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Crítica: 'Il trovatore' en la Royal Opera House Covent Garden de Londres

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Autor: Rubén Martínez
8 de julio de 2016

UN GRAN TROVADOR CON MALA ESCENA

  Por Rubén Martínez
Londres. 4/VII/16. Royal Opera House Covent Garden. Anna Pirozzi, Gregory Kunde, Christopher Maltman, Marina Prudenskaya, Maurizio Muraro, David Junghoon Kim, Lauren Fagan. Dirección musical: Gianandrea Noseda. Dirección de escena: David Bösch. Orquesta de la ROH.

    El pasado 2 de julio se estrenaba en la ROH una nueva producción del Trovatore verdiano en coproducción con la Ópera de Frankfurt y con la firma del alemán David Bösch en lo que supone su debut con la compañía inglesa. La escenografía y proyecciones de video han estado a cargo de Patrick Bannwart, mientras que el vestuario lleva la firma de Meentje Nielsen y el diseño de iluminación lleva la firma de Olaf Winter.

   Tras la última producción del Trovador que se pudo ver en este coliseo a cargo de Elijah Moshinsky la que nos ocupa resulta mayormente ridícula, pueril y sin apenas ideas dignas de mención. Somos conscientes de las dificultades que plantea para un regista el enfentarse a un libreto tan inverosímil y forzado como el del Trovador pero nunca habíamos presenciado una sucesión de proyecciones en las que se presenten figuras y bocetos a medio camino entre el cómic y los miserables, con corazoncitos en los que se lee L+L y L+M, mariposas, cuervos y todo tipo de metáforas pueriles supuestamente referenciadas a aspectos clave de la obra. La aparición de notas musicales cuando Leonora entona el "dolci s'udiron e flebili gli accordi di un liuto" o que ésta grabe las iniciales L+M en un tronco justo antes del "di tale amor che dirsi" rozó lo sonrojante y leves carcajadas pudieron claramente oirse en la sala. El ubicuo tanque que representa al ejército de Luna o la caravana donde malvive Azucena en un poblado gitano más propio de la Carmen de Bieito terminan por aniquilar visualmente a un espectador que siente la imperiosa necesidad de cerrar los ojos y concentrarse en la música y las voces ante la sucesión de sinsentidos que deberia presenciar de no hacerlo. Únicamente el último acto logra salvarse ligeramente del despropósito generalizado, con una omnipresente referencia al "rogo" y una iluminación algo más acertada.

   La representación que nos ocupa suponía un doble debut en la ROH por parte de los dos protagonistas, Anna Pirozzi y Gregory Kunde. La soprano napolitana recibió una calurosísima ovación por parte del público, con intensos aplausos tanto durante el transcurso de la obra como en los saludos finales lo cuál ha evidenciado como acierto su inclusión hace meses en el cast tras la sustitución de la inicialmente anunciada Carmen Giannatasio. La carrera de Pirozzi en los últimos 3 años ha sido fulgurante, siendo la Abigaille del Nabucco su rol fetiche y probablemente el que más haya cantado. Poseedora de un material de indudable calidad y evidente italianidad encuentra un arma infalible en un tercio agudo que se proyecta de forma insultante y que adquiere unas connotaciones de squillo y acero dignas de admiración y elogio. A ello se suma el hecho de que aún contando con un instrumento de gran volumen es capaz de recurrir a pianos de bella factura y arriesgada ejecución, como pudimos comprobar en su "d'amor sull'ali rosee" del cuarto acto o includo antes en su gloriosa frase "deggio volgermi a quei" y el posterior "e deggio, e posso crederlo". La versión ofrecida abría todos los cortes convencionales por lo que asistimos a un 'di tale amor che dirsi" a dos vueltas, así como el "tu vedrai che amore in terra" también a doble vuelta tras el Miserere en el último acto. Pirozzi es una dramática de agilidad con un restallante sobreagudo por lo que bordó ambos números aparte de introducir algunas notas de lucimiento en el duo con Luna y en la propia cabaletta del cuarto acto.

