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Crítica: Dawid Runtz y Jesús Reina con la Filarmónica de Málaga

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Autor: José Antonio Cantón
17 de octubre de 2022

El violinista español Jesús Reina pone sonido al Segundo concierto para violín y orquesta en re menor, Op. 22 de Henryk Wieniawski en la temporada de la Filarmónica de Málaga

Dawid Runtz y Jesús Reina con la Filarmónica de Málaga

 Palpitante interpretación de Jesús Reina

Por José Antonio Cantón
Málaga, 13-X-2022. Teatro Cervantes. Orquesta Filarmónica de Málaga. Solista: Jesús Reina (violín). Director: Dawid Runtz. Obras de Cesar Franck, Stanislaw Moniuszko y Henryk Wieniawski.

   El tercer concierto de la temporada de abono de la Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM) presentaba varios alicientes que influyeron en una mayor afluencia de aficionados: en primer lugar, se difundían obras a dos destacados compositores románticos polacos como fueron Moniuszko y Wieniawski desde la idiomática lectura de un joven director nacido en el mismo país, Dawid Runtz, con una carrera en creciente valoración y prestigio, que garantizaba el lenguaje musical de sus compatriotas y, en tercer lugar, la actuación del violinista malagueño Jesús Reina, uno de los intérpretes más relevantes que ha dado en su historia la capital «costasolense».

   Para entrar en acción, el director quiso abrir el programa con la página orquestal Mazur en mi bemol mayor, una danza perteneciente a la ópera Halka, ISM 17 de Stanislaw Moniuszko, que incluía la orquesta por primera vez en su repertorio. Su carácter saltarín bien expuesto por el maestro estimuló la predisposición perceptiva del auditorio dada la fogosidad de su ritmo y el carácter pegadizo de sus melodías de  raíz popular, que servían de manera excelente para el acoplamiento del instrumento orquestal.

   Éste se percibió más exigido en la obra concertante en la que Jesús Reina se erigió en protagonista absoluto. Con un sólido virtuosismo convertido en vehículo de puro lirismo, inició los primeros compases del Segundo concierto para violín y orquesta en re menor, op. 22 de Henryk Wieniawski, también por vez primera en el repertorio de la OFM, haciendo gala de un pulsante romanticismo que contrastaba con el velado canto con el que la orquesta abre la obra, que el solista expresó con enorme dulzura cuando, retomándolo, se adentró en el movimiento, llevando al violín a su mejor tono sonoro, ese en el que aflora toda la riqueza de sus armónicos. De esta manera fueron calando en el oyente los dos temas que sustenta la estructura del primer movimiento, un Allegro moderato de alto desarrollo técnico para el solista, y adentrarse, después de un expresivo enlace a cargo del clarinete, en la preciosa Romanza que le sigue, y que Reina cantó, misteriosamente, como si no existiera el violín y fuera sólo éste, dado su gran dominio del instrumento, un imaginado intermediario necesario. Después de la forma ardiente de hacer la cadencia preparatoria del último movimiento, prefigurando concisamente su contenido, el solista desarrolló todo su potencial artístico en el final de la obra combinando su magnífica técnica con su vibrante temperamento emocional, que le llevó a alcanzar una gran expresividad de sonido en el violín, producto de su precisa capacidad de afinación, excelente flexibilidad  con el arco y esa facultad, tan difícil en todo instrumentista como es imitar a la voz humana como absoluta referencia expresiva, cualidad ya apuntada anteriormente al referirme a su recreativo modo de hacer la Romanza.

   Ante la entusiasta reacción del auditorio y a modo de sereno contraste, ofreció como bis la melodiosa música que contiene el tercer movimiento, Andante, de la Segunda sonata para violín solo en la menor BWV 1003 de Juan Sebastián Bach, haciendo toda una exhibición de la técnica de la doble cuerda para alcanzar ese secreto que plantea el autor de crear una fluida melodía acompañada en su continuidad por la presencia de un efecto de bajo que hace tan mistérica esta sublime página.

   El maestro Dawid Runtz aportó sus mejores capacidades conductivas a la versión que realizó de la Sinfonía en re menor, FWV 48 del compositor belga Cesar Franck, que ocupaba la segunda parte del programa. Así, supo controlar el indeciso inicio del primer tiempo, hasta llegar a su contundente conclusión que desarrolló con gran determinación de gesto. Supo indicar con soltura esa mezcla de reposo y ansiedad que contiene el Allegretto central, clara muestra de su gran escuela y experiencia musical, que le llevan a ser una futura figura que está emergiendo en el ejercicio de la actividad que está desarrollando como director titular de la Filarmónica de Zagreb y máxima responsabilidad en la Dirección Principal y Artística de la Ópera Real de Polonia. Su actuación alcanzó su cénit en el discernimiento temático que aplicó al Allegro non troppo final, contrastando la reaparición de todos los motivos más relevantes que se habían producido a lo largo de la obra, modo que llevaba al oyente, inconscientemente si se quiere, a percibir ese sentido cíclico que pretende Franck en esta sinfonía, que puede considerarse a su vez como culmen orquestal de cromatismo romántico.

Foto: Filarmónica de Málaga

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