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Crítica: Triunfo español en la «Dinorah» de Meyerbeer de la Deutsche Oper de Berlín

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Autor: Raúl Chamorro Mena
11 de marzo de 2020

Triunfo español en Berlín

Por Raúl Chamorro Mena
Berlín. 7-III-2020. Deutsche Oper. Dinorah ou le pardon de Ploërmel (Giacomo Meyerbeer). Rocío Pérez (Dinorah), Régis Mengus (Hoël), Philippe Talbot (Corentin), Seth Carico (Un cazador), Gideon Poppe (Un segador), Nicole Haslett (Primera pastora), Karis Tucker (Segunda pastora). Orquesta y coro de la Deutsche Oper de Berlín. Dirección: Enrique Mazzola. Versión concierto.

   Dentro de la amplia aportación al teatro lírico por parte de Giacomo Meyerbeer, junto a la Grand Opera (por la que mayormente se le identifica), el melodrama italiano y la ópera seria, se sitúa la Opera comique, género en el que se encuadran L’etolie du Nord (1854) y Dinorah, que se estrenó en la Opera comique de París en 1859 con el título de Le pardon de Ploërmel (pueblo de Bretaña donde transcurre la acción), por lo que se trata de una de las últimas creaciones del compositor. La escasa popularidad que atesora esta ópera proviene de su versión italiana Dinorah y gracias al vals de la sombra que canta la protagonista en el segundo acto –pieza que ha sido interpretada por las más ilustres sopranos de coloratura-, todos los aficionados conocen la existencia de la obra, aunque no la hayan podido ver en vivo, ya que se programa muy raramente. La oportunidad de escuchar la obra completa nos la brinda la Deutsche Oper berlinesa en este miniciclo Meyerbeer engarzado de viernes a domingo de este mes de Marzo de 2020. La versión en concierto se antoja adecuada, dado lo absurdo del libreto y su escasa fuerza dramática.


   La cancelación de la soprano francesa Sabin Devieilhe, como consecuencia de su reciente alumbramiento, conllevó su sustitución por la soprano española Rocío Pérez, que, a su vez, ha sido miembro del ensemble del teatro. La madrileña logró un triunfo de ley cimentado en su exultante juventud, encanto escénico, feminidad y una sincera comunicatividad, manteniéndose en todo momento alejada de la cursilería que acecha a este personaje de Dinorah. Una muchacha a la que han abandonado en plena boda, pues su prometido ha marchado en busca de un tesoro y que, delirante, dialoga con una cabra y con su propia sombra. En lo vocal, Pérez exhibió un timbre, sin especial singularidad, pero lozano y cristalino de soprano ligera, bien timbrado y fácil en la zona alta, además de unos modos canoros refinados, imprescindibles en el canto francés. La soprano madrileña apoyada en una emisión muy flexible prodigó apreciables filados y una estimable coloratura, particularmente notas picadas, arpegios, escalas y efectos eco, no así los trinos (¡Cuesta tanto escuchar hoy día un trino como Dios manda!), que le garantizó una gran ovación en el vals de la sombra, pieza en la que se han prodigado, ya sea en concierto y/o en grabación, grandes divas de la historia. De María Barrientos y Mado Robin a Edita Gruberova, de Maria Callas a Natalie Dessay, de Elvira de Hidalgo y Mercedes Capsir a Joan Sutherland. Siempre es una alegría presenciar un triunfo de una cantante española, además merecido, pues fue con diferencia la mejor del elenco.


   En esta ocasión, el enamorado de la protagonista no es el tenor, sino el barítono, Hoël, que fue encarnado de forma pálida por Régis Mengus de timbre gris, descolorido, pobretón, sin extremos y proyección muy limitada. Muy rígido en escena, sin separarse del atril ni apartar la mirada de la partitura, el barítono francés cantó de manera tan correcta como monótona y anodina, por lo que hubo que lamentar, especialmente, el desaprovechamiento de una romanza tan bella como la del acto tercero «Ah! mon remords te venge». Timbre muy liviano el del tenor Philippe Talbot en el curioso papel de Corentin, pero dotó de intenciones a su canto, siempre en estilo, además de demostrar desenvoltura y vis cómica. Los miembros del ensemble de la Deutsche Oper, el siempre sonoro bajo Seth Carico y el fiable tenor Gideon Poppe realizaron un pequeño y satisfactorio cameo en el tercer acto como un cazador y un segador, respectivamente. Intachable, asimismo, la intervención de las dos pastoras Nicole Haslett y Karis Tucker, esta última becada por la New York Opera Foundation.

   Enrique Mazzola volvió a completar una estupenda dirección musical en lo que parece su consagración como valladar de la música meyerbeeriana. El músico nacido en Barcelona expuso la partitura orquestal con elegancia, primorosas tímbricas, hermosos detalles y sonido bello y radiante, sin asomo de pesantez, al contrario, con especial refinamiento y claridad en las texturas orquestales. Asimismo, igual que en El Profeta del día anterior se mostró siempre atentísimo a los cantantes. Espléndidos coro (empastado, dúctil, afinado) y orquesta. A destacar la intervención de las trompas en el comienzo del acto tercero, que dejaron a uno boquiabierto por brillo, seguridad, precisión y técnica, incluidos unos trinos deslumbrantes.  

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