CODALARIO, la Revista de Música Clásica
Está viendo:

Crítica: Thielemann, Piotr Beczala, Evelyn Herlitzius y Anna Netrebko protagonizan una inolvidable versión de'Lohengrin' de Wagner en la Semperoper Dresden

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp
Autor: Raúl Chamorro Mena
24 de mayo de 2016

"Inolvidable representación de Lohengrin la que pudo presenciarse y que constituye para quien escribe estas líneas, el mejor Wagner visto en vivo después de más de 27 años asistiendo a representaciones operísticas".

LOHENGRIN PARA LA HISTORIA

Por Raúl Chamorro Mena
Dresde, 22-V-2016, Semperoper. Lohengrin (Richard Wagner). Piotr Beczala (Lohengrin), Anna Netrebko (Elsa von Brabant), Evelyn Herlitzius (Ortrud), Tomasz Konieczny (Friedrich von Telramund), Georg Zappenfeld, (Heinrich der Vogler), Derek Welton (Heerrufer des Königs). Sächsischer Staatsopernchor Dresden. Sächsische Staatskapelle Dresden. Director Musical: Christian Thielemann. Directora de Escena: Christine Mielitz.

   Aproveché la mañana soleada del pasado Domingo en Dresde para visitar la Lukas Kirche, lugar donde se han realizado las grabaciones discográficas de la Staatskapelle Dresden, legendaria orquesta, la más antigua del mundo y que ha mantenido durante tanto tiempo su personalidad, su inigualable calidad, peculiar sonido y carácter único. En dicho recinto puede contemplarse una exposición fotográfica de sus más míticas sesiones de grabación: Die Meistersinger con Karajan, la Elektra con Karl Böhm, Inge Borkh y Jean Madeira (primera grabación oficial en estudio de la obra), la Salomé de Ozawa con Jessye Norman… en fin, fotografías con Colin Davis, Rudolf Kempe, Herbert Blomstedt, Edith Mathis

   Por la tarde, esta orquesta así como el Staatsopernchor Dresden realizaron toda una exhibición de sus excepcionales calidades, así como su afinidad ideal con el Lohengrin de Wagner, ópera romántica alemana tributaria principalmente de Carl Maria von Weber y su Euryanthe, aunque contiene ya, sin duda y abundantemente, el sello propio del genio de Leipzig.

   Inolvidable representación de Lohengrin la que pudo presenciarse y que constituye para quien escribe estas líneas, el mejor Wagner visto en vivo después de más de 27 años asistiendo a representaciones operísticas.

   Si una orquesta como la Staatskapelle, de sonido bello, refinado, luminoso y transparente donde los haya, es dirigida con la inspiración sobrehumana con la que Christian Thielemann abordó la obra, el resultado bordea lo sublime y hasta el umbral del aturdimiento auditivo ante tanta belleza y esplendor tímbrico. Ese brillo áureo y caleidóscopico, esas mil luces cegadoras, así como la gama infinita de colores y gradaciones dinámicas estuvieron acompañadas de una tensión flamígera, de un sentido de la progresión dramática insuperable, de una creación de atmósferas y contrastes de intensidades verdaremente deslumbrantes. Pudimos escuchar más que un acompañamiento al canto, el mimo hacia los cantantes –los protagonistas debutaban sus papeles y en el campo wagneriano-, con una orquesta capaz de plegarse a primorosos susurros, a la más subyugante expresión lírica, al mínimo detalle, y al mismo tiempo, de sacar músculo sonoro cuando así se requiere y subrayar los momentos de mayor intensidad y dramatismo. Esos violines en deslumbrante pianísimo del inicio quedaran para siempre en nuestra memoria, así como el concertante del acto primero, perfectamente balanceado y en progresión, el acompañamiento al duo Elsa-Ortrud del acto segundo, el preludio del tercero… En  fin, Thielemann demostró que cuando alcanza este grado de inspiración, no tiene rival en este repertorio.

   Si excelente y memorable fue la prestación orquestal qué decir del coro, perfectamente capaz de emitir las notas más extremas de manera admirable manteniendo en todo momento un sonido perfectamente empastado, resplandenciente, dúctil, sedoso y pródigo en matices.

