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Crítica: 'El holandés errante' de Wagner en el Teatro del Liceo de Barcelona bajo la dirección de Oksana Lyniv

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Autor: Robert Benito
6 de febrero de 2017

UN HOLANDÉS ERRANTE GRIS  

  Por Robert Benito
Barcelona. 26-V-2017. Gran Teatro del Liceo. Der Flieger Holländer, ópera romántica en tres actos, libreto y música de Richard Wagner. Intérpretes: Anja Kampe (soprano), Egils Silins (barítono) Daniel Kirch (tenor), Attila Jun (Bajo) y Itxaro Mentxaca (mezzosoprano). Orquesta y Coro del Teatro del Liceu. Dirección escénica Philipp Stölzl.Dirección musical: Oksana Lyniv.

   Siempre uno se pregunta cuál es la política artística de algunos teatros como el Liceu que crean una producción nueva de un título de repertorio con más o menos aciertos/defectos y en vez de reponerla y amortizarla, a los pocos años alquila una de otro teatro. Es lo que ha pasado con este Holandés. Si hace diez años el Liceu encargó al equipo del director catalán Alex Rigola una nueva producción de El holandés errante ¿cómo es posible que sin ninguna reposición se alquile otra producción estrenada en el Teatro de Basel hace ocho años sin que haya tenido ningún premio que la acredite como algo excepcional? Misterios que los gurús de la producción operística se guardan bajo llave.

   Más allá de la oportunidad de una nueva producción pasemos a exponer algunas de los aciertos de esta producción y sus resultados musicales.

   Philipp Stölzl de trayectoria inicialmente teatral para pasar posteriormente al cine, videopic y por último a la ópera es un respetado director de escena que ha trabajado sobre todo en el ámbito centroeuropeo y que se mueve en ese mundo difuso del aspecto clásico con lecturas subliminales o psicoanalíticas, de ahí que esta ópera de Wagner la sitúe en varios planos escenográficos como visualización de la esquizofrenia enfermiza de su visión de Senta.

   Una sola escenografía para toda la ópera que provoca cambios a través de un pseudocuadro de donde nace la supuesta leyenda del Holandés con la que Senta se siente obsesionada hasta producir un fatal desenlace.

   Es un montaje en el que el grado de implicación de los intérpretes provoca una paleta desde el aburrimiento y el absurdo hasta la credibilidad de las ideas que hay detrás de la dramaturgia aunque a veces como sucede en la escena de los fantasmas se cambie totalmente a la original.

   El bajo Attila Jun, gran wagneriano y que ya pudimos ver en su rey Mark hace siete años, conserva una voz contundente que no impide un buen fraseo y una gran calidad escénica configurando un buen Daland. Ninguno de los dos intérpretes de Erik, Timothy Richard en las primeras funciones o Daniel Kirch en las últimas colmó las expectativas mínimas de este ingrato papel en el aspecto musical con problemas ambos en el registro agudo del rol que afearon una prestación escénica más bien pobre.

   La mezzo vasca Itxaro Mentxaka que celebraba sus 27 años de colaboración con el teatro de las ramblas debutando el rol de Mary cumplió notablemente tanto en lo escénico como en lo canoro si bien a veces en los concertantes su aportación sonora disminuía en presencia.

   Ursula Kudrna ha diseñado un vestuario bastante monocromo y clásico para una apuesta escénica burguesa del XIX si bien el vestir a Senta como una niña rozaba el nivel de lo ridículo y  lo cómico, más cuando ambas sopranos que interpretaban dicho rol, no tenían de lejos ni el aspecto ni el volumen de la jovencita de los vestidos a ellas diseñados.

  Anja Kampe, conocida por el público liceísta desde hace años, fue una magnífica Senta a pesar de algunos agudos tirantes en su balada del segundo acto pero con un instrumento rico en matices y poderoso en proyección que llenaba el Liceu sin ningún problema sabiendo jugar con la intensidad según las indicaciones e intenciones de la partitura combinándolo todo con una buena entrega escénica a pesar de las ideas del regista sobre su deria esquizofrénica confundiendo realidad y ficción literaria llegando a un muy buen climax en la escena final de la obra . No se puede decir lo mismo de la debutante Elena Popovskaya que defendió con más dificultad el mismo rol en las primeras funciones, quien a pesar del interés despertado a priori, su interpretación se resintió de continuos agudos gritados y descolocados hasta el punto de la desafinación, y tampoco aportó nada de credibilidad en el aspecto escénico haciendo más ridículo la visión del regista de una joven que no es joven aunque vaya vestida de colegiala obsesionada con un gran libro de leyendas marinas.

   Vaya por delante mi admiración por la carrera del cantante Albert Dohmen que igual que la mezzo lleva 27 años de fidelidad al coliseo barcelonés con roles de los más comprometidos del repertorio wagneriano pero su voz ya desde hace años ha perdido el esmalte necesario para roles como el del Holandés, con un fiato algo corto y un volumen que se ha visto mermado y una actitud escénica poco activa incluso en una propuesta escénica tan estática como la que ha ofrecido el Liceu. Todo lo contrario que el letón Egils Silins cuyas apariciones en este escenario siempre han cosechado un éxito considerable (Tiefland y Parsifal en el último decenio). Su Holandés fue en una sola palabra “brillante” desde su primer recitativo “Die Frist ist um”, culminando en el dúo con Daland que cierra el acto primero. Fue perfecto el empaste y dramatismo lírico del dúo con Anja Kampe del segundo acto “Wie aus derferme…” y su aportación escénica fue lo que se trasformó un espectáculo tediosamente gris en un gris admirablemente dramático.

   Si hay otro solista a destacar fue el coro titular. Las voces masculinas y especialmente las agudas para las que esta partitura es tan ingrata como exigente sonaron seguras, bien colocadas, sin ninguna estridencia y a la vez dentro de unas directrices escénicas bastante activas y comprometidas uqe no favorecían un resultado tan notable. Destacar el coro del primer acto y el del tercer acto que aunque se cambió su sentido fue una gozada de implicación escénica y equilibrio musical. Igualmente las mujeres fueron muy expresivas en el monótono coro de hilanderas que aquí se convirtió en un enjambre de criadas que como dijo otro crítico “esa casa debe de ser la más brillante de Noruega, porque tener a cerca de 50 criadas limpiando a la vez un salón…” es una de las muchas incoherencias de este montaje que se salvaron gracias a una interpretación musical notable. No se puede decir lo mismo de la idea de grabar el coro de fantasmas por los mismos miembros del coro que en ese momento estaban en escena haciendo de burgueses borrachos en vez de marineros, suponemos que para ahorrarse contratar un coro extra visto el insuficiente número de cantantes de que consta la plantilla titular para hacer este tipo de obras. Sea como sea felicitar nuevamente la labor de su directora Conxita García por sacar tanta calidad del coro estable del Liceu

   Por último destacar la labor de concertación de la directora ucraniana Oksana Lyniv que debutaba obra y teatro con una versión correcta pero sin mucha personalidad y sin un discurso variado si bien con el cast de las últimas funciones brilló más todo el espectáculo.

   Si hay algo que no se consiguió con esta producción fue un gran éxito, ni de aplausos que fueron correctos al final de las dos representaciones vistas con los dos repartos, ni de público ya que había bastantes calvas en el teatro si bien la labor de los solistas del segundo cast fue muy destacable.

   Esperemos que el Don Giovanni tan publicitado por nuevas tecnologías no olvide que estamos ante un espectáculo cuyo discurso principal camina por las voces y la música y no en efectos digitales por acertados e interesantes que sean.

Foto: A. Bofill

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