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Crítica: Toronto Symphony Orchestra reflexiona sobre la relación del hombre y el agua, con Christoph Altstaedt como director invitado

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Autor: Giuliana Dal Piaz
5 de junio de 2018

Sobre las olas

   Por Giuliana Dal Piaz
Toronto. 03-VI-2018. Roy Thomson Hall. Water Music, música de Georg Friedrich Händel, Johann Strauss II, Antonín Dvořák, Benjamin Britten, Bedřich Smetana, Wolfgang Amadeus Mozart y Robert Schumann. Leslie Ann Bradle (soprano). Toronto Symphony Orchestra. Christoph Altstaedt (director invitado).

   La Orquesta Sinfónica de Toronto fue fundada en 1922, por un grupo de músicos canadienses y el conductor Luigi von Kunits, nacido en Viena de padres serbios, bajo el nombre de “Nueva Orquesta Sinfónica”. Cuatro años después, la orquesta cambió su nombre al actual. Por casi sesenta años, a partir de su primera exhibición en abril de 1923, la orquesta tuvo como sede Massey Hall para finalmente trasladarse a la actual sede permanente, Roy Thomson Hall, cuya acústica ha sido totalmente renovada y mejorada en 2001.

   Water Music es uno de los últimos conciertos de la temporada 2017/2018, siendo los cinco próximos eventos del mes de junio dedicados a celebrar al maestro Peter Oundjian, que deja el cargo de Director titular de la TSO después de catorce años.

   Como lo ha venido explicando a lo largo del concierto el director invitado, el alemán Christoph Altstaedt, el hilo conductor del evento es la relación del ser humano con el agua de mar y ríos, una relación que puede ser apacible e idílica o tempestuosa y hasta trágica. A través de las diferentes visiones nos llevan autores de origen, estilo y época muy diferentes: desde Georg Friedrich Händel, puesto que una de sus composiciones más populares es exactamente una serie de tres suites que lleva el título de Water Music (1717); Johann Strauss II, apodado “el Rey del Vals”, con el famosísimo Sobre el hermoso Danubio azul (1866); Franz Schubert con La Trucha (1817), la peripecia de un pescador que quiere atrapar una trucha, observada por un espectador; hasta la interesantísima ópera del checo Antonín Dvořák, Rusalka (1901), de la que se escucha aquí el aria Canción a la luna; y al moderno Benjamin Britten con Cuatro Interludios del Mar, de su ópera Peter Grimes (1945) –en la primera parte del concierto–. La segunda parte del concierto comprende, en cambio, piezas de Bedřich Smetana, con Moldavia, el segundo del conjunto de seis poemas tonales que conforman la obra Má Vlast (Mi Patria), homenaje al río checo que fluye a través de la que fuera Checoeslovaquia, cargado de leyendas y tradiciones populares; Wolfgang Amadeus Mozart, con el aria Ah, lo previdi... Ah, t’invola... Deh, non varcar, K 272, de la ópera Perseo y Andrómeda (1777), y finalmente el romántico compositor Robert Schumann, con los movimientos IV y V de la Sinfonía n.º 3 en Mi Mayor, Op. 97 Rhenish (1850).

   La Toronto Symphony Orchestra, una de las más importantes de América del Norte, integrada en esta ocasión por una docena de violines, cinco violas, cinco chelos, cuatro contrabajos, tres flautas y un piccolo, dos oboes, un cuerno inglés, dos clarinetes, dos fagots, tres trompetas, dos trombones y una tuba, más tímpanos, percusiones y arpa, justifica plenamente su fama con una ejecución de primer nivel. Me sorprendieron las piezas de Haendel y de Mozart tocadas por instrumentos coevos: suenan bastante más “sinfónicas” y románticas que con los instrumentos de época, y no es necesariamente un hecho positivo...

   El conductor Altstaedt, muy joven, dinámico, que habla un inglés impecable y muestra un marcado sentido del humor, ha dirigido la imponente orquesta con energía cautivadora. La soprano canadiense Leslie Ann Bradley ha cantado con voz cristalina (pero pocas modulaciones) La Trucha de Schubert y la Canción a la luna de Dvořák: me parece seguramente buena intérprete de lieder. Decepciona, sin embargo, en el aria de Mozart, una pieza dramática que requiere una voz madura, que se eleve a notas agudas pero redondeadas, y una óptima coloratura: en cambio su vibrato lleva a notas que resultan frecuentemente metálicas.

Fotografía: Jag Gundu.

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