   Esta fascinante representación contó, por supuesto, con un espléndido reparto encabezado por una Anna Netrebko en plan diosa, que certificó con matrícula de honor su debut en el campo wagneriano con una magnífica Elsa de Brabante. En primer lugar, en el aspecto canoro y en perfecta comunión con la batuta, desde la Cheryl Studer de sus buenos años no se ha escuchado una Elsa tan bien cantada. El timbre bellísimo y personal de la rusa, ese esmalte atractivísimo, reconocible al instante, ese sonido cada vez más amplio, ancho y caudaloso, llenaron el estupendo recinto y lo engalanaron con un impecable canto legato, magníficos reguladores de intensidades y un fraseo tan cuidado como pleno de efusión lírica. Inolvidables su escena del primer acto, las frases del balcón del segundo y las del dúo del tercero. En segundo lugar, la Netrebko alcanzó un grandísimo nivel en el aspecto interpretativo y expresivo. Todas las facetas de Elsa de Brabante, la ensoñadora y afable, la desconfiada e insistente a la que Otrud ha inoculado el veneno de la sospecha y del recelo, también su lado más enérgico, y todo ello sin arredrarse ante un animal escénico de la talla de Evelyn Herlitzius, impresionante Ortrud capaz de anular sobre un escenario a cualquiera que no reúna el carisma y resortes comunicativos y expresivos de la diva rusa.

   Efectivamente, el fabuloso papel de Ortrud (que la propia Netrebko calificó como “el mejor de la ópera” en su alocución y saludos al público que había presenciado la ópera en la pantalla dispuesta en la plaza de la Ópera), no pudo tener mejor y más incandescente intérprete que la Herlitzius. Desde que pisa el escenario se implica en el personaje (realmente inolvidable verla en la escena del duelo como una especie de leona encadenada detrás de su esposo y como queriendo lanzarse a ayudarlo) con una gama de gestos y recursos expresivos ilimitada. Su sonido potente, pleno de metal, potencia y expansión junto a ese temperamento volcánico provocaron que la escena del acto segundo en que invoca a los Dioses paganos hiciera temblar hasta los cimientos del teatro y completar un fabuloso dúo en el acto segundo con Netrebko. Ese acto culminó despúes de una tensión casi insoportable con el maravilloso momento en que una mayestática y estremecedora Herlitzius se coloca en el centro del escenario de espaldas al público y frente a la pareja Lohengin-Elsa que ascienden la escalera del templo para sus esponsales. En el momento en que la orquesta ataca de forma sublime el leitmotiv de la pregunta prohibida, la Netrebko gira 180 grados su cabeza y fija la mirada en Ortrud durante unos segundos inacabables mientras del foso salía una fascinante combinación de oro y fuego. Mientras escribo aún me estremezco evocando el momento.

   Apreciable también el debut como Lohengrin del tenor polaco Piotr Beczala, de calibre vocal muy justo para el papel, pero muy cuidado también por la batuta. Su canto, siempre musical, con un fraseo cuidado y de indudable buen gusto, se ve lastrado por la falta de fantasía, de incisividad y de contrastes, además de su escaso carisma. Asimismo,  las notas agudas, especialmente los muchos la naturales que contiene su parte, resultaron faltos de metal y y expansión tímbrica. Tomasz Konieczny combina rudeza y expresión plebeya con una emisión poco ortodoxa, siempre con esa sensación de estar cada sonido colocado en un sitio, pero lo compensa con abundantes decibelios e intensidad dramática en un Telramund lejos del habitual pelele en manos de Ortrud que vemos tantas veces. No destaca el material vocal del bajo Georg Zappenfeld por su rotundidad y amplitud, pero el cantante sí  por su musicalidad y sentido del fraseo en una muy noble encarnación del Rey Enrique. Algo apagado y mate, pero siempre dentro de una saludable corrección, el heraldo de Derek Welton.

   Por si fuera poco, se pudo presenciar una producción de las que sirve a la obra y no al contrario. Un montaje a cargo de Christine Mielitz a contracorriente de lo que se estila actualmente y mucho más en Centroeuropa. Tuve que frotarme los ojos ya que hubo cisne, armadura plateada, balcón, trajes bellísimos (¡¡¡Ni una gabardina!!! -cualquiera que mirara al escenario comprendía que estaba ante una representación de ópera, algo insólito en la mayoría de puestas en escena actuales), nada de “dramaturgías paralelas”  todo ello con un movimiento escénico eficaz que posibilitaba el canto y el desempeño tanto vocal como expresivo de los intérpretes. Desde algunos sectores hablarán de montaje “muy clásico”, “simplón” o hasta “casposo”, pero quien escribe estas líneas lo agradece profundamente. No hubiera perdonado que ante semejante nivel musical y vocal, una producción eurotrash me hubiera sacado de la obra desde el comienzo. De esta manera, pudo disfrutarse lo que siempre ha sido el ideal de una gran representación de ópera y siempre debería seguir siendo: unos excelentes cuerpos estables, un director musical en estado de gracia, unos cantantes de gran nivel y una producción que sirve a la obra, la expone con claridad respetando todo su espíritu y esencia, sin libros de instrucciones, sin extraños “Konzept” que se sirven de la creación ajena. Gracias Señora Mielitz.

Fotografía: Daniel Koch.

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp

Compartir

<< volver

Búsqueda en los contenidos de la web

Buscador

Newsletter

Darse alta y baja en el boletín electrónico