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Crítica: Recital de Grigory Sokolov en Bolonia con obras de Beethoven y Brahms

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Autor: Magda Ruggeri Marchetti
6 de mayo de 2019

La magia interpretativa del pianista ruso

Magda Ruggeri Marchetti
Bolonia. 2-V-2019. Teatro Manzoni. Bologna Festival XXXVIII edición. Sección Grandes Intérpretes. Sonata n.3 en do mayor op.2 y Bagatelas op.119 de Ludwig van Beethoven. Klavierstücke op.118 y Klavierstücke op.119 de Johannes Brahms.

   En todo el mundo se considera a Grigory Sokolov uno de los más grandes pianistas vivientes. Nacido en Leningrado, desde muy jóven reveló un talento especial para el piano, tanto que a los dieciséis años, en 1966, obtuvo el primer premio en el Concurso Chaikovsky de Moscú, del que todavía es el ganador más jóven. En su larga carrera ha tocado con las orquestas internacionales más prestigiosas, consiguiendo numerosos reconocimientos: en 2004 la «Associazione dei Critici Italiani» le ha otorgado el Premio Abbiati por las excepcionales dotes para el piano. Desde el comienzo su repertorio ha sido muy amplio y diversificado, extendiéndose desde las transcripciones de la polifonía sacra medieval, a todo el repertorio clásico romántico y hasta las obras contemporáneas, permitiéndole una vasta elección en la programación de los conciertos. Desde hace algunos años ha concentrado su actividad en los recitales como solista, convencido de que solo la exhibición directa ofrece la posibilidad de valorar verdaderamente una ejecución.


   La Sonata n.3 en do mayor que ha abierto el concierto fue compuesta por Beethoven en 1795 y está dedicada a Franz Joseph Haydn, que había invitado al jóven discípulo a exhibirse como solista de piano en uno de sus conciertos en Viena, dándole la oportunidad de introducirse en aquel exigente ambiente. La obra está cracterizada por un tipo de virtuosismo pianístico alejado de la escritura de los clásicos vieneses: en lugar del tradicional Minuetto presenta Scherzo en el que Sokolov ha subrayado el tono irónico y vivaz. En efecto, ha ejecutado los cuatro movimientos de la Sonata con técnica impecable y consciente participación interpretativa, haciendo revivir la atmósfera vivaz del Allegro con brio, hasta el espléndido final del Adagio assai, envolviendo al espectador con su ritmo.

   Con la misma maestría ha tocado las Bagatelas op.119, escritas por Beethoven entre 1820 y 1822. La Bagatella es una composición de breve duración, melódica y no ligada a un esquema preciso, pero de gran dificultad para expresar los matices. Beethoven, con sus tres colecciones de pequeñas piezas para piano, ha sentado las bases del rico florecimiento de este género, que tendrá su máximo desarrollo en el Romanticismo, sobre todo con Schumann. Las Bagatelas son bastante concisas, algunas inferiores incluso al minuto. Como perfeccionista atento al mínimo detalle, Sokolov las ha interpretado todas con profunda concienzación, resaltando en la n.1 Allegretto una tierna melancolía, en la n.7 Allegro ma non troppo un triunfo de trinos en vertiginoso crescendo, y en la n.10 Allegramente un tripudio de notas límpidas y vivaces.

   En la segunda parte del concierto ha ejecutado las seis piezas del Klavierstücke op.118 para piano, compuestas por Brahms en 1893 en Bad Ischl, lugar al que acostumbraba ir de veraneo en los últimos años, y dedicadas a Clara Schumann. Sokolov ha resaltado el carácter intimista y nostálgico, sentimental y dulce, el riquísimo entramado de motivos diversos, y ha regalado al oído una variada y placentera experiencia. Tras el apasionado brío inicial, en el segundo Intermezzo ha alcanzado el momento de doloroso lirismo que requiere la partitura, así que el impetuoso comienzo de