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Crítica: 'Alcina' de Händel en el Teatro Real de Madrid

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Autor: Alejandro Martínez
3 de noviembre de 2015

UNA MAGIA SIN ENCANTO

Por Alejandro Martínez

Madrid. 03/11/2015. Teatro Real. Händel: Alcina. Karina Gauvin (Alcina), Anna Christy (Morgana), Josè Maria Lo Monaco (Ruggiero), Sonia Prina (Bradamante), Luca Tittotto (Melisso), Allan Clayton (Oronte), Erika Escribà (Oberto). Dirección de escena: David Alden. Dirección musical: Christopher Moulds.

   Francamente no hay otra obra de Haendel en la que haya tan abismal disparidad entre la genialidad de la música y la mediocridad del libreto como en el caso de Alcina. Eso obliga precisamente a que su escenificación venga justificada por el hallazgo de una gran propuesta escénica. El trabajo de David Alden parece, en un principio, encaramarse a tal categoría, pero conforme avanza la representación se desvanece el encanto, en la medida en que abusa de la ocurrencia y genera un espectáculo paralelo, de resonancias metateatrales, que no siempre tiene mucho que ver con la trama original. Al final, queda en la retina el recuerdo de una caricatura más o menos ocurrente en torno a una ópera de algún modo imposible de escenificar con éxito por su estatismo, que Alden elige eludir, pero por la vía de saturar el escenario con un divertimento paralelo. Así las cosas, Alcina ha llegado por fin escenificada aunque un tanto descafeinada a Madrid, tras adelantarse Antonio Moral el año pasado con una versión en concierto con el CNDM en el Auditorio Nacional. La propuesta de Alden tiene el acierto de generar una código estético más o menos propio pero a su vez posee el notable demérito de no tener demasiado que contar. Una magia sin encanto. Su producción, por cierto, no se ha terminado de aclarar si es una nueva producción (parece que no) o tan sólo la reposición de la ya estrenada en su día en Burdeos, en supuesta coproducción con el Teatro Real. En tiempos de Antonio Moral se hablo de hecho de una prevista Alcina, pero no queda claro que fuese esta. La idea más plausible es que Alden, en el que por cierto era su primer trabajo escenificado en Madrid, haya revisado para el Real el trabajo que estrenases en su día en Burdeos.

   En otro orden de cosas, el cuadro vocal resultó desigual. Entre lo mejor, el acierto de contar con la canadiense Karina Gauvin para el papel protagonista. Cómoda con la parte, de un lirismo de buena factura y con un temperamento bien contrastado, su Alcina se yergue como lo más redondo de la función, lo que no es poco. El “Si, son quella” tuvo una limpieza y un encanto de los que dejan boquiabierto. Precisamente ese encanto se echó en falta en el caso de las demás voces femeninas. En lugar de Christine Rice, ausente por indisposición, escuchamos como Ruggiero a Josè Maria Lo Monaco, la titular del rol en el segundo reparto, que tuvo el mérito de sacar la extensa parte adelante sin mayores fisuras, pero con una paleta de recursos corta de miras, generalmente plana. Algo semejante sucede con la chispeante Morgana de Anna Christy, que convence en última instancia por la suma de desparpajo escénico y corrección vocal, aunque el sobreagudo es agrio, como de soubrette cansada, y no hay en su fraseo destellos de hondura. Es una pena que Sonia Prina, dueña en su día de un verdadero instrumento de contralto, hoy ya muy desigual en su coloración, abunde en un canto tan histriónico y sobreactuado, sobre todo a la hora de manejarse con agilidades y coloraturas. Grata sorpresa el Oberto de Erika Escribá, con natural desenvoltura escénica y una muy bien afianzada parte vocal. Aunque algo fatigado con la parte, tuvo franco interés el Oronte de Allan Clayton, sobre todo por su denodada actuación y su atinado fraseo. Cabía esperar algo más del Melisso de Luca Tittoto, de una corrección grisacea.

   El foso del Teatro Real, elevado por cierto para ganar en el balance con la escena, remonta un tanto desde sus anteriores trabajos, en los que parecía sumida en un apocado conformismo. Christopher Moulds no es un genio pero demuestra oficio y vocación, con una lectura voluntariosa y esmerada. Se antoja tibio de acentos, conservador en tiempos y dinámicas, pero consigue un trabajo digno por parte de una orquesta que no está precisamente especializada en este repertorio.

Fotos: Javier del Real

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