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Crítica: Frédéric Chaslin dirige páginas de Berlioz, Debussy y Chausson con la Sinfónica del Comunale de Bolonia

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Autor: Magda Ruggeri Marchetti
25 de mayo de 2019

Un concierto de atmósfera francesa

Por Magda Ruggeri Marchetti
Bolonia. Teatro Manzoni. 19-V-2019. Temporada Sinfónica del Teatro Comunale. Aroldo in Italia op.16 de Hector Berlioz, viola solista Enrico Celestino. Prélude à l’après-midi d’un faune de Claude Debussy. Sinfonia en si bemol mayo op.20 de Ernest Chausson, violista Enrico Celestino. Director: Frédéric Chaslin.

 Frédéric Chaslin, apreciado director, compositor y pianista francés, se ha exhibido en los teatros internacionales más prestigiosos y es actualmente director musical de la Jerusalem Symphony Orchestra. En Bolonia ha iniciado el concierto con Aroldo in Italia, sinfonía compuesta por Berlioz por encargo de Paganini, quien apreciaría su belleza solo algunos años más tarde. Representada en París en 1834, se inspira en Childe Harold’s Pilgrimage de Byron.

   Berlioz no sigue las reglas formales de la sinfonía clásica, sino la via iniciada pocos años antes con su Sinfonía fantástica, donde por vez primera aplica el principio de la idée fixe, o sea el empleo de un tema recurrente que en este caso representa a Aroldo (Wagner empleará esta técnica). Caracteriza con un título cada uno de los cuatro movimientos que forman la sinfonía (Aroldo sui monti, Marcia dei pellegrini, Serenata, Orgia dei Briganti) con objeto de hacer más claro su mensaje. La voz de Aroldo, y por tanto su melodía, se confía a la viola solista, que expresa cabalmente el espíritu romántico. El violista es Enrico Celestino, Primer viola de la Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia desde 1989, artista dotado de gran capacidad interpretativa y profundo conocimiento técnico. El sonido de la viola describe los sentimientos de Aroldo ensimismado en la contemplación de la naturaleza que le rodea, los recuerdos nostálgicos, su desinterés por las cosas mundanas, y finalmente, en la cueva de los Briganti, la excitación del alcohol y el asedio de las alucinaciones.

   El progresivo y variado enriquecimiento orquestal contribuye a crear una atmósfera ahora triste, ahora brillante o melódica, hasta el grandioso final que desarrolla los temas tratados precedentemente, para terminar con orgiástica violencia . El director ha sabido realzar la extraordinaria inventiva tímbrica, los toques de campana, logrados con la combinación de cuernos y arpa que introducen el canto de los peregrinos y el motivo del saltarello, que volveremos a encontrar varias veces, y que evoca un baile muy en boga en Italia central.


   La segunda parte del concierto comienza con el Prélude à l’après-midi d’un faune, poema sinfónico de Debussy, ejecutado por vez primera en París en 1894, inpirado en el homónimo poema de Stéphane Mallarmé, que quedó impresionado confesando al compositor «esta música prolonga la emoción de mi poema ...». El pensamiento va inmediatamente a Pan, el dios-fauno de la mitología clásica que en un paisaje bucólico se deleita tocando la flauta. La dirección de Chaslin ha mostrado gran equilibrio, resaltando el sonido de la flauta que abre el preludio, sin duda el instrumento protagonista, cuidando también con precisión rigurosa el acompañamiento orquestal. Especialmente cautivadora resulta la melodía de la flauta, que se repite en situaciones cambiantes con minuciosas y sutiles variaciones, y se concluye con el sonido de dos cuernos acompañados de las arpas. El Prélude, con sus timbres instrumentales, fue considerado el punto de partida del impresionismo sinfónico.

 Ernest Chausson, figura relevante en el panorama francés y europeo de finales del siglo XIX, recibía en su salón a literatos, poetas, intelectuales y músicos, participando activamente en la vida musical de su país en calidad de secretario de la Societé Nationale de Musique durante más de una década hasta su muerte. Chausson no permaneció indiferente a la música de Wagner y a la influencia de otros compositores de la época, comenzando por su maestro César Franck, de quien siguió las orientaciones estilísticas. En efecto, la sinfonía que hemos escuchado, compuesta por sugerencia del cuñado, el pintor Henry Lerolle, escrita entre 1889 y 1890 y única en su género, presenta algunas reminiscencias wagnerianas y del romanticismo maduro de Massenet. Chaslin ha conducido con mano segura y experta la Orquesta del Teatro Comunale, resaltando los tres movimientos de la sinfonía con momentos sombríos y alegres para terminar triunfalmente. En especial ha sabido subrayar su intensidad temática, la riqueza del sonido y la armonía cromática de la partitura.

   El público aplaudió repetidamente al violista, al director y a la orquesta que, con esta competente dirección, dieron prueba, una vez más, de su gran preparación.

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