Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 25-V-2018. Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial. Viaje a las sensaciones. Concierto A/19. Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE. I Crisantemi, de Giacomo Puccini; Il Tramonto, de Ottorino Respighi, para mezzosoprano y orquesta: María José Montiel (mezzosoprano); Messa di Gloria, Giacomo Puccini: Gianluca Terranova (tenor), Nicola Alaimo (barítono). Miguel Ángel Gómez Martínez, director.
Al comienzo del concierto, se disfrutó de la bellísima, triste y sintética I crisantemi, obra de un joven Giacomo Puccini (1858-1924). Destacó la lectura matizadísima y quintaesenciada de un Gómez Martínez que llevó en volandas, dirigiendo siempre de memoria, a la empastadísima sección de cuerdas de la ORTVE, dotando a toda la malla sonora de la transparencia necesaria para apreciar, entrecruzadas, las claras melodías de los violines y los funestos juegos graves de los contrabajos, permitiendo a las violas significarse en su soporte –o puente armónico– de semicorcheas, de modo que en todo momento se destiló el lirismo y la melancolía como un todo continuo, aromático.
A continuación, la mezzosoprano María José Montiel (1968), dio voz a Il Tramonto, de Ottorino Respighi (1879-1936), obra compuesta en 1914, que se puede catalogar como una cantata breve o canción sinfónica –a la manera italiana antigua–, para voz y orquesta de cuerda. El poema original de Percy Bysshe Shelley (1792-1822), The Sunset, data de 1816 –traducido al italiano por Roberto Ascoli–, y versa sobre los avatares de una pareja joven. Escrito en un estilo gótico, desolado y funesto, el poema comienza de una manera tranquila y reflexiva. Se describe la muerte de un joven, como un acontecimiento bello y romántico. Luego se nos muestra al joven caminando con su amor a través del campo bajo la luz del sol crepuscular. El comienzo de la segunda estrofa mantiene el dulce tono del poema, describiendo la noche de amor de la joven pareja. Pero luego, abruptamente, la mujer se despierta y encuentra a su amante frío, muerto, en sus brazos. El resto del poema describe el sufrimiento de la mujer, que se lamenta mientras espera la paz en la muerte.
La versión que ofrece Montiel, no exenta de teatralidad, nos narra puntualmente la historia anteriormente expuesta aplicando en cada momento el punto necesario de expresividad, de modo que se ajustó como si fuera otro instrumento más, recitando el poema a la manera de un ‘arioso’. Nuestra mezzo exhibió en todo momento una voz de gran empaque y belleza, de enjundiosos armónicos, y recreada a placer a través del intrincado y ágil texto. En perfecta comunión con la parte orquestal –que también ayuda a describir el ambiente que cuenta el texto y expresa los sentimientos de los dos personajes–, y con Gómez Martínez siempre muy pendiente desde el podio, supo insuflar un canto de matizados fraseos en messa di voce, así como emisiones muy timbradas en las notas agudas, siempre mediante etéreas evoluciones sobre dinámicas piano o mezzopiano. De igual forma, supo acomodar su registro grave a las expresividades más oscuras, duras o acentuadas del texto y la partitura, aquellas que ocurren en presencia de la muerte, dotando a la interpretación –como pide la obra– de una bella dualidad a caballo entre lo humano y lo místico, entre lo terrenal y lo transcendente o entre lo íntimo y la naturaleza circundante durante el crepúsculo.
En la segunda parte se ofreció la Messa di Gloria, compuesta por Puccini como ejercicio de graduación cuando contaba tan solo con 22 años. Ciertamente, su carácter grandilocuente, y con una estructura que no cumple a rajatabla con las secciones habituales de las misas cantadas la hacen si cabe más atractiva para la programación concertística. En sus secciones principales (Kyrie-Gloria-Credo-Sanctus-Benedictus) se van entretejiendo otras otorgadas a los solistas y al coro. El tenor Gianluca Terranova (1970), que realiza actualmente una ascendente carrera por teatros importantes exhibió una voz franca, de lírico ligero, con volumen apreciable y sonidos timbradísimos en sus intervenciones: como solista en el Gratias agimus tibi; en la parte del Et incarnatus est, junto con el coro, así como con el dúo con el barítono en el Agnus Dei. El barítono Nicola Alaimo, con medios vocales un tanto menguados en relación a los volúmenes puestos en juego por el tenor, la orquesta y el coro, realizó una discreta –por poco audible- intervención en el Crucifixus y una lectura muy atenorada en el Benedictus, lo que motivó que su timbre no contrastara con el de su colega. El Coro de RTVE lució sus mejores galas en las partes fugadas, atendiendo a los bríos demandados por Gómez Martínez, si bien entendemos que penalizó en su capacidad de matización en las dinámicas forte, además de observarse algunos desajustes en las entradas protagonizadas por la cuerda de mezzos-contraltos.
Un concierto, en suma, muy del gusto del público, variado en sensibilidades, compendio de las mejores esencias de la música italiana, acumuladas y recogidas como legado histórico por compositores como Verdi, Respighi, o Puccini y que nos reconfortan –mediante sentimientos equidistantes– con delicias que palpitan entre lo humano y lo divino.
Fotografía: Orquesta y Coro RTVE.
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