Crítica de Magda Ruggeri Marchetti del concierto dirigido por Donato Renzetti dentro de la Temporada Sinfónica del Teatro Comunale
Fábula y danza en la música clásica
Por Magda Ruggeri Marchetti
Bolonia, 6-III-2025. Auditorium Manzoni. Temporada Sinfónica del Teatro Comunale. Sinfonía n. 4 en La mayor, op. 90 “Italiana” de Felix Mendelssohn. “Pavane pour une infante défunte”, “Le tombeau de Couperin” y “Ma mère l’oye” de Maurice Ravel. Orquesta del Teatro Comunale. Director: Donato Renzetti.
Donato Renzetti se cuenta entre los más célebres directores de orquesta de la escuela italiana, habiendo dirigido las orquestas más importantes del panorama internacional en los teatros más famosos del mundo. Durante treinta años ha enseñado dirección de orquesta en la Accademia Musicale de Pescara y de sus cursos han salido los mejores directores de orquesta italianos. La orquesta del Teatro Comunale le ha seguido disciplinadamente una vez más.
El concierto inició con la Sinfonía n. 4 “Italiana” de Mendelssohn, esbozada por el compositor durante sus estancia en Italia (1830-31) y estrenada en mayo de 1833 dirigiendo él mismo la filarmónica de Londres, siendo enseguida apreciada también por sus colores mediterráneos y la alegría que transmite. Su carácter se revela ya desde el primer movimiento (Allegro vivace), enunciado primero por las cuerdas, después por los clarinetes y los fagots seguidos finalmente de las flautas y oboes, ofreciendo una música decididamente alegre. El segundo movimiento (Andante con moto) es una canción nostálgica. El primer tema expuesto por las violas, oboes y fagots se alterna con los clarinetes para concluir en tono ensoñador. El tercer movimiento (Con modo moderato) es melódico, casi una danza entre el minueto y el vals. El movimiento más alegre de toda la sinfonía es el Saltarello final, que recuerda todos los temas y es vivaz y brillante, y evoca un episodio de la estancia romana de Mendelssohn cuando en un velada en Villa Medici la hija del director de la Academia de Francia tomó una pandereta y bailó aquella danza.
En la segunda parte de la velada se festejaron los 150 años del nacimiento de Ravel con tres de sus páginas famosas. El director decidió comenzar con la “Pavane pour une infante défunte”. Se trata de una composición juvenil creada para los príncipes de Polignac y está dedicada en efecto a la princesa Edmonde de Polignac. Comienza la trompa solista inmediatamente acompañada por las cuerdas, seguidas del oboe y el fagot para dar finalmente entrada al arpa y a toda la orquesta ofreciendo una música grandiosa. El mismo Ravel escribió que «no se trata de una deploración fúnebre por una joven que está muriendo, sino de la evocación de una pavana que habría podido bailar hace mucho tiempo aquella joven princesa en la corte de España».
El director propuso a continuación.”Le tombeau de Couperin”, estrenado en París en los Concerts Pasdeloup el 28 de febrero de 1920 y dirigido por Rhené-Baton. Cada una de las seis piezas, reducidas a cuatro en la versión para orquesta, está dedicada a la memoria de un amigo muerto en la Gran Guerra. No hay un clima fúnebre en la música porque “tombeau” tiene el significado antiguo de composición musical en honor de alguien. Ravel inicia con el Prélude, al que siguen tres tiempos de danza: la Forlane, el Menuet y el Rigaudon.
“Ma mère l’oye”, que cerró la velada, fue compuesta entre 1908 y 1910. Publicada en 1912 con dedicatoria a Mimie y Jean Godebski, hijos de amigos. Las cinco piezas infantiles fueron inspiradas por las fábulas de Charles Perrault y a continuación Ravel amplió y enlazó las piezas con interludios para un balet que le había encargado el Théâtre des Arts de Paris, componiendo una música colorista que le valió el primer éxito de su carrera.
En esta temporada sinfónica del Teatro Comunale la programación de transposiciones a la música clásica del floclore, la danza y fábulas populares parece seguir teniendo muy buena acogida. La sala estuvo al completo y el público obsequió al director y a la orquesta con largos aplausos.
Fotos: Andrea Ranzi
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