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Crítica: 'Requiem' de Verdi por la Orquesta y Coro Nacionales de España

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Autor: Raúl Chamorro Mena
4 de julio de 2017

UNA MISA PARA LOS VIVOS

   Por Raúl Chamorro
Madrid, 30-6-2017. Auditorio Nacional. Ciclo Orquesta y Coro Nacionales de España. Messa da Requiem per soli, coro ed orchestra (Giuseppe Verdi). Aga Mikolaj (soprano), Marina Prudenskaya (mezzosoprano), Saimir Pirgu (tenor), Christopher Purves (barítono). Orquesta y Coro Nacionales de España. Director musical: David Afkham.

   Una misa para los vivos, no para los muertos, así califica el gran director Riccardo Muti esta monumental creación Verdiana. Por su parte, el programa de la OCNE titulaba Una misa, no una ópera. Bien está insistir en ello, pero no se puede negar el elemento teatral tan genuino al genio de Le Roncole –solía autoreferirse como uomo di teatro antes que músico– en esta composición, que más que rezar por el alma de Alessandro Manzoni (una figura esencial del Risorgimento italiano en el apartado literario, al igual que Verdi lo fue en el musical) lo exalta y con ello a toda la nación italiana. Tampoco se puede negar que Verdi, más bien agnóstico, no ignoraba, ni mucho menos, el hecho religioso, ni podía mantenerse al margen de la profunda tradición católica italiana, pero es cierto, que estamos ante una obra en la que más que el sentido litúrgico, la oración, el recogimiento o la resignación ante la muerte, destaca, con toda su fuerza, el inmenso humanismo presente en toda la creación verdiana. Esos temores e incertidumbres del hombre ante el hecho de la muerte, sus dudas y desasosiego, que se traducen en que, lejos de mostrarse sumisamente resignado,  interroga e interpela al Señor en lugar de suplicarle.

   Con esta magistral creación en la que brilla el acendrado amor del Maestro Verdi por la antigua polifonía, concluía la temporada 2016-2017 de la Orquesta y Coro Nacionales de España con su director principal David Afkham al frente. Indudablemente, la orquesta lució su gran momento con impecable prestación de todas sus secciones, empezando por unos metales seguros, brillantes y bien empastados con el resto de la formación y una cuerda llena y compacta. También el coro mostró poderío y buen empaste, que no le impidieron plegarse al piano y hasta el susurro cuando la partitura lo requiere. No se puede negar tampoco solvencia a la labor de Afkham, que inició la obra, como está mandado, con un esmerado ataque en piano pleno de misterio y supo conducir la intepretación hacia un buen clímax en un emotivo Libera me (lo mejor del concierto para el que firma). Por el camino, unos Dies irae un tanto excesivos, demasiado aparatosos –toda la intepretación resultó un tanto pesante lejos de la tradición italiana– y un predominio de la energía y la potencia sobre los contrastes y la trascendencia, no terminando de demostrar si tiene un concepto claro de la obra. De todos modos, es de esperar, lógicamente, que eso llegue con el tiempo y la madurez artística del joven director.

   El cuarteto vocal  tampoco invitó al entusiasmo. En lugar de la anunciada Camila Nylund, la soprano Aga Nikolaj se mostró superada por la escritura. Sin graves, centro débil y abundantes sonidos fijos, se salvó por su correcta musicalidad, aunque el fraseo, compuesto, resultó impersonal. Marina Prudenskaya sustituyó a Veronica Simeoni, quien hubiera evitado un cuarteto sin italianos. La mezzo rusa lució emisión gutural y velada, grave desguarnecido, centro sombreado y de cierto atractivo, pero canto y expresión vulgares, que se pusieron especialmente de manifiesto en una Lacrymosa (sublime fragmento) desdibujada, a la que tampoco la batuta confirió  hondura y emotividad. Demasiado lírico el tenor albanés Saimir Pirgu de material ayuno de seducción tímbrica, más adecuado a Mozart que a Verdi, y con tendencia a abusar del falsete como pudo apreciarse en el Hostias. Christopher Purves es un barítono y se anunció como tal (al contrario de lo que hacen otros) lo que le honra, pero afrontaba una parte neta de bajo. Por tanto, faltó rotundidad, además de solidez en el grave, pero el centro, bien colocado, sonó grato y sonoro, el legato de buena factura –como demostró en las largas frases Oro supplex et acclinis del Confutatis- y su fraseo resultó el más personal de los cuatro.

Fotografía: Jesús Robisco.

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