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Crítica: 'Enseñanza libre' y 'La gatita blanca' en el Teatro de la Zarzuela

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Autor: Raúl Chamorro Mena
18 de mayo de 2017

"En esta ocasión la ”versión libre” de Enrique Viana y su montaje con escenografía de Daniel Bianco, director del Teatro, en la que, además, se altera toda la disposición del recinto, merece, efectivamente, el apelativo de “despropósito cómico lírico en un acto” usado por el propio Sr. Viana".

Indudablemente, un desproposito

   Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 14-5-2017, Teatro de La Zarzuela. Programa doble: Enseñanza Libre (Gerónimo Giménez) y La gatita blanca (Gerónimo Giménez y Amadeo Vives) en versión libre de Enrique Viana. Cristina Faus (Cristina, Rosario), Roko (Luisa), Gurutze Beitia (Gurutze, Virtudes), María José Suárez (María José), Ángel Ruiz (Marido, Don Servando), José Luis Martínez (Acomodador, Periquín), Asier Sánchez (Manolo), Paloma Curros (Paloma). Dirección musical: Manuel Coves. Dirección de escena Enrique Viana.  

   El principal cometido del Teatro de La Zarzuela debe ser la representación y difusión con el mayor cuidado y en las mejores condiciones posibles, desde todos los puntos de vista, del género lírico nacional con principal atención a las obras menos conocidas. Ese repertorio lírico, principalmente encarnado por la Zarzuela, experimentó,  como no podía ser de otra forma, diversos períodos e influencias durante todo su devenir y todos ellas deben ser tenidas en cuenta y merecer la atención del teatro que lleva su nombre. Una de esas influencias fue la del género sicalíptico (erotismo picante, doble sentidos e insinuaciones de contenido sexual…) que invadió la escena española en los comienzos del siglo XX, especialmente el teatro por horas y acercando el género chico a la revista. Se nos dice por parte del Sr. Viana en el programa del espectáculo, que estas obras contienen “chistes” y componentes machistas que hoy día no se entenderían. Muchas óperas también están llenas de elementos propios de sus épocas -incluido machismo- que hoy día están demodé y difícil de comprender y encuadrar en la sociedad actual.

   Nadie las discute, porque tienen una música fabulosa y una gran fuerza teatral, además de un gran prestigio y no han de cargar con el injusto sambenito de rancio o retrógrado, que desde algunos sectores se atribuye a la zarzuela, pero como todo ello es consecuencia del desconocimiento, lo mejor que puede y debe hacerse es ofrecer el más amplio panorama de nuestro género lírico, con todas sus influencias y todos sus variados tipos, subgéneros y repertorios. Musicalmente, no creo que pueda discutirse a Gerónimo Giménez y Amadeo Vives (nada menos), pilares del género. Claro que tendrán obras menores frente a sus obras maestras, pero tampoco Le villi es Tosca, ni I Masnadieri es Rigoletto, ni Rienzi es Tristán e Isolda y es saludable que se programen de vez en cuando. Personalmente, conozco La gatita blanca por la grabación discográfica del sello Montilla protagonizada por Luisa de Córdoba y me parece una obra deliciosa. De Enseñanza libre sólo había escuchado la estupenda gavota, que incluyó en su día Igor Markevitch en la Antología de la zarzuela que grabó con la Orquesta de Radiotelevisión española. Este fragmento es una muestra de la habilidad de Giménez como orquestador al igual que otras piezas de la obra como “El vals de las nadadoras”. A destacar también el pícaro Cuplé del ratón y la inclusión del hilarante número “habanera de los reyes godos” procedente de El trébol, música de José Serrano y Quinito Valverde.  

   Por tanto, si se decide representar  -acertadamente en mi opinión- estas obras menos conocidas de dos compositores tan representativos de nuestro género como son Giménez y Vives (que colabora con el sevillano en La Gatita Blanca) y encuadradas en ese capítulo de la psicalipsis, claro que se puede y se debe realizar una adaptación o reconducción de algunos pasajes del libreto a los tiempos actuales, incluso una “versión libre” -aunque confieso que cuando leo esto ya me entra cierta desazón-, pero con el mayor talento y sensibilidad posible. Hace poco y en esa línea, pudo verse en el propio Teatro de la Zarzuela un espectáculo que funcionaba muy bien firmado por Lluis Pasqual con La Viejecita y Chateaux Margaux. En esta ocasión la” versión libre” de Enrique Viana y su montaje con escenografía de Daniel Bianco, director del Teatro, en la que, además, se altera toda la disposición del recinto, merece, efectivamente, el apelativo de “despropósito cómico lírico en un acto” usado por el propio Sr. Viana. El escenario se coloca en pleno patio de butacas, al final del cual se ubica la orquesta. En el proscenio se habilita una grada para el público que, además de en esa zona, sólo se coloca en los palcos laterales y las localidades de primera fila de primero, segundo y tercer piso, quedando muy reducido el aforo del teatro. Y todo ello ¿qué aporta? –además de alterar la acústica de la sala y la comodidad de los espectadores-, nada de nada. Como nada aporta una escenografía vacua con algún que otro armatoste absurdo sobre el escenario, algún elemento más vistoso que otro –todo hay que decirlo- y una dirección escénica que se debate entre lo ridiculamente pomposo y autocomplaciente, lo pretendidamente gracioso, pero que esconde una absoluta falta de sentido del humor, lo vulgar y burdamente inspirado en lo peor del mundo televisivo actual, lo cargante y lo pasado de rosca (sonrojante la “idea” de las dos burbujas). Que se repartan bizcochos de soletilla entre el público mientras se interpreta el genial número del chocolatito en La Gatita Blanca –como en los espectáculos de La Cubana, ejemplar compañía teatral en su género, por otra parte- simboliza bien la escasez de ideas y lo tan trivial como pueril de la propuesta.

   En el aspecto musical, apreciar el mérito de Manuel Coves y la orquesta del teatro, que empotrados en el fondo del patio de butacas y en total segundo plano, pudieron hacerse oir con una labor estimable y cuidada. Igualmente, destacar la profesionalidad y compromiso de Cristina Faus, así como la de María José Suárez, Gurutze Beitia, Ángel Ruiz, María José Martínez, Asier Sánchez y Paloma Curros.

   Una mención para la televisiva Roko, contra la que nada tiene el que suscribe, que recuerda como totalmente merecido su triunfo en la segunda edición del programa “Tu cara me suena” por su gran talento como imitadora de cantantes. Eso sí y sin negar su entusiasmo, no se comprende que se la contrate para el Teatro de la Zarzuela, tenga que cantar amplificada, la escuchemos algunas notas en que imita a Luisa de Córdoba (protagonista como ya se decía aquí de la grabación discográfica), en las que emergen sus mejores armas, las de imitadora. En otras ocasiones intentó cantar con lo que parecía o pretendía ser, impostación y  emisión de cantante lírica, con resultados desastrosos y afortunadamente, al final, los cuplets de la gatita los abordó con su voz genuina –más bien impersonal- de cantante pop (amplificada, es preciso insistir, como todas sus intervenciones canoras), siendo el resultado más apañado. En lo interpretativo, sobreactuada y con un tonillo petulante -como si estuviera en algún espectáculo televisivo al uso- y con ausencia de esa picardía, de verdadera capacidad de insinuar una sensualidad chispeante y seductora.

Foto: Javier del Real

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