptimos los coros, tanto el de la Canadian Opera Company, dirigido por Sandra Horst, como el coro infantil de la Canadian Children’s Opera Company, dirigido por Teri Dunn.

Fotografía: Michael Cooper.

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