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Crítica: 'Projekt Tristan und Isolde' en el Festival de Salzburgo

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Autor: Alejandro Martínez
31 de agosto de 2014

ADIÓS, ISOLDA

Por Alejandro Martínez

21/08/2014 Festival de Salzburgo. Grosses Festspielhaus. Projekt Tristan und Isolde. Waltraud Meier, Peter Seiffert, René Pape, Ekaterina Gubanova, Stephan Rügamer. West-Eastern Divan Orchestra. Daniel Barenboim, dir. musical.

   En ocasiones un concierto esperado con ilusión se convierte a la postre en una velada triste y melancólica. Fue el caso de este Projekt Tristan und Isolde, con el que Daniel Barenboim y su West-Eastern Divan Orchestra venían girando durante las últimas semanas por varias ciudades, desde Buenos Aires a Luzerna pasando por Salzburgo. La propuesta era un programa compuesto por tres fragmentos de Tristán e Isolda: el Preludio, el segundo acto y el Liebestod. Si bien la labor de Barenboim con su orquesta pudiera calificarse casi de milagrosa, al hacerla sonar casi como si se tratase de su otra formación, la Staatskapelle de Berlín, no cabe decir lo mismo del hacer de Waltraud Meier con la parte de Isolda. Y es que encontramos a la gran cantante con una voz ya demasiado mermada en caudal y en presencia, con un tercio agudo erosionado y sordo, muy esforzado. Apenas el magnetismo y la enorme personalidad de la solista alcanzaban a eclipsar las carencias vocales. Durante los dos últimos años el descenso de sus facultades vocales ha sido muy apreciable, como hemos podido advertir en sus sucesivas Klytaemnestras en París, Dresde y Milán. A día de hoy la distancia con una colega en plenitud como Stemme es abismal. Muy a nuestro pesar, pues, la gran Waltraud Meier no está para ya muchas Isoldas. A decir verdad nunca fue una voz que sedujese por el impacto de sus medios, sino por su color y sobre todo por el citado magnetismo de la intérprete. Nunca tuvo una voz ideal para Isolda y tiene mucho mérito así, por tanto, haberse mantenido como la referencia casi incuestionable en el rol por espacio de aproximadamente dos décadas, desde su debut en 1993, en la producción de Heine Müller, a la producción de Chéreau que protagonizó en la Scala en 2007.

   A cambio, Peter Seiffert retiene una curiosa y admirable resistencia para hacer justicia a la parte de Tristan, sobre todo en el segundo acto, el que tiene mejor medido y el que resuelve con más holgura, en contraste con el tercero al que suele llegar fatigado y con el que tiene que pelear con ahínco. Junto a él, encontramos a René Pape un tanto indiferente y genérico en el fraseo, como hastiado de cantar tantas veces esta parte del rey Marke. Extraordinaria Ekaterina Gubanova en sus intervenciones durante el segundo acto, bordando los avisos a los amantes desde un lateral del escenario. No nos pareció una buena opción (no suele serlo) la disposición de los solistas al fondo del escenario, detrás de la orquesta. Sus voces llegaban más distantes y lejanas de lo debido, sobre todo en una sala de las dimensiones del Grosses Festspielhaus de Salzburgo.

Fotos: © Salzburger Festspiele / Marco Borrelli / Lelli

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