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EDITA GRUBEROVA, soprano: 'SIEMPRE TENGO LA SENSACIÓN DE QUE NO ESTOY CANTANDO, SINO HABLANDO AL PÚBLICO CON LA MÚSICA'

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Autor: Lorena Jiménez Alonso
27 de noviembre de 2013
Foto: Lukas Beck
EDITA, LA REGINA SOLO SEI TU
(Adelanto de su entrevista en exclusiva para el Anuario Codalario 2014)

   El público, puesto en pie, lanzó bravos y gritos de ¡Guapa! ¡Maestra! Llovieron flores sobre el escenario y el patio de butacas; cuarenta y cinco minutos de bises entre prolongados aplausos, una pancarta desplegada con la imagen de la artista, y otra con un corazón dibujado y una frase escrita: Edita, la regina solo sei tu. Ocurrió hace sólo unos días en el Gran Teatre del Liceu. La protagonista de esta velada triunfal: la soprano aclamada por la prensa como la reina de la coloratura, la diva del bel canto, la prima donna assoluta. Una cantante que ha alcanzado el estatus de leyenda. Su nombre: Edita Gruberova.

   La soprano eslovaca es una de esas raras excepciones en las que el elogio unánime y los adjetivos de excelencia acompañan a sus cuarenta y cinco años de ininterrumpida carrera profesional; prodigioso fenómeno vocal, impecable línea de canto, deslumbrante técnica, admirable fiato, increíbles y sorprendentes agudos. Cuenta con una verdadera multitud de incondicionales que la siguen por los teatros de todo el mundo. Se ha ganado el respeto de aficionados y colegas por igual. Referente entre las sopranos líricas de las últimas décadas, su nombre en el programa es sinónimo de excelentes resultados de taquilla y su presencia en los más importantes escenarios del mundo sigue siendo un verdadero acontecimiento.
   En ella, la edad no parece un inconveniente. Edita, como la llaman los fans y los amigos, a sus sesenta y siete años, es la última de las grandes divas todavía en activo. Nacida a orillas del Danubio en lo que entonces era la República Socialista de Checoslovaquia. Todo empezó hace cuatro décadas y media en el escenario del Teatro Nacional de Bratislava, con el compositor de Pésaro y la joven Rosina (Il Barbiere). Tras ganar un concurso de canto en Toulouse, fue contratada como cantante solista del conjunto de ópera en el pequeño teatro de la ciudad eslovaca Banská Bystrica, en el que permaneció hasta el verano del 69 cuando, tras una audición en la Wiener Staatsoper, pasa a formar parte de la compañía, donde compagina roles comprimarios con pequeños papeles protagónicos, convirtiéndose en la favorita del público. Luego vendría su entrada triunfal en el mundo operístico como incomparable Zerbinetta con Karl Böhm en la Ópera Estatal de Viena, su exitosa presentación en el Festival de Glyndebourne y el MET neoyorquino como Reina de la noche (Die Zauberflöte); su debut en Salzburgo como paje Thibault (Don Carlo) con Karajan a la batuta. En los años ochenta-noventa, una Gruberova en plena forma vocal triunfa en la Scala de Milán, el Covent Garden londinense, París, Florencia, Barcelona y los grandes teatros centroeuropeos.

  Edita Gruberova está considerada como una de las grandes Lucías del siglo XX, "la única que ha cantado el personaje principal de Lucia di Lammermoor durante veinticinco años seguidos sin que nunca le saliera mal", según el ex director de la Ópera Estatal de Viena, Johann Hollaender. Insuperable Zerbinetta, extraordinaria Konstanze. Su Reina de la Noche es invocada como una de las más exquisitas interpretaciones del difícil rol mozartiano. Es, además, una de las pocas sopranos que ha cantado las tres reinas Tudor donizettianas, Anna Bolena, Maria Stuarda y Elisabetta.
   La Gruberova es un prodigio de longevidad vocal que, gracias a su formidable técnica, a los cincuenta y nueve años afrontó el exigente papel de Norma en la ópera homónima de Bellini; con más de sesenta, desafió a la heroína de Verdi (La Traviata) y debutó como Lucrezia Borgia. A los sesenta y seis -ninguna soprano ha llegado a esa edad en su estado vocal- celebró sus cuarenta y cinco años de carrera en la Musikverein como la Alaide de La Straniera de Bellini; el público la ovacionó durante diecinueve minutos con permanentes aplausos. Y es que la diva eslovaca, coronada reina del bel canto por la crítica internacional, referente de varias generaciones de cantantes, es una diva de las de antes, que no necesita tener un físico de modelo ni la belleza de las grandes estrellas de Hollywood que hoy imponen los grandes teatros. Su fama no está secundada por grandes campañas publicitarias, sino por la verdadera admiración de los amantes de la ópera, a quienes sigue cautivando.

   Codalario comparte con sus lectores un avance de la entrevista que nos concedió en exclusiva días antes de su regreso al Liceu barcelonés.

El próximo domingo 17 de noviembre se reencontrará con sus entusiastas admiradores del Liceu ¿Qué tiene de especial para usted el Gran Teatre del Liceu?
Actúo en ese teatro desde hace más de 35 años, por lo que puedo afirmar que prácticamente he crecido con su público. Siempre hemos conectado muy bien. Allí cada vez tengo más aficionados. De hecho, cuento con todo un club de fans, y cada actuación se convierte en una auténtica fiesta; es una emoción asombrosa que me atrevería a definir incluso como "electrizante". Es algo especial, algo único que no me ocurre en otros lugares del mundo. Los amigos catalanes realmente lo viven como si se tratara de una celebración.

