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Crítica: Tafelmusik Baroque Orchestra & Chamber Choir despiden temporada con Bach y Zelenka

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Autor: Giuliana Dal Piaz
16 de mayo de 2019

Potencia y sugestión

Por Giuliana Dal Piaz
Toronto. 10-V-2019. Koerner Hall, TELUS centre for Performance and Learning. Música de Jan Dismas Zelenka y Johann Sebastian Bach. Jana Miller [soprano], Meg Bragle [mezzosoprano], Colin Ainsworth [tenor], Keith Lam [barítono]. Tafelmusik Baroque Orchestra [Elisa Citterio] y Tafelmusik Chamber Choir. Ivars Taurins [dirección].

   La Tafelmusik Baroque Orchestra cierra a la grande su Temporada 2018/2019 en el Koerner Hall del TELUS Centre, que es parte del Conservatorio Real de Toronto. El concierto se intitula al Magnificat de Bach, mas éste representa sólo la segunda parte del programa: la primera es una Misa de Jan Dimas Zelenka, la Missa Divii Xaverii, ZWV 12, compuesta en 1729 para el día de San Francisco Xavier, patrono de la Archiduquesa María Josepha, la esposa de Friederich August II, Rey de Polonia y Elector de Sajonia. María Josepha era tan fervorosa en su devoción al Santo que incluyó ese nombre en el de todos sus hijos, hembras y varones por igual.

   Zelenka no fue particularmente exitoso en su carrera musical: recrutado como contrabajista del Cappelmeister Johann David Heinichen, en Dresda, ejecerció de hecho por muchos años la labor de su jefe, muy enfermizo; cuando Heinichen murió, tenía la esperanza y la expectativa de reemplazarlo a pleno título. Consiguió sólo, en cambio, el nombramiento a Kirchen-Compositeur (Compositor de la Iglesia), mientras que nombraban Cappelmeister a Johann Adolf Hasse, compositor de óperas al «estilo italiano», mucho más conocido y apreciado que él...

   La Misa de Zelenka está dividida en una serie de movimientos separados que siguen los pasos del rito cristiano, excluyendo de ellos sin embargo la larga plegaria del Credo; lo cual le proporciona a los demás movimientos un espacio superior a lo acostumbrado. Está compuesta en stile misto, combinando –nos dice la clavecinista Charlotte Nadiger en la presentación del evento– «...lo viejo con lo nuevo, lo extravagante con lo tradicional, lo amanerado con lo bien estructurado, lo operático con lo sacro, lo galante con el gregoriano». El manuscrito de la partitura, que se encuentra actualmente en la Biblioteca Estatal de Dresda, es de lo más difícil a descifrar: Zelenka escribía con caracteres muy pequeños, además algún diligente bibliotecario de la época redujo la dimensión del original cortando casi por completo la primera línea... Es sólo gracias a la labor de Václav Luks, el joven estudioso de compositores checos y Director artístico del ensemble Collegium 1704 –quien ha pacientemente reconstruído la música original, comparando el manuscrito con unas copias recuperadas en Kiev en 2001–, que hoy resulta posible la ejecución de la obra.

   Escrita para una orquesta más amplia que el conjunto barroco tradicional (violines, violas, clavecín, chelos y contrabajo, oboes y fagot), incluye a dos flautas traveseras, cuatro trompetas y tímpanos, llevando a un resultado que Luks mismo describe como «una de las composiciones más deslumbrantes y alegres». Sin duda alguna, ella resulta tal también para los oídos de hoy. Las partes del coro se alternan con las de los solistas de manera vivaz y fascinante, estando las voces solas siempre acompañadas por la de un particular instrumento: se levantan los dos flautistas para el dúo soprano/mezzosoprano, que interpreta los versículos «Domine Deus, Agnus Dei, Filius Patris», mientras que el oboe acompaña al dúo tenor/barítono en «Qui tollis peccata mundi»..., y luego, en hermoso contrapunto al violín solo, al soprano en el aria «Benedictus qui venit».

   La segunda parte del programa es ligeramente más corta que la primera: la Reforma luterana había conservado el Magnificat, basado en el Evangelio según Lucas, y se cantaba en alemán durante las Vísperas del domingo por la tarde. Sólo en las festividades más importantes se utilizaba el texto latín católico. Johann Sebastian Bach compuso su único Magnificat con texto en latín para la Navidad de 1723, la primera que él celebrara en Leipzig, mas incluyendo en ello varios himnos navideños en alemán. Durante los años siguientes, que fueron para él de intensísima actividad, nunca compuso otro, así que cuando fue necesario ejecutar un Magnificat, se limitó a refrescar la partitura con variaciones mínimas eliminando las interpolaciones en alemán, que restringían la ejecución a la temporada navideña. Desde entonces, el Magnificat de Bach que se presenta normalmente es el de esta segunda versión más corta, llamada «Magnificat de 1733».

   La cantata estaba destinada a una orquesta con coro a cinco voces, y a cinco solistas, originalmente en clave de Mi bemol Mayor, pero luego Bach la transcribió en Re Mayor, una clave más adecuada para las cuatro trompetas. Está dividida en 12 partes, reunidas en tres movimientos, y cada parte empieza con un aria en la cual el coro subentra sucesivamente a la voz solista.

   Entre las dos grandes obras en programa para el cierre de la temporada, existe una certera semejanza musical: también en el Magnificat, como en la Misa de Zelenka, la voz de los solistas está introducida y acompañada por un instrumento solo y un bajo continuo variable. El oboe de amor comenta, por ejemplo, la bellísima aria del soprano «Quia respexit humilitatem ancillae suae», con el fondo del clavecín y un chelo, desenfocando en el poderoso coro «Me dicent omnes generationes», un versículo que se repite 41 veces –las generaciones que la Biblia enumera entre Abraham y Jesús–, conectando y  superponiendo entre ellas las últimas dos palabras de manera extremadamente sugestiva. En el duo tenor/alto «Et misericordia a progenie», las cuerdas y las flautas acompañan las voces, de timbre tan cercano que suenan casi como una sola, mientras que el alto canta «Esurientes implevit bonis» sobre el comentario de las flautas, y luego del clavecín y el pizzicato del chelo.

   He sentido especialmente puntual y potente la interpretación tanto de la orquesta como del coro, ambos dirigidos por la ocasión por el Maestro Ivars Taurins. Es siempre muy evidente la labor que la directora artística Elisa Citterio lleva diariamente a cabo con los instrumentistas de la Tafelmusik, así como el extraordinario trabajo de formación del coro: en los cinco años en los que he estado siguiendo esta orquesta con su coro, los he visto progresivamente mejorar de manera marcada hasta alcanzar el increíble nivel profesional que tienen ahora y que los lleva a giras intercionales de todo relieve. Muy buenos también los cantantes solistas (el barítono Keith Lam es miembro estable del coro): las partes del alto y del bajo de hecho son interpretadas aquí por una mezzosoprano y un barítono, pero sus voces se demuestran perfectamente adecuadas a la tonalidad prevista. Me llama positivamente la atención la modestia, en contraposición con su capacidad, con la cual todos ellos se han presentado al público.

Fotografía: Cylla von Tiedemann.

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