Por Albert Ferrer Flamarich
Naxos es una de las principales discográficas mundiales con un catálogo que supo apostar por todo el repertorio, con intérpretes solvente aunque lejos del estrellato mediático y jugando con un sistema de producción empresarial deslocalizado. Todo ello le sirvió para reventar el negocio del disco tal y como indicó un reconocido crítico internacional. No obstante, hoy día es el único gran sello con un tiraje de novedades mensuales casi abrumador (sellos como CPO, también muy activo, no sobrepasa la decena). Sus aportaciones abarcan todos los géneros dentro de la música culta y casi todos los periodos.
La obra para banda de Grainger
Entre las incontables recuperaciones patrimoniales y primeras grabaciones de Naxos hay que añadir la del australiano Percy Grainger (1882-1961) con el primer volumen de su obra para banda (Naxos 8.573679 DDD 68 minutos). Se trata de una música entretenida, jovial, fresca, muy libre, con pinceladas de fantasía y que estiliza los momentos de bullanguería si es que los hay. La imaginación de Grainger produjo composiciones más bien cortas pero fascinantes y hermosísimas como la Bell Piece sobre un tema de Dowland. En general, domina la elegancia y el sentido de lo orgánico en un discurso que, en general, de música ligera tiene mucho menos de lo presumible. Hay mucho sentido del color, con algunos toques exóticos, en una escritura que, en ocasiones, bordea lo organístico y que reúne explícitamente determinados instrumentos para destacarlos a solo (saxo, una marimba, un órgano Hammond, campanas) o reforzando el conjunto en unas combinaciones que sobre el papel resultan cuestionables pero acaban siendo acertadísimas en la interpretación. Sin perder su propia personalidad, juega con sonoridades que recuerdan a Holst, Delius e incluso Janaceck como en el final de la Marching Song of Democracy (muy próximo a la fanfarria de la Sinfonieta). Éstas se mezclan con ritmos de folk-music y fox-trot; así como transcripciones de autores como Gossens, Fauré, Franck, Lawes o Bach con el coral “O Mensch bewein dein’ Sünde gross”.
Con la calidad mediana de Naxos, siempre atento a formaciones y músicos que sin un gran nombre a escala internacional demuestran oficio y talento. The Royal Norwegian Navy Band y Bjarte Engeset son algunos de ellos. De hecho, su interpretación e investigación musicológica debería obtener algún premio. De verdad, es un disco exquisito y sorprendente. Además el director firma unas excepcionales notas de carpeta también como estudioso del compositor australiano.
El Homs guitarrístico
En su atención a los compositores españoles Naxos (Naxos 8.573855 DDD 68 minutos) ha editado un disco con obras para guitarra y para dos guitarras de Joaquim Homs (1906-2003). Éste complementa al antiguo disco del sello Verso (VRS 2037) con música de cámara con guitarra del Ensemble de Salamanca y el dúo +que2, formado por Fernando Colás y Orlando Hechavarría. En esta ocasión Álex Garrobé y José Antonio Escobar han configurado un amplio abanico cronológico que abarca creaciones desde 1941 a 1996 ilustrando la evolución de su lenguaje de un modo panorámico. No obstante, su serialismo, a veces más riguroso y a veces no tanto, su velado neoclasiciscmo, su atonalidad libre, a veces lindando con una tonalidad también libre, conforman unas referencias que van más allá de “épocas” creativos concretas en una síntesis de su investigación sonora radicalmente moderna en su época.
Siempre fue fiel a sí mismo incluso en la Suite d’Homenatges, compuesta a principios de la década de los 40, que refleja la admiración por cuatro compositores en la línea hispano-francesa de corte neoclasicista siendo la obra más accesible de las recogidas. También lo reflejan Entre dues línies (1948/1975) miniaturas sin estridencias, en esa contención que avanza orgánicamente, sin uso grandilocuente del contrapunto que se anticipan a la abstracción y el puntillismo weberniano de Dos moviments per a dues guitarres (1959), así como la serie Soliquis I a IV, compuestos entre 1972 y 1980, los dos primeros originalmente para piano transcritos a guitarra. Como ésta, Géminis I (1979), Diàleg (1981) e Impromptu per a dues guitarres (1985) participan de una tendencia a trasladar diálogos imaginarios que mantenía con los seres amados fallecidos. En este sentido, el juego de silencios y la resonancia son elementos dramatúrgicos de primer nivel como el tratamiento armónico. Por último, el nivel interpretativo es muy alto en su depuración técnica y estilística en esta grabación que agrupa todas las obras para este instrumento a solo y para dos guitarras de Homs. Dentro de la parquedad habitual, la edición de Naxos se acompaña de unas convincentes notas de carpeta de Álex Garrobé.