¿Por qué ha elegido para su regreso al coliseo barcelonés un programa de Lieder con Schubert, Strauss y Rachmaminov?

En realidad es mi nuevo programa, es el mismo con el que estoy realizando mi gira por Austria y Alemania. La última vez lo presentamos en Munich, y ahora le toca el turno a Graz, por eso le estoy hablando desde aquí; mañana, como muy bien sabe, actuaré en esta ciudad, y será el mismo que también llevaremos a Barcelona. Pensé en este programa porque se trata de una selección de Lieder fácilmente comprensible para los que no son expertos en este género musical, y sobre todo para los fans. Yo creo que se trata, sin duda, de un bonito programa que incluye obras de mi admirado Schubert, y con una segunda parte dedicada a la cultura rusa con Rachmaninov. Y por supuesto, no podía faltar Strauss, otro de mis compositores favoritos y al que recurro con frecuencia; de hecho, muchos de sus Lieder forman parte de mi repertorio habitual. Además, son Lieder que gustan mucho al público, aunque no esté muy familiarizado con el repertorio operístico alemán. En mi opinión, estos tres compositores se complementan muy bien, y, por tanto, forman un programa muy coherente.
El Lied es todo un reto para cualquier cantante, incluso para quienes están dotados de un buen instrumento y dominan el idioma alemán. Como experta liederista, ¿dónde reside, en su opinión, la mayor dificultad cuando un cantante se enfrenta en directo a este género?
En el hecho de estar solo en el escenario. Me refiero al hecho de estar sometido a tu propio control y no contar con el apoyo de otros compañeros, como por ejemplo ocurre en una representación operística, en la que además también dispones de elementos de atrezzo. En el Lied, eres el foco de atención de los espectadores y toda la responsabilidad recae sobre ti. Cada pequeño movimiento es observado con lupa, pero también le digo que personalmente me lo paso muy bien haciendo esto. Por supuesto, tienes que estar muy concentrada, ya que no cuentas con un vestuario y un maquillaje en el que "esconderte" ... Son pequeñas imágenes poéticas y mi cometido es trasmitirlas ante un gran auditorio como por ejemplo en el Liceo. Yo diría que es precisamente esa ausencia de atrezzo lo que convierte a este género en algo muy transparente, y para mí, sin duda, en un arte en mayúsculas.

¿Quiere compartir con nosotros su sensación cada vez que se sube al escenario, y cuál es la receta para conseguir en cada una de sus actuaciones interminables aplausos y levantar, de inmediato, al público de sus butacas?
Es muy difícil describir la sensación que uno tiene cuando está allí arriba ante la atenta mirada del público. Quizá el secreto está en no mostrar miedo, ni comportarse como una star, sino simplemente con naturalidad y entusiasmo, y por supuesto, sentir la emoción de la música que canto, para que llegue al alma del espectador. Siempre tengo la sensación de que no estoy cantando, sino hablando al público con la música, y que en cierto sentido estoy trasmitiendo a través de la música serenidad a los espectadores. Aunque, si le soy sincera, no es tarea fácil, pues no hago más que cantar al amor perdido, al desamor [Risas]. Schubert, por ejemplo, no me lo pone nada fácil [Risas]... No le puedo dar la receta, porque todavía no la he descubierto... puede que sea el carisma... no sé [Risas]. Sea lo que sea, lo que le puedo asegurar es que me produce una enorme satisfacción estar encima del escenario, aunque no deja de ser un momento de gran tensión, sobre todo cuando se trata de un recital. Cuando se trata de un recital, la presión es siempre mayor que en una velada operística, porque tienes que despertar el interés del público con muchos menos recursos.

Tras cuatro décadas y media sobre el escenario ¿cuida la voz de una manera especial el día de actuación? ¿Sigue algún ritual previo al concierto?
Bueno, nada en especial...Además de dormir bien y estar tranquila las horas previas, necesito un buen desayuno, pero que no sea ni muy temprano ni demasiado tarde, porque necesito una o dos horas de descanso al mediodía antes de la actuación. Con los años me he dado cuento de que después de comer no puedo ir a pasear, por ejemplo. Después me preparó para la actuación que suele ser sobre las siete y media o las ocho, aunque en Barcelona será a las 17:00, lo que es bastante inusual, parece una especie de tarda mattinata [Risas] ¡Ah! y por supuesto el día de la actuación es importante no hablar, evitar la comida picante, no beber alcohol -tampoco la noche anterior-. Bueno, la verdad es que yo no suelo beber alcohol. Ya sé que algunos fuman o incluso se van de fiesta la noche anterior, pero yo no lo hago. Tampoco concedo entrevistas el día de la actuación o un día antes, en el caso de esta entrevista es distinto, porque estamos a dos días de la actuación.
Y una vez que se baja el telón ¿cómo celebra Edita Gruberova el apoteósico éxito que siempre acompaña sus actuaciones?
Es increíble, pero en cada ciudad me encuentro con fans que van a verme a cada concierto, de hecho muchos me siguen de ciudad en ciudad. Así que siempre coincido con ellos allí donde actúo. Hay algunos que están en todos los sitios, ahora mismo están aquí en Austria, pero seguro que me los encuentro también en Barcelona. Es como si fueran mi familia internacional [Risas]. En Barcelona, por ejemplo, me voy siempre con mi club de fans, vamos a tomarnos una cerveza (pronuncia cerveza en castellano), se sienten eufóricos, hablan conmigo... La verdad es que siempre es muy agradable

 

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