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«Giulietta Simionato cumple 110 años». Un artículo de Raúl Chamorro Mena

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Autor: Raúl Chamorro Mena
5 de mayo de 2020

Giulietta Simionato cumple 110 años

Un artículo de Raúl Chamorro Mena
Efectivamente, el día 12 de mayo de este 2020 hubiera cumplido 110 años una de las cantantes más importantes del siglo XX, la grandísima Giulietta Simionato, que dejó este valle de lágrimas en 2010, pocos días antes de cumplir los 100. Allá donde se encuentre la mezzosoprano nacida en Forlì en 1910, la artista que no tuvo ni un solo fracaso ni paso en falso en su carrera, observará triste cómo el melodrama se ha encallado, las voces se han apagado, los escenarios, tan vacíos como los palcos, plateas y galerías, no sienten ya la tensión, incertidumbres e inseguridades del artista, tampoco la química, el hechizo, de esa relación alterna, unas veces gozosa, otras complicada y tensa, del mismo con el público.

   El 1 de Febrero de 1966 la Simionato se despedía de los escenarios con la interpretación del papel de Servilia en La clemenza de Tito de Mozart en la piccola Scala, con lo que ponía punto final no sólo a una trayectoria ejemplar, también a tres décadas, treinta temporadas, que se dice pronto, de relación con el Teatro alla Scala de Milán, el templo operístico más legendario y prestigioso sobre la Tierra. Su casamiento con el médico Cesare Frugoni y la dedicación a la vida familiar la llevaron a abandonar los escenarios aún en buenas condiciones vocales, evitando con ello los sinsabores de la decadencia y el aplauso condescendiente del público basado en el recuerdo. Un camerino lleno de flores, obsequios y telegramas de figuras como la Tebaldi, Karajan, Del Monaco, Favero… así como del alcalde de Milán, de Francesco Siciliani, el director artístico de La Scala, sus fans del Metropolitan de Nueva York y los loggionisti della Scala, el público exigentísimo de la galería de la Sala del Piermarini, tan temible e implacable para todos los artistas, pero que acogió a Giulietta Simionato como «sua beniamina».


   Los comienzos de la Simionato no están claros, ni bien documentados, aunque parece ser que actuó por primera vez en público en 1927. En 1935 intervino en el estreno de Orseolo de Pizzetti en Florencia y en la temporada 1935-36 debutó en el Teatro alla Scala con la Maddalena de Rigoletto, comenzando así su extensa relación con el templo milanés, si bien la primera década dedicada a papeles secundarios, pero no de escasa relevancia. Maddalena de Rigoletto, Beppe de L’amico Fritz, Meg Page de Falstaff, Antide en el estreno de Morte di Frine de Ludovico Rocca, Mamma Lucia de Cavalleria rusticana, Fiódor (Teodoro) en la versión italiana de Boris Godunov, Berta en Il barbiere di Siviglia, Hänsel en la ópera de Humperdinck, Suzuki en Madama Butterfly, Canzade en La donna serpente de Casella, Cesca de Gianni Schicchi y Cherubino de Le nozze di Figaro fueron personajes que la Simionato afrontó, algunos en diversas ocasiones, en sus primeras ocho temporadas en La Scala. Cherubino (que cantó en Ginebra en 1945) y Dorabella de Così fan tutte que interpretó en diversas ciudades francesas, en el Comunale de Bolonia y en la propia Scala en 1946 fueron el pórtico del despegue definitivo de la carrera de la Simionato, que se produjo con la protagonista de la ópera Mignon de Ambroise Thomas en 1947, que fue un éxito clamoroso en el Teatro alla Scala.

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   Al año siguiente consolida triunfo y posición al ser elegida por Arturo Toscanini para el papel de Rubria de Nerone en el concierto conmemorativo del 30 aniversario del fallecimiento de Arrigo Boito. En la temporada 1947-48 debuta Carmen en Roma y Rosina de Il Barbiere di Siviglia en la Arena de Verona. Muy importante esta incursión rossiniana, pues Giulietta Simionato tendrá importante protagonismo en el renacimiento Rossiniano de la segunda parte del siglo XX. Todo el repertorio serio Rossiniano había desaparecido de los escenarios a finales del siglo XIX y principios del XX, así como el cómico excepto el Barbero, que siempre fue una obra muy representada, aunque sin el más mínimo rigor estilístico. La extraordinaria mezzo española Conchita Supervía (Barcelona 1895-Londres 1936) fue pionera en la recuperación del repertorio cómico Rossiniano con excepcionales creaciones de la Angelina de La cenerentola e Isabella de L’italiana in Algeri.

   Recogió el testigo Gianna Pederzini (Trento 1900- Roma 1988) especialmente brillante en su encarnación de Isabella. Pues bien, la Simionato continuó este camino y demostró su gran vocación rossiniana con espléndidas interpretaciones de Barbiere, Cenerentola, Italiana in Algeri, óperas de las que disponemos registros completos bajo la dirección, respectivamente, de Fernando Previtali, Oliviero de Fabritiis y Carlo Maria Giulini. Asimismo, dentro del repertorio Rossiniano cantó en vivo Sinaide del Mosè, Clarice de La pietra del paragone, Isolier de Le Comte Ory, Tancredi y Arsace de Semiramide. La Simionato puso al servicio de los pentagramas rossinianos su solidísima técnica, su asentada musicalidad y elegancia, con una agilidad, si se quiere aún sin ese virtuosismo que se alcanzó posteriormente en este repertorio, pero de muy estimable nivel. Todo ello puede comprobarse en esta desenvuelta Isabella de L’Italiana in Algeri bajo la dirección de Carlo Maria Giulini:

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   La carrera de la Simionato devino inmediatamente internacional y junto a sus constantes y continuadas comparecencias milanesas, así como en los principales teatros italianos, debutó en el Festival de Edimburgo (Così fan tutte, 1947), Liceo de Barcelona (Temporada 1947-48, Falstaff, Forza del destino, Martha, Trovatore, Anna Bolena), Bruselas (1950, Matrimonio Segreto y Falstaff), Covent Garden (presencia habitual de 1953 a 1964), Chicago (debut en 1954 y presencia habitual hasta 1961), Staatsoper de Viena (1956-1966), Festival de Salzburgo (1958-1962) y Metropolitan de Nueva York (1959-1961).

   El timbre de la Simionato se encuadraba en el de mezzosoprano lírico con amplia extensión y facilidad en el agudo así como registro grave no especialmente rotundo ni resonante. En el caso de nuestra artista, nunca fue partidaria de los sonidos excesivamente apoyados en el pecho que pudieran comprometer su organización vocal y su proverbial homogeneidad, pues el timbre de la Simionato era igual de arriba abajo, dulce, redondo, esmaltado en toda la gama, con una emisión impecable sul fiato, mórbida, flexible y sin asomo alguno de forzadura, además de disfrutar de una gran proyección. El fraseo siempre fue compuesto, cuidadísimo, quizás falto de un punto de variedad, pero aquilatadísimo. Su acrisolada técnica le permitía un total control sobre la columna de aire y la administración del aliento, así como una gran capacidad dinámica y la gran extensión en la zona alta le permitió abordar, sin ir más lejos, en 1962 el papel de Valentine de Los Hugonotes de Meyerbeer, papel estrenado por Marie Cornelie Falcon.

   Estas condiciones vocales de la Simionato fueron, asimismo, apropiadas para el bel canto romántico y como compañera  perfecta de Maria Callas (con la que tuvo una gran complicidad) escribió páginas fundamentales en la recuperación de este repertorio. Aún recuerdo como en un homenaje que se tributó a Mario del Monaco en el Teatro Real, las lágrimas afloraban en el rostro de la Simionato, ya nonagenaria, al hablar de su relación con la Callas. Efectivamente, la gran mezzo fue una inolvidable Adalgisa al lado de Maria Callas en las memorables interpretaciones Scaligeras de 1955, igualmente encarnó a Giovanna Seymour junto a la Anna Bolena de la divina en 1957 y en las reposiciones de 1958

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   Asimismo, la Simionato fue una excelsa Leonora de Guzmán de La favorita e interpretó algún otro título belcantista olvidado como I Capuleti e i Montecchi de Vincenzo Bellini, y brilló al mismo tiempo en papeles de ópera francesa como Charlotte de Werther, la protagonista de Samson et Dalila y la Dido de I Troiani (versión italiana) de Berlioz en las famosas representaciones de 1961 en el Teatro alla Scala junto a Mario del Monaco y dirección de Rafael Kubelik.  

   Como expresaba el gran «vociólogo» italiano Rodolfo Celletti, el temperamento de la Simonato, resuelto y brioso, junto a sus condiciones de actriz desenvuelta, apoyada en una buena figura en escena, no de gran estatura, pero muy grata y armónica, parecía especialmente afín a los papeles Rossinianos como Cenerentola o soñadores como Mignon o Charlotte de Werther, pero también supo adaptarlo a los grandes papeles Verdianos para su cuerda. Autoridad en el fraseo y acentos incisivos y señoriales destacaron en su Amneris y su Eboli.

«O don fatale» con Karajan en Salzburgo 1958:

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   La Simionato también aportó su sabiduría y proverbial seguridad a la Ulrica de Un ballo in maschera, la Preziosilla de La forza del destino, Meg page y la Quickly de Falstaff, pero fue más prudente con el papel de Azucena de Il trovatore, aunque esta encarnación londinense de 1964 conservada en imagen queda como un ejemplo señero de lo que son fraseo, acentos, gestualidad y personalidad. Sin excesos, sin desmelenes, pero con una comunicatividad, fuerza dramática y emoción irresistibles. Una joya que queda como ejemplo para todas las generaciones.

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   Además de encarnar una apasionada Laura Adorno en La Gioconda de Amilcare Ponchielli, nuestra cantante también hizo hueco en su larga carrera para el repertorio de la Giovane scuola y el llamado verista-naturalista con notables encarnaciones de la princesa de Bouillon de Adriana Lecouvreur y de Santuzza de Cavalleria rusticana. Vean este fragmento de un incandescente ensayo de la obra maestra de Mascagni en La Scala junto a Franco Corelli. Fuego y desgarro verista sin perder nunca los papeles. Si impresionante resulta el parlato «Bada!» y «A te la mala pasqua» qué decir del La natural agudo -como una casa- de «Spergiuro». ¡Y es un ensayo!

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   Para finalizar, nada mejor que escuchar a Giulietta Simionato que nos habla con clarividencia sobre técnica de emisión, control del fiato, además de realizar una impecable descripción del arco melódico que constituye la base del canto italiano.

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