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Crítica: 'Entre Sevilla y Triana' de Sorozábal en la Temporada de Zarzuela del Campoamor

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Autor: Aurelio M. Seco
9 de abril de 2014

EN LA MALA DIRECCIÓN

Por Aurelio M. Seco

Oviedo, 9/04/14. Teatro Campoamor. "Entre Sevilla y Triana" de Pablo Sorozábal. Carmen Solís, Beatriz Lanza, Gurutxe Beitia, Jose Julián Frontal, Alejandro Roy, Carlos Crooke, Julián Ternero, Lander Iglesias, Pedro Bachura, Rocío Galán, Carmen Aceituno, Félix Navarro, Jesús Méndez, Manuel Valencia. Directora musical, Virginia Martínez. Director de escena: Curro Carreres. Oviedo Filarmonía. Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo. Funciones, los días 9, 11 y 12 de abril.

   El segundo título de la Temporada de Zarzuela del Teatro Campoamor de Oviedo, Entre Sevilla y Triana, de Sorozábal, ha dejado una muy mala impresión musical y es un ejemplo representativo de lo mal que lo pueden llegar a hacer nuestros gestores en cuestión de selección artística. Cuando se trata de poner en pie una función lírica, ya se trate de ópera o zarzuela, la pieza fundamental que sustenta toda la producción es la figura del director musical -aunque en los programas de mano de la función aparezca después del de escena, no sabemos por qué. De sus decisiones y capacidad de liderazgo dependen directamente las prestaciones de los cantantes y los músicos. Por eso es fundamental acertar con su elección o, por lo menos, no errar demasiado.

   Virginia Martínez es una directora que está teniendo muchas oportunidades de crecer como artista en el Principado de Asturias. A nosotros nos sorprende, porque creemos que antes que ella deberían estar otros músicos de mucho mayor talento aprovechando dichas oportunidades. Pero así están siendo las cosas. Creemos no obstante que sería más apropiado que la directora optase por seguir progresando en oportunidades más acordes a sus cualidades.

   Porque las consecuencias de este tipo de decisiones son claras y repercuten directamente en toda una cadena de catastróficas desdichas, empezando por la versión que ofreció de la obra, un trabajo discretísimo que cabría en una academia de dirección orquestal, pero no, desde luego, en la temporada de zarzuela del Teatro Campoamor. Martínez no acompaña bien. Tampoco cuidó el sonido de la Oviedo Filarmonía, que estuvo muy descuidado y al amparo de la profesionalidad de los músicos. Pobres músicos, por cierto. No se puede decir que estén teniendo demasiada suerte con la selección de directores invitados. Y no es una cuestión de dinero. Alguien está eligiendo mal, por algún motivo. ¿De verdad se hubiera permitido esta batuta en el Teatro de la Zarzuela? Seguimos con las consecuencias. Beatriz Lanza es una cantante que ya posee un respetable recorrido profesional en nuestros teatros, por eso nos sorprendió muchísimo observar su mal estado de salud lírica. No  somos capaces de comprender cómo la directora musical de la función no fue capaz de explicarle o corregir los defectos tan llamativos que Lanza mostró cantando. Y decimos cantando, pero no estamos seguros de que haya sido así, porque su declamación parecía pasar del habla al canto de tal manera que no podía más que llamar al asombro. ¿Pierden los artistas tanto la perspectiva de lo que hacen como para no percibir defectos que ponen en seria evidencia su trabajo? ¿Tampoco fue capaz ninguno de sus compañeros de comentarle lo desacertado de su manera de cantar? Sobre la escena, Lanza estuvo soberbia, por sus grandes cualidades actorales, pero cantando, la imagen fue muy mala y creemos que hizo un flaquísimo favor a su talento.

   No todo estuvo mal. Algunos miembros del reparto dejaron oír sus voces bien templadas. Alejandro Roy, por ejemplo, muestra una voz de tenor que con el tiempo se ha vuelto muy grave, tanto que su color de voz parecía más el de un barítono, hasta que la liberó en el registro medio agudo, donde luce como pocas. Dejó algunos de los mejores momentos vocales de la noche y recibió muchos aplausos. Carmen Solís tampoco cantó mal, aunque mostró un vibrato excesivo que deslució algo su línea de canto y la claridad de su dicción. Ofreció una caracterización de Reyes solvente. El conjunto de actores realizó un trabajo correcto sobre la escena, destacando el Angelillo de Carlos Crooke, un tenor de voz pequeña  que, sin embargo, supo dibujar con acierto un personaje cómico nada fácil de interpretar.

   La puesta en escena es un gran trabajo de Curro Carreres. Fue lo mejor de la noche sin duda. Carreres organiza el espacio con un precioso y muy inteligentemente diseñado patio andaluz en el que se llega a incluir la impresionante entrada de un barco en medio del escenario y bastantes detalles de interés, elegantes y llevados por el buen gusto. El vestuario de Jesús Ruiz llamó la atención por su hermosura, aunque algún figurín pareciese demasiado moderno para la época y no fuera en consonancia con el resto. También gustó el trabajo del equipo de baile y la coreografía de Antonio Perea, estimulante y bien pensada y realizada, así como el del cantaor Jesús Méndez, que estuvo espléndido en todas sus interpretaciones. Llamó la atención por su voz cálida y muy bien ponderada. El Coro Capilla Polifónica Ciudad de Oviedo realizó un buen trabajo sobre la escena y cantando.

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