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Fernando Campero, barítono: «María Orán me enseñó que la voz tiene que estar siempre al servicio de la música»

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Autor: Aurelio M. Seco
20 de junio de 2021
El barítono Fernando Campero

Fernando Campero, barítono: «María Orán me enseñó que la voz tiene que estar siempre al servicio de la música»

Una entrevista de Aurelio M. Seco
El joven barítono español Fernando Campero debuta el próximo jueves 24 de junio en el Teatro Campoamor de Oviedo y también fuera de su tierra. Tinerfeño de nacimiento, Campero ha aprendido de algunos de los más prestigiosos cantantes españoles del pasado y del presente, empezando por María Orán y Celso Albelo, y siguiendo por ese titán del escenario que es Juan Jesús Rodríguez. Hombre de ideas claras y bien definidas, cantante con personalidad, a sus 34 años afronta una incipiente carrera que no sabemos a dónde le llevará, pero que está empezando a trazarse con seguridad, inteligencia y buen criterio. Interpreta el personaje de Hormigón en El Gato Montés de Manuel Penella, bajo la dirección escénica de Raúl Vázquez y musical de Lucas Macías. 

¿Qué hay en las Islas Canarias que sienta tan bien a la voz? 

Yo creo que se mezcla una cuestión geográfica, por el clima,  lingüística, por nuestra forma de hablar… También lo que el oído percibe en nuestros mayores, y cómo no, el folclore tradicional canario. Esa mezcla es la que hace que haya una gran cantera y de una calidad extraordinaria. Recuerdo una conversación con el maestro Víctor Pablo Pérez, en la que me dijo que alguna vez habría que hacer un estudio serio.

También están los grandes cantantes canarios de la Historia.

Sí, allí hay dos grandes referentes, como son Alfredo Kraus y doña María Orán, que en paz descanse. También grandes barítonos como Paco Kraus. El tener estos referentes es un plus añadido. Yo he trabajado con Celso Albelo, que me ha revelado aspectos importantes de la técnica vocal. Con él he realizado un giro en muy poco tiempo. También están las figuras de Jorge de León y Pancho Corujo.

He escuchado a Kraus desde muy pequeño. Desde que tengo memoria. Siempre lo he tenido presente, y a Doña María más tarde, cuando empecé a estudiar en el conservatorio, y nos conocimos, pero ya de forma privada. 

Hábleme de María Orán.

Era una persona extraordinariamente preparada. Ninguna palabra de lo que ella te podía decir como un consejo sobraba, ninguna era de relleno o era de más; era una lección vocal constante, expresiva, técnica, sobre mil historias: como tratar con el maestro, cantar… Hay que tener en cuenta su enorme experiencia, y el plus añadido de que ella hizo una gran carrera de concertista, en el repertorio de concierto. Sus clases eran maravillosas. También tengo otros grandes referentes como Plácido Domingo, Juan Pons o Juan Jesús Rodríguez.

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¿Qué enseñanzas han sido importantes?

María Orán me enseñó que la voz tiene que estar siempre al servicio de la música, que el resto del mundo no debe acoplarse a ti como cantante, sino al contrario. Tú estás para un bien mayor que es la obra y la música. También ha sido fundamental el barítono catalán Manuel Garrido, un mentor con el que he aprendido mucho repertorio y cómo abordarlo. Cosas como qué te va a pedir el maestro, cómo te lo va a pedir, algunos aspecto de tradición que, si no tienes experiencia sobre la escena, son muy difíciles de conocer. Por su parte, Celso Alíelo me ha enseñado a no cubrir demasiado el sonido, que en general es un defecto muy común en los cantantes, y así la voz no pasa, falta proyección y riqueza en la voz.

Esta semana debuta usted en el Teatro Campoamor de Oviedo. Interpreta el papel de Hormigón en El Ganto Montés.

En realidad éste es mi debut fuera de Canarias. He hecho 5 temporadas en las Palmas, 7 u 8 títulos, otras tantas en Tenerife, pero nunca había salido de las Islas. Terminé de estudiar en 2017. Me preguntaba cuándo me llegaría la oportunidad, y aquí está.

Es la primera vez que hago El Gato Montés. Iba a hacerlo en Tenerife, en el estreno de la producción, pero por otros trabajo no pude. Ayer superamos los dos conjuntos con la orquesta, y mañana lunes, empezamos con el pregeneral y general. ¡Ya estamos en capilla!

¿Cómo es su personaje?

Hormigón es muy entrañable. Siempre está al lado de Rafael, codo con codo con él, como una especie de mentor, de guía, de amigo, en todas sus aventuras. También conoce a Soledad y al entorno de Rafael, y es el único personaje que canta en los cuatro actos, porque en esta obra el que no se muere no está por otro motivo. Hormigón sí está presente en toda la obra y hace el papel de guía, de consejero, mentor, amigo. Vocalmente no es excesivamente exigente, pero sí te puede dar la oportunidad de no pasar desapercibido. Es muy actoral; requiere dotes de actor, y el interactuar con todos los personajes le da una dimensión interesante.

¿Cómo es su voz?

Soy un barítono lírico joven. Tengo toda mi extensión bien desarrollada y actualmente estoy abordando papeles que no sean comprometidos vocalmente, como Belcore, el conde de Las bodas de Fígaro, Dandini de La cenerentola, que es un papel que acabo de debutar en Las Palmas, y estoy empezando a meter el pie en los Rossini, Donizetti los más amables, Mozart... Ésa es la escuela por la que quiero ir creciendo y con los años evolucionaremos a algo más grande. Es cuestión de ir cuidándonos para evolucionar en el buen sentido.

¿Qué tal la acústica del Campoamor?

Hay gente que dice que es un poco seca pero a mí no me lo parece y, además, no me resulta desconocida, ya que vine a audicionar hace tres años y canté estupendamente. Todavía recordaba esa sensación. No es un teatro desagradable ni seco para mí. Al contrario, es bastante amable y agradecido, y no es uno de esos edificios de tamaño desproporcionado donde el cantante sufre por tener que sacar la voz hasta el final. Tener mi debut fuera de mi tierra en un teatro como el Campoamor siempre arropa un poco.

¿Y los directores?

Ya había trabajado con el director de escena, Raúl Vázquez, en La sonámbula en Las Palmas, donde hice Alessio, y después el Dandini de La cenerentola.  Es un director maravilloso, joven y con ideas, y una persona ante todo encantadora, igual que el director musical, Lucas Macías, que tiene un talante y una paciencia admirables. Cuando ves que hay respeto y educación y nunca una mala palabra, y esa claridad y buen gusto cuando dirige y construye el discurso musical, es un plus. Tenemos lo necesario para que la producción sea una éxito, con un gran reparto además de buenos compañeros. 

¿Y Oviedo?

Me encanta esta tierra. Espero que sea la primera de muchas, que esto sea un pequeño trampolín para saltar fuera de Canarias y trabajar en todos los grandes teatros de mi país.

Fotos: Héctor Socorro

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