   Con 62 años cumplidos el pasado 24 de febrero el norteamericano Gregory Kunde ha saldado otra cuenta pendiente e inexplicable con la ROH, teatro en el que aún no había debutado. Kunde ha cosechado un nuevo éxito totalmente merecido. Es complicado seguir dedicándole adjetivos al americano ya que aficionados y críticos hemos podido ser testigos en España de prácticamente la totalidad del nuevo repertorio que ha ido incorporando a su renaissance como tenor lírico-spinto y ya es mucho lo que se ha escrito acerca de Kunde como fenómeno vocal y como artista con desbordante pasión y amor hacia su trabajo que le impulsa en esta nueva e inesperada madurez dorada a afrontar todos aquéllos papeles que jamás creyó que podrían adaptarse algún dia a sus condiciones vocales. Su generosidad, entrega e innata musicalidad siguen siendo patentes sobre el escenario, con un "di quella pira" marca de la casa, a doble vuelta y con solventes variaciones y un do 4 que aún está perfectamente asentado en su garganta aunque seguimos opinando que si lo mantuviera en la vocal "a" en lugar de pasar a la "i" casi de inmediato lograría un sonido algo más brillante. Kunde siempre se entrega a la dramaturgia y se pliega a la dirección escénica, aunque resulte algo ridícula en esta producción. Especialmente elogiable el "mal reggendo" del segundo acto y el "ha quest'infame l'amor venduto" del cuarto.

   El Conde de Luna fué interpretado en esta ocasión por el barítono inglés Christopher Maltman, cuya victoria en el Cardiff Singer of the World de 1997 marcó el inicio de su trayectoria profesional. Maltman debutaba el rol en esta producción y en nuestra opinión debería mantenerse alejado no sólo del personaje de Luna sino también de cualquier obra del compositor de Busseto. No es la suya una vocalidad que se adecúe en lo más mínimo a la escritura verdiana por más que se trate de un material rotundo, denso y sonoro. Pero la falta de genuina italianidad, del emitir sul fiato, lo brusco de su fraseo y la dudosa afinación con la que nos castigó en más de un pasaje (insultante en su salida "tace la notte") recomiendan que siga con sus Don Giovanni, Nozze di Figaro, Così fan tutte y Flauta mágica. Lo vemos incluso mucho más adaptado al repertorio wagneriano (Friedrich, Wotan, Holländer, Amfortas) por color y cualidades tímbricas. Es curioso seguir constatando que el público inglés no parece identificar que un artista esté fuera de repertorio y las ovaciones fueron monumentales. No sabemos si la clave es su nacionalidad, el hecho de que haga ruido o que sencillamente es un teatro no muy exigente en el que ser director de casting es un trabajo sumamente relajado y agradecido. No nos olvidemos que la ROH también ha sido feudo de voces como la de Marina Poplavskaya o Eglise Gutiérrez, prácticamente desaparecidas en la actualidad.

   La mezzo rusa Marina Prudenskaya ya participó en la controvertida producción de Phillip Stölzl para la Staatsoper de Berlin junto a Domingo y Netrebko hace tres años y esta función de Trovatore supone también su debut con la ROH. La rusa ofrece una figura alta y estilizada, algo que no es habitual presenciar en las intérpretes de Azucena, y que resta credibilidad escénica a su papel de madre en contraposición al Manrico de Kunde. Vocalmente se aprecia cierto entubamiento en toda su extensión, faltándole la rotundidad necesaria en el grave para dar la requerida relevancia a momentos como el "sul capo mio le chiome sento drizzarsi ancor", el "deh rallenate o barbari" o el "ah, chi mi toglie a spettacolo sì atroce". Interpretación correcta pero con un timbre algo genérico y falto de verdadero empaque y generosidad.

   El suntuoso material del ya veterano Maurizio Muraro resultó más que adaptado a la escritura de Ferrando, logrando un racconto inicial incisivo y con una presencia vocal muy considerable en la que los nervios le traicionaron incluyendo el texto de la segunda estrofa en la primera aunque supo solucionarlo de la mejor manera posible en estos casos, esto es, sin inmutarse, aunque ello suponga que el bambino resultase bruciato dos veces.

   De buena proyección y adecuado timbre el Ruiz del coreano David Junghoon Kim, quién dotó de mayor enjundia de la habitual a su frase "per man de'barbari accesa è già la pira". También a buen nivel la Inés de la australiana Lauren Fagan, con un interesante "che più t'arresti, l'ora è tarda, vieni" y bien matizado el "ah dunque, tu per sempre ne lasci".

   Nos esperábamos algo más de la lectura de Gianandrea Noseda al frente de la Orquesta de la ROH. Como es habitual en él suele jugar mucho con la variación de los ritmos y así los primeros acordes se suceden con una velocidad vertiginosa así como el 'sul orlo dei tetti" que ocasionó un ligero descuadre con el coro. No obstante la distancia con Pappano a la hora de conseguir la imbricación dramática y teatral con el escenario sigue siendo evidente para el que escribe. Respecto al coro de la ROH es justo reseñar el trabajo de la sección femenina en "ah se l'error t'ingombra" así como el buen empaste de los hombres en "squilli, echeggi". A muy buen nivel el "Miserere" del cuarto acto.

Fotografías: Clive Barda

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