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Crítica: Óliver Díaz, Jesús Reina y Andrea Morricone en el Concierto Premios Princesa de Asturias

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Autor: Nuria Blanco Álvarez
19 de octubre de 2020

 Sobre los Premios Princesa

Por Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical
Oviedo, 15-X-2020. Antigua Fábrica de Armas de La Vega. Concierto Premios Princesa de Asturias. Obras de John Williams y Ennio Morricone. Directores: Óliver Díaz, Andrea Morricone. Violín: Jesús Reina.

   Como todos los años la capital asturiana esperaba con impaciencia la semana de los Premios Princesa de Asturias, pero como todos sabemos, la de este año no ha podido ser una edición normal. No obstante, varios de los cambios que se han realizado aprovechando esta nueva situación no los logramos comprender y esperamos que no se tomen como habituales de cara a más afortunadas ocasiones.

   El habitual concierto de la víspera del día de la entrega de premios no ha estado presidido, por primera vez que recordemos, por los reyes, que no aparecieron en el acto. Por otro lado, el evento se trasladó al desapacible entorno de la antigua fábrica de armas, un espacio industrial que el ayuntamiento de la ciudad se empeña en reactivar con un uso de ocio, pero que no parece el más indicado para un acto cultural como es un concierto sinfónico, habida cuenta las malas condiciones del espacio. No es de recibo que el público estuviera tiritando durante toda la velada, pues no había sistema alguno de calefacción en la inmensa nave «habilitada» para el concierto. Tan solo unas farolas calefactoras ayudaron a que los miembros de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias se mantuvieran templados, pero de las que no se benefició el público.

   No se comprende que estando libre el Auditorio de la ciudad, que por otra parte siempre ha albergado este concierto institucional, se tomara la decisión de trasladar este año la ubicación del evento. No nos extraña que la familia real no acudiese.


   Además, a pesar de las posibilidades acústicas del espacio, el concierto tuvo que ser amplificado. Demasiados peros y ninguna ventaja el cambio de escenario que en ningún caso parece responder a criterios artísticos, ni tampoco a otros asuntos de carácter práctico.

   El evento, mucho menos formal que en otras ocasiones, fue un acto de homenaje a los dos premiados de este año en la categoría de «Artes», concedido a los compositores John Williams y Ennio Morricone, cuyo talento, tantas veces puesto al servicio de las bandas sonoras de películas de Hollywood, está fuera de toda duda. La primera parte se dedicó a la obra del italiano, siendo su propio hijo, Andrea Morricone el encargado de tomar la batuta. Su único mérito para tal honor, ser hijo de su padre, pues el título de director le queda más que grande. Le faltan tablas y le sobran ínfulas. Ya desde el momento en el que subió a la tarima y adquirió la «posición de director», Morricone delató ya a priori su poquísima experiencia en estas lides. Sobra decir que más que batuta parecía utilizar una espada láser con excéntricas poses que suponemos creería adecuadas para su imagen, pero que nada aportaban a la dirección musical. Felicitamos desde aquí a los miembros de la OSPA que actuaron con una gran profesionalidad ante los aspavientos y excentricidades de este señor, que provocaron entre el público una mezcla de estupor y sonrisas ante lo increíble de tal espectáculo.

   Por fin empezó el verdadero espectáculo, en el más hermoso sentido de la palabra, con el maestro Óliver Díaz a la batuta. La orquesta brilló como siempre hace en las manos de este gran director que hemos tenido la suerte de ver nacer en el Principado, pero que hace años desarrolla una importante carrera fuera de nuestra región. Qué sonido, qué riqueza de matices. Cómo contenía el maestro a la orquesta en sus manos, manejándola a su antojo, con una ductilidad y expresividad que no hacía más que extraer las bellezas sonoras de la música de John Williams. Acompañó al lucimiento de esta segunda parte la intervención del extraordinario Jesús Reina, sin duda uno de los más destacados violinistas del panorama musical actual, quien hizo las delicias del público con su pulcro sonido, gran expresividad y muestra del virtuosismo que atesora. Fue una delicia ver sonar en sus manos la emocionante música de John Williams. Qué preciosidad su interpretación de la más conocida melodía de La lista de Schindler. Todavía recordamos su extraordinaria participación en la temporada de la OSPA hace pocas temporadas. De momento el público asturiano podrá seguir disfrutando de su talento los próximos días 20 y 21 de este mes en sendos conciertos en la Sociedades Filarmónicas de Oviedo y Gijón. 

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