Uno de los Miserere de Mayr
Naxos también está recuperando la obra religiosa de Johan Simon Mayr (1763-1845) con primeras grabaciones mundiales de dos composiciones cuya fecha es imprecisa pero ronda el año 1803 en el caso del Miserere y 1800 en el de las Letanias Lauretanas. Ambas, por cierto, en sol menor, solistas, coro y orquesta. La última con marcado carácter responsorial, un “Kyrie eleison” inicial, una sección central en modo mayor y un “Agnus Dei” conclusivo. El Miserere en sol menor es el único de los suyos conocidos hasta hoy que mantiene todas las secciones. Destacada por su cuidada orquestación con destacados solos de maderas muy en la tradición germánica –especialmente del oboe– y referencias a Mozart en sus combinaciones y en el tipo de diálogo con las partichelas de canto. Nótese en la cita del “O Isis und Isiris” de Sarastro de Die Zauberflöte al final de “Asperges”. Predomina la melodía acompañada pero con puntuales incisos polifónicos como la fuga de “Tunc acceptabis”. Por su parte el “Benigne fac” cuenta con los obligados de corno inglés, la trompa y el tenor solista. Éste es uno de los números en dos partes contrastantes –una lenta y otra rápida como el “Tibi soli”, cuyo carácter virtuosístico reducto de giros operísticos afrontan el oboe y la soprano. En este sentido cabe destacar que en su estructura los versículos individuales tienden a establecerse como arias o coros. Hay varios diversos tipos de arias. Las citadas en dos partes; las escritas en un solo movimiento como el lírico “Amplius” cantada por el tenor; y las tripartitas con una sección central lenta como el “Docebo”.
Se trata de una versión cuidada estilísticamente con solistas mayoritariamente conocidos en el ámbito germánico: Members of the Bavarian State Opera Chorus, Simon Mayr Chorus, Concerto de Bassus e I virtuosi italiani, que, tanto en las individualidades como en el conjunto, ofrecen profesionalidad bajo la batuta de Franz Hauk, motor de las distintas recuperaciones de la música religiosa de Mayr con las que los últimos años Naxos ha ampliado su catálogo (Naxos 8.573782 DDD 58 minutos).
Lajtha, últimas sinfonías
Naxos sigue reeditando la integral del compositor húngaro Laszlo Lajtha (1982-1963) comercializada en la década de los 90 por el sello Marco Polo. En esta ocasión (Naxos 8.573648 DDD 65 minutos), figuran las dos últimas sinfonías, la n.º 8, Opus 66, de 1961, y n.º. 9, Op 67, de 1961, excelentemente grabadas por la Pécs Symphony Orchestra dirigida por Nicolás Pasquet. La edición sigue la línea recurrente del sello y contiene buenas notas de carpeta firmadas por Emöke Solymosi Tari.
Como en la Quinta y la Sexta, son dos obras muy diferentes entre sí. En la Octava, una de las pocas sinfonías en cuatro movimientos del compositor, domina el sentido del humor y del color en una obra que rebosa imaginación y fantasía. Contribuyen a ello la presencia del arpa, la celesta y el xilófono en una combinación tímbrica que busca efectos etéreos sobre los divisi en trémolos de las cuerdas. Una técnica que con gran variedad repite en el segundo movimiento, iniciado con una de sus clásicas intervenciones del saxofón, otorgando otro cariz. Asimilable a la estética francesa y a Vaughan Williams más que a la centroeuropea con giros que recuerdan partituras cinematográficas. Los ecos de Shostakóvitch tan presentes en sinfonías precedentes o en la Novena, aquí se reducen. El tercer movimiento, indicado como Très agitée et toujours angoissé, es un continuo hormigueo de la cuerda que oscurece el discurso siendo el más rico y contrastante en todos los parámetros: el verdadero centro de la obras tras los dos iniciales, especialmente el primero a la manera de introducción. Tras él, el Violent et tourmenté cuarto movimiento, con citas veladas a la Marcha Rákóczy, comparte el clima de tragedia en una sinfonía que va de la luz y lo apacible a la tragedia y a una danza de la muerte.
Su última sinfonía, estrenada en mayo de 1963, dos meses antes de la muerte del compositor, se divide en tres movimientos y utiliza de nuevo un lenguaje agresivo, con abundantes disonancias y un complejo trabajo rítmico como en el último movimiento. Ésta vuelve a ser una sinfonía muy bien escrita, con oficio y que presenta giros recurrentes del compositor. Algunos de los más obvios son los habituales pasajes solistas para el saxo, el clarinete bajo y la viola, instrumentos muy apreciados por el compositor como se reafirma en el movimiento inicial. O la flauta, con otro destacado solo en el Lento, como ya hizo en la Sinfonía n.º 6, proporcionando un respiro a una sinfonía que evoluciona orgánicamente sin un contraste acusado de secciones. De ello da cuenta también la gran capacidad de Lajtha para la creación de para músicas nocturnas y oníricas. Sin duda, en esto fue uno de los mejores maestros del siglo XX.
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