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Crítica: El Cuarteto de Lepizig en las Series 20/21 del CNDM

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Autor: David Santana
30 de abril de 2019

Colores y timbres para una despedida

Por David Santana / @DSantanaHL
Madrid. 27-V-2019. Auditorio 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Centro Nacional de Difusión Musical [Series 20/21]. Cuarteto de Leipzig. Cuarteto de cuerda, op. 75 de Hanns Eisler; Cuarteto de cuerda nº 9 “In memoriam Miguel de Cervantes” de Cristóbal Halffter; Cuarteto de cuerda nº 4 “für Aina” de Antoni PareraFonsy Cuarteto de cuerda nº 3 “Anájikon, the Angel in the Blue Garden”, op. 61 de KonstantiaGourzi.

   Hay mucho de lo que hablar de este último concierto del Ciclo Series 20/21 del CNDM, así pues, saltémonos el preámbulo y ataquemos directamente al plato fuerte de la velada: el estreno del Cuarteto de cuerda nº 4 “für Aina” del compositor mallorquín Antoni Parera Fons. Esta pieza supone todo un tratado de la escritura para cuarteto del siglo XXI, tiene de todo, movimientos veloces y taquicárdicos y largos y meditativos soli, todo ello bañado por el Mediterráneo, especialmente el Petit vals –el segundo movimiento– en el que la sonoridad popular se vuelve más potente. Lo cierto es que en este aspecto, las obras escogidas para el concierto final del CNDM nos dejan un mensaje muy potente: la vanguardia no tiene por qué estar reñida con lo popular ni con la melodía. Innovadores son, por ejemplo, los colores que Stefan Azberger es capaz de sacar a su violín, desde un agudo brillante y metálico hasta un grave aterciopelado y profundo. También es nuevo que la viola se convierta en instrumento protagonista del cuarteto al comienzo de los dos últimos movimientos, pero claro, como desaprovechar el talento de un músico como Ivo Bauer que derrochó expresividad en sus alegatos. Pero eso también tiene algo de tradición, ¿no? Me refiero a lo de hacer música que, mediante el intérprete adecuado pueda apasionar, emocionar y esas cosas que tanto se echan en falta en esa música que llaman «experimental». Lo cierto es que uno sale con optimismo después de escuchar a Perera Fons, las cosas se están haciendo bien.

   Tampoco es el primer español que hace las cosas bien, ahí teníamos al gran Joaquín Rodrigo, cuya figura debemos defender con empeño como uno de los grandes compositores del siglo XX, la obra de Cristóbal Halffter –tal vez me equivoque¬– pero creo que tiene algo de la música de Rodrigo. Al menos, y de esto estoy seguro, es menos experimental que otras obras suyas. La obra es muy hermosa de principio a fin, con unos contrastes magníficos que hacen que uno desee saber qué va a pasar en la nota siguiente, pero hay un momento que resulta sublime: el cuarteto comienza a tocar una melodía que nos traslada al barroco, pero un violín se queda con una nota mantenida creando una sonoridad única en la que se desdibujan los términos «disonancia» y «consonancia».


   No podemos obviar el Cuarteto de cuerda, op. 75 de Hanns Eisler el cual, a pesar de pertenecer a la escuela dodecafónica resulta muy agradable de escuchar pues la música fluye con mucha naturalidad  hasta que casi parece sencillo, nada más lejos de la realidad ya que, para interpretar este tipo de obras el cuarteto debe funcionar con la precisión de un reloj suizo.

   La última obra que nos pretendía brindar el ciclo Series 20/21, el Cuarteto de cuerda "Geste zuVedova” no pudo ser escuchado y se sustituyó por otra pieza para la misma formación: el Cuarteto de cuerda nº 3 “Anájikon, the Angel in the Blue Garden”, op. 61 de Konstantia Gourzi. Todo un acierto, si se me permite el atrevimiento, ya que nos permitió disfrutar de magníficos timbres y colores que creaban contrastes entre el violonchelo que marcaba el «tic-tac» y el violín que lo mismo era dulce que se volvía oscuro y tenebroso en un registro grave en el que Arzerberg también supo desenvolverse con soltura. En el tercer movimiento The Blue Moon el cello de Mathias Moosdorf se convirtió en guitarra mientras los violines y la viola lloraban con gran lirismo en un melancólico registro medio del instrumento. Una vez más volvimos a escuchar el bajo con el tema. Fue un bello canto de cisne: la melodía del cuarteto, el cuarteto de la velada y la velada de todo el ciclo de música.

Foto: CNDM

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