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Ante el estreno en España de 'Die soldaten'. Por qué no te lo debes perder

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
13 de mayo de 2018

"Si hace un par de temporadas, la programación de Moses y Aaron de Arnold Schonberg pudo suponer la licenciatura del Teatro Real como casa de ópera, Die Soldaten puede suponer su doctorado".

Ante el estreno en España de ´Die soldaten´. Por qué no te lo debes perder

   Por Pedro J. Lapeña Rey
Tras cincuenta y tres años de espera, por fin se estrena en España Die Soldaten, la única ópera del compositor alemán Bernd Alois Zimmermann. La noticia en sí nos entusiasma a unos cuantos, pero probablemente no le dirá nada ni al común de los mortales, ni a una parte muy importante de los melómanos habituales.

   Es bastante común calificar como histórico cualquier acontecimiento que se sale de la norma: el estreno de una obra nueva, el reestreno de otra que tuvo una presencia efímera en los escenarios, o simplemente la programación de una que se programa poco. Hemos tenido varias en los últimos tiempos, y sin salirnos de la ópera, ni de esta temporada, ni del propio Teatro Real, podemos considerar Dead man walking o El pintor ejemplos de estreno,  la reciente Gloriana un estreno en Madrid y casi un reestreno a nivel mundial, y Lucio Silla un ejemplo de obra que se programa poco. Es verdad que todos ellos tienen algo de histórico y son acontecimientos en sí mismo.

   Sin embargo, con Die Soldaten tenemos mucho más. Es un acontecimiento en sí por muchos motivos, que vamos a ver someramente. No se trata de aplastar con miles de razones y de datos que terminen aburriendo, sino de tocar la fibra de los indecisos para que les entre la curiosidad de acercarse al teatro y no perderse esta ocasión que puede ser única. Nos centraremos en tres cosas fundamentales. La calidad de la música, la del texto, y la complejidad del montaje.

   En realidad, es imposible tratar cada tema por separado, ya que Die Soldaten utiliza técnicas vanguardistas –dodecafonismo–, o que siempre se han visto así aunque sean del S.XVIII –Sturm und Drang-tormenta e ímpetu–. Con ellas alcanza el punto culminante, al menos hasta el momento de su composición, del Gesamtkunstwerk - obra de arte total” que fue la razón de ser de Richard Wagner. Éste aspiraba a juntar y conectar música, danza, poesía, pintura, escultura y arquitectura, bajo un mismo techo. La ópera ya no volvió a ser lo que era tras él. En el S.XX, personajes como Sergei Diaghilev y Vsévolod Meyerhold lo llevaron a la danza y al teatro.

   Pero ninguno llegó a tanto como Zimmermann en Die Soldaten. Compone una de las obras cruciales de la historia musical del siglo XX. Una obra dura, de gran violencia, una de las mejores y más contundentes expresiones del horror humano de toda la historia del arte occidental.

   Musicalmente, la obra es una especie de gran singspiel que utiliza de forma habitual el canto parlato Sprechgesang. Continuación natural de la segunda escuela de Viena –la influencia del Wozzeck de Alban Berg es evidente–, es verdad que utiliza un lenguaje vanguardista, serialista y basado en la escala de las 12 notas, pero por otra parte, no reniega ni del jazz ni de la música de cabaret. Ni siquiera de las citas a clásicos como el canto gregoriano o como Johann Sebastian Bach. Zimmermann imbrica todo con maestría de tal manera que asegura una continuidad dramática total, a pesar de las múltiples escenas situadas en distintos lugares.

   Teatralmente, Zimmermann redacta el libreto sintetizando con gran fidelidad la obra Los soldados del escritor alemán del SXVIII Jakob Lenz.  Este fue uno de los autores claves del movimiento Sturm und Drang, considerado el precursor del romanticismo, que primaba la subjetividad individual sobre el racionalismo de la Ilustración, y que primaba la libertad de expresión de los autores. Tuvo una influencia enorme durante el S. XIX y principios del S.XX, entre otros sobre Georg Büchner -autor de Wozzeck y de La muerte de Danton que llevarían a la opera Alban Berg y Gottfried von Einemrespectivamente- , y Frank Wedekind, el autor de Lulú.

   Estrenada en 1965, la obra va a contracorriente. Cuando Europa salía adelante tras el horror de la Segunda Guerra Mundial y vivía una etapa de esperanza, idealismo y consolidación de la democracia, Zimmermann nos devuelve al fango. Según él mismo manifestó, su punto de referencia inmediato no fueron ni el drama de clases, ni el aspecto social, ni siquiera la crítica de la “posición del soldado” (tan atemporal anteayer como pasado mañana), sino la relación de cómo todas las personas de la época entre 1774-75, los soldados que describe Lenz, se ven ineludiblemente en una situación forzada, inocentes más que culpables, impulsados a la violencia, al asesinato y al suicidio y, en última instancia, a la aniquilación del orden existente.

   Con una pericia encomiable, no hay tema escabroso que no trate con maestría: el abuso, el sometimiento, los celos, las relaciones padre-hijo, la indiferencia, el engaño o la autodestrucción. Todo ello se traduce en el personaje de Marie, la protagonista, una adolescente ambiciosa, de buena familia, que quiere ascender en la jerarquía social, pero que según avanza la historian, se va hundiendo cada vez más. Su inocencia adolescente acaba en manos de unos soldados, que en esa época no podían casarse para no tener que repartir su servicio al rey con su vida conyugal. Termina mendigando en las calles y ni su propio padre la reconoce cuando se le acerca para darle una limosna. Un regalo para una actriz-cantante que conjugue los momentos de sensualidad y luminosidad con los de fiereza y desesperación. Un papel que según la soprano canadiense BarbaraHannigan, excepcional interprete del personaje en la Opera Estatal de Baviera, y que ha hecho creaciones memorables de personajes similares como Lulu, o la Agnès de Written on skin, crece y crece en la adversidad. Al menos en la primera parte de la obra, se comporta como una adolescente libre y moderna,para irse hundiendo después. La Sra. Hannigan se preguntaba por lo que le ocurriría a Marie tras terminar la obra, y según ella, aunque herida, estaba segura que Marie encontraría su camino en la vida, y saldría adelante. A pesar de lo duro del personaje, su lenguaje musical es en muchos momentos claramente belcantista, por lo que no está al alcance de cualquiera.

   Con todo, lo que realmente es un tour de force es la complejidad de la obra. Cerca de 120 músicos instrumentistas, varias pantallas cinematográficas, varios planos de acción, alguno de ellos simultáneos, 16 cantantes solistas y 10 actores con personajes hablados. En su momento se consideró imposible de escenificar. Hoy en día, Die Soldaten sigue siendo una tarea impresionante, que puede marcar la mayoría de edad y la ambición de un teatro de ópera y de sus cuerpos estables. Si hace un par de temporadas, la programación de Moses y Aaron de Arnold Schonberg pudo suponer la licenciatura del Teatro Real como casa de ópera, Die Soldaten puede suponer su doctorado.

   Para la ocasión, el Teatro Real propone una puesta en escena de Calixto Bieito que ya se ha visto en la Operhaus de Zúrich y en la Komische Oper de Berlín. La probabilidad de poder ver una obra como esta es muy pequeña. Nos encontramos ante una ocasión de “ahora o nunca”. A priori, el lenguaje dodecafónico puede retraerte, pero si no te acobardas, el espectáculo global te deslumbrará. ¿Te lo vas a perder?

Foto:  Monika Rittershaus | Opernhaus de Zúrich

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