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[C]rítica: Antonio Oyarzabal en el ciclo de Jóvenes intérpretes de la Fundación Juan March

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Autor: Álvaro Menéndez Granda
5 de noviembre de 2018

Otra muesca en el revólver

   Por Álvaro Menéndez Granda | @amenendezgranda
Madrid. 04/XI-2018. Fundación Juan March. Ciclo Jóvenes intérpretes [Música en domingo]. Obras de Robert Schumann, Claude Debussy, Federico Mompou y Maurice Ravel. Antonio Oyarzabal, piano.

   A mi juicio, cualquier intérprete joven que pretenda hacerse un hueco en el panorama musical de nuestro país debe enfrentarse al escenario de la Fundación Juan March. La excelencia habitual en sus ciclos, la responsabilidad de saber que lo que el músico haga quedará grabado y de que, gracias a la emisión en directo a través de la red, su actuación llegará a muchas más personas de las que caben en la sala, hace que la March sea una institución de referencia y que formar parte de su programación constituya un logro profesional que muchos músicos desearíamos tener en nuestro currículo —sí, me incluyo—. El pianista Antonio Oyarzabal tiene ahora el privilegio de poder hacer esta muesca en la culata de su revólver y de hacerlo además con el orgullo de haber firmado un trabajo bien hecho.

   Constó el programa de una única parte en la que Oyarzabal interpretó las maravillosas Escenas de niños, Op. 15, de Robert Schumann, el Children’s Corner de Claude Debussy, las Escenas de niños de Federico Mompou y la adaptación para piano solo de la suite para piano a cuatro manos Ma mère l’Oye, de Maurice Ravel. Este programa es el mismo que integra su grabación The inner child, editada por Orpheus Classical, sobre la cual ya tuve el gusto de escribir una crítica en esta misma revista. Sin embargo, al ser el directo la mejor manera de medir a un músico, el recital del pasado día 4 de noviembre era parada obligatoria para el que suscribe.

   Vertidas con gran espontaneidad, las Escenas de Niños, Op. 15, de Schumann fueron un comienzo muy prometedor. Dependiendo de cada pianista, suele llevar unos minutos hacerse al sonido de la sala llena y atemperar los inevitables —y razonables— nervios iniciales. Oyarzabal no tardó en conseguir el clima que buscaba y pronto el sonido ganó fluidez y se asentó en tranquila seguridad. El séptimo número del álbum, Träumerei, fue deliciosamente tierno y nada —y cuando digo nada incluyo toses, caramelos y una desafortunada e innecesaria cámara de fotos— consiguió sacar al pianista del ambiente onírico que él mismo construyó. Para cualquier espectador iniciado en la música salta a la vista y al oído que Oyarzabal se siente cómodo con el impresionismo, y así lo demostró con el brillante Children’s Corner de Debussy. Con una técnica pulcra y una pedalización muy cuidada, el sonido que obtuvo del Steinway de la Fundación fue muy rico en matices y colores, destacando especialmente The Little Shepherd por su sonoridad delicada y su impecable gestión del tempo.

   Siguió el recital con Mompou y sus Escenas de niños. La visión de estas piezas expuesta por Oyarzabal tuvo un carácter algo menos contemplativo del que yo hubiera intentado conseguir de tener que enfrentarme a ellas, pero puede ser que el espíritu cambiante e imprevisible de los niños sugeridos en esta evocación de la infancia sea un buen fundamento para su enfoque interpretativo, y por ello me resulta igualmente válido. La adaptación para piano a dos manos que Jacques Charlot hizo de la suite Ma mère l’oye de Ravel está fantásticamente realizada de forma que, aunque las texturas pianísticas son menos densas, conserva bien la esencia aparentemente ingenua de los cuentos infantiles que atesora la maravillosa partitura original del compositor francés. Oyarzabal nos ofreció una versión muy pulcra en el plano técnico y, por consiguiente, satisfactoria en lo musical —no olvidemos que ambos conceptos son indisociables—. El pianista se mostró seguro en el límite dinámico del pianissimo y dejó algunos momentos verdaderamente buenos acompañados de una gestualidad amplia pero sin aspavientos.

   De seguir así, en poco tiempo veremos a Oyarzabal en salas de concierto cada vez más importantes. Se trata de un pianista con muchas posibilidades y este ha sido un paso significativo en su carrera, otro más de entre los que ya se encuentra dando. Cuando reseñé su disco The inner child concluí asegurando que estaría pendiente de la trayectoria de su artífice. No puedo finalizar ahora esta crítica sin reafirmarme en tales palabras, esperando poder escuchar lo que tenga que decir con otras obras de repertorio.

Fotografía: antonioyarzabal.com

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