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Crítica: 'Das Rheingold', de Richard Wagner, en San Francisco Opera, para iniciar un 'Anillo' completo

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Autor: David Yllanes Mosquera
1 de julio de 2018

Notable prólogo para un prometedor Anillo

   Por David Yllanes Mosquera | @davidyllanes
San Francisco. War Memorial Opera House. 26-VI-2018. Das Rheingold (Richard Wagner). Stacey Tappan (Woglinde), Lauren McNeese (Wellgunde), Renée Tatum (Flosshilde), Falk Struckmann (Alberich), Štefan Margita (Loge), Greer Grimsley (Wotan), Brian Mulligan (Donner), Brandon Jovanovich (Froh), Jamie Barton (Fricka), Julie Adams (Freia), Andrea Silvestrelli (Fasolt), Raymond Aceto (Fafner), David Cangelosi (Mime), Ronnita Miller (Erda). San Francisco Opera Orchestra. Dirección escénica: Francesca Zambello. Dirección musical: Donald Runnicles.

   Montar el ciclo completo del Ring des Nibelungen es uno de los mayores desafíos artísticos que existen. Con la excepción de los grandes teatros de repertorio centroeuropeos, son muy pocas las compañías que se atreven, por el coste y la dificultad y porque las cuatro óperas pueden descompensar las temporadas de los teatro de stagione. Sin ir más lejos, el madrileño Teatro Real se va a contentar con programar una jornada al año a partir de la temporada 2018/2019.  A este reto se enfrenta ahora la San Francisco Opera, la segunda compañía del país, que está ofreciendo tres ciclos completos en su temporada de verano. A lo largo de esta semana, comentaré en Codalario el tercero de estos Anillos.

   No es la primera vez que la compañía monta un Ring completo. Lo habían hecho ya en otras seis ocasiones, la última en 2011 en la misma producción de Francesca Zambello, vista también en Washington en 2016 y que ahora se nos presenta ligeramente actualizada. La batuta se ha confiado al veterano wagneriano Donald Runnicles.

   Discutiremos en más detalle la propuesta escénica de Zambello en posteriores entregas, cuando las sucesivas jornadas vayan aclarando sus intenciones, pero conviene dar algunas claves. La acción se ambienta en un período histórico interminado e incluso cambiante, sugiriendo vagamente un repaso por la historia estadounidense. Este aspecto era quizás más evidente en las funciones de Washington de hace dos años –cuando incluso Erda estaba caracterizada como amerindia– pero todavía transpira en vestuario y ambientación. Por ejemplo, estando en San Francisco, es difícil no ver a Alberich, con su atuendo minero, como uno de los forty-niners de la fiebre del oro de California, mientras que los dioses evocan a la alta sociedad de los años 1920. Como es habitual en las producciones de Zambello, el aspecto visual y arquitectónico es muy atractivo –destaca aquí la excelente iluminación de Mark McCullough– aunque en ocasiones se eche de menos una más cuidadosa dirección de actores. Los dioses aparecen en este Rheingold como unos pisaverdes, muy acicalados pero inofensivos y casi ridículos, y el personaje de Loge resulta muy reforzado, como veremos más adelante.

   La representación empezó con buen pie con una escena inicial atractivamente diseñada y bien interpretada por las tres ondinas, interpretadas por Stacey Tappan (Woglinde), Lauren McNeese (Wellgunde) y Renée Tatum (Flosshilde). Las tres parecieron empezar algo cortas de volumen, pero con la entrada del Alberich de Falk Struckmann empezaron a engranar mucho mejor y, sobre todo Tatum, cantaron con distinción. El propio Struckmann fue de de menos a más durante toda la función. Si en sus primeras frases parecía algo esforzado, hacia el final de sus forcejeos con las hijas del Rin se fue vislumbrando un nibelungo más que interesante. Esta impresión no hizo sino aumentar durante la representación, en la que fue construyendo un personaje con muchas aristas.  Desde el ingenuo buscador de oro del prólogo al abatido prisionero de Wotan, pasando por el terrible tirano de los nibelungos. Los arrebatos de furia que dirigió a sus enanos fueron impactantes, bien reforzados por una dramática escenografía e iluminación. No resultó difícil convencerse del terror que inspiraba entre los nibelungos, cuyos chillidos, por cierto, fueron especialmente efectivos y penetrantes en esta función. Su maldición («Bin ich nun frei?») fue de gran factura. El coro y la figuración infantil merecen sin duda una mención especial.  Su sufrido hermano Mime estuvo bien interpretado por David Cangelosi.

   El gran enemigo de Alberich, Wotan, corrió a cargo de un veterano en el papel, el bajo-barítono Greer Grimsley. Como he mencionado, en esta producción del Rheingold Wotan resulta un personaje quizá demasiado débil. Entra en escena durmiendo en una elegante tumbona y en general parece algo falto de autoridad, un vanidoso que tiene que recurrir a Loge para todo. Esto supuso un hándicap para Grimsley, quien tiene buenas bazas en su sonoridad y amplitud vocal pero adolece de cierta falta de refinamiento en la emisión. Seguramente estará mucho más cómodo con el más temible Wotan de Die Walküre.

   Entre el resto de los dioses destacó claramente la Fricka de Jamie Barton. Esta mezzosoprano ha irrumpido en las primeras plazas del mundo operístico con un repertorio belcantista, pero tiene una voz que se encuentra totalmente cómoda en papeles wagnerianos. Su Fricka es imponente, con una voz carnosa que interpreta con total solvencia tanto sus reproches a Wotan como sus quejas de dolor. Julie Adams causó muy buena impresión con una Freia que se ganó totalmente la simpatía del público. Su lectura de «Dünkt euch Holda wirklich der Lösung wert? (¿De verdad créeis que valgo este rescate?)» fue especialmente emotiva.

   El Froh de Brandon Jovanovich y el Donner de Brian Mulligan tuvieron una entrada algo desafortunada, casi reducidos a alivio cómico en el plano escénico –hasta reciben alguna colleja por parte de Wotan– y sin causar mucha impresión en el vocal. Sin embargo, para sus intervenciones finales se repusieron. Jovanovich resolvió bien el «Zur Burg führt die Brücke» y Mulligan resultó efectivo conjurando las nubes con su martillo, ayudado por un vistoso efecto pirotécnico. Finalmente, Ronnita Miller cumplió con el difícil reto de mostrar una Erda con autoridad, con una voz rica y cavernosa. Los gigantes de Andrea Silvestrelli (Fasolt) y Raymond Aceto (Fafner) supusieron seguramente el punto débil del reparto. Ambos fueron algo toscos, además de no tener timbres demasiado agradables, aunque cantaron con gran entrega y buena presencia.

   He dejado intencionadamente para el final a Štefan Margita, quien se alzó como el gran triunfador de la noche con un Loge excelente. Su caracterización fue fantástica, un Loge astuto, desagradable pero a la vez carismático, socarrón y fascinante en todo momento. En el aspecto musical, la voz de Margita es clara y muy bien proyectada, con un fraseo de gran factura y muchísima intención detrás de cada frase.

   Sobre la dirección de Runnicles hablaré en detalle a medida que se desarrollen las demás óperas del ciclo, pero es importante destacar la excelencia de la orquesta de la SF Opera, al nivel de las mejores agrupaciones de foso de Norteamérica.

   En definitiva, un muy sólido comienzo para este Ring. Queda solo la pena de que el Loge de Margita ya no vuelve a tener protagonismo, pero consuela pensar lo que puede hacer la arrolladora Fricka de Barton en su gran escena de La valquiria. Por no hablar de los personajes –y cantantes–  aún por hacer su entrada en la tetralogía, especialmente la Brünnhilde de Iréne Theorin.

Fotografía: Cory Weaver/San Francisco Opera.

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