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Crítica: Marcin Wasilewski y su trío visitan el ciclo «Jazz en el Auditorio» del CNDM

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Autor: Juan Carlos Justiniano
2 de marzo de 2020

Jazz… ¿alla polacca?

Por Juan Carlos Justiniano
Madrid. 29-II-20. Auditorio Nacional de Música. Centro Nacional de Difusión Musical [Jazz en el Auditorio]. Marcin Wasilewski Trio: Marcin Wasilewski [piano], Slawomir Kurkiewicz [contrabajo] y Michal Miskiewicz [batería].

   En términos audiovisuales lo llaman spin-off. No es poco frecuente que se reordenen los elementos de un proyecto para que surja otro nuevo. Algo así pasó con VSOP cuando el segundo quinteto de Miles decidió olvidarse del jefe y darse un respiro a cuenta de Freddie Hubbard. Más recientemente ha ocurrido también con el último cuarteto de Wayne Shorter (Danilo Pérez, John Patitucci y Brian Blade), reconvertido ahora en trío con el nombre de Children of the Light y constituido en una de las formaciones punteras del jazz de los últimos tiempos. Y de la misma manera, de la rítmica de Tomasz Stanko nació hace ya veintiséis años el trío de Marcin Wasilewski, que visitó ayer la capital en el marco del ciclo Jazz en el Auditorio.

   Sigue siendo un tanto exótico –afortunadamente cada vez menos– hablar de jazz en un idioma que no sea el inglés o, afinando más, el inglés americano. Y con ciertas onomásticas (Wasilewski, Kurkiewicz, Miskiewicz…) ya resulta doblemente difícil liberarse del tópico y abordar cualquier tipo de comentario sin recurrir a la manida noción de «jazz periférico»: porque parece que es incompresible que se haga jazz fuera del «centro» sin acudir, según donde toque, mutatis mutandis, al casticismo. Es el caso de nuestro país, donde todavía no alcanzamos a entender que el «jazz español» no tiene por qué medirse con el flamenco. Por supuesto que hay excepciones, pero ya sea incorporándolo o negándolo, explícita o implícitamente, el flamenco aparece en la ecuación cuando hablamos de jazz en España. La posible interpretación de español –«en jazz español»– como adjetivo relacional –y no inequívocamente como calificativo– es un capítulo pendiente que nos compete a todos, tanto a músicos como a público.

   La música del trío de Marcin Wasilewski es un ejemplo de que el jazz periférico no tiene por qué ser indigenista. La propuesta del trío, ya en cierta medida ensayada con Stanko, surge directamente del sonido de músicos a miles de kilómetros: del pianismo de Keith Jarret y sobre todo de Brad Mehldau –más que de Esbjörn Svensson–. Si hay elemento polaco está bien enmascarado, tanto como el swing, entre músicas como el rock o el pop. Puro jazz del siglo XXI que, más que a eslavismo, si a algo suena es a Manfred Eicher y a ECM, no por casualidad discográfica del trío.

   Marcin Wasileswki es quien lidera la formación –el nombre del trío no engaña– y quien firma las composiciones que, con la excepción de «Actual Proof», el clásico setentero de Herbie Hancock, sonaron ayer en la capital. Así, durante hora y media el trío actualizó muchos temas ya conocidos de su repertorio, «Sudovian Dance», «Night Train to You», «Austin»… apostando en esta ocasión por sobreexplotar la faceta intimista y arrinconando a momentos puntuales y hacia el final («Night Train to You» o la relectura de «Actual Proof») la explosividad que tan bien sienta al trío. Y es una pena, porque al grupo le favorece el juego de contrastes, contonearse entre la casi religiosidad de muchas de sus baladas y el ataque salvaje de inspiración roquera. En este sentido, la visita de ayer del trío a la capital no sació del todo los deseos: demasiada contención como leitmotiv de un programa puede ser un ejercicio artístico estimulante pero no del todo atractivo y eficaz.

   No obstante, en ningún momento decayó el interés, porque siempre es motivo de asombro observar la complicidad a prueba de fuego que exhibe este trío y su calidad como intérpretes. Pero fue Slawomir Kurkiewicz al contrabajo el que más destacó. En esta ocasión ayudó la amplificación de su instrumento, que jugó a favor –algo no demasiado habitual para este tipo de conciertos en este tipo de salas– y permitió escuchar con nitidez la potencia, el grado de virtuosismo, y la digitación impecable del polaco.

Fotografías: Elvira Megías/CNDM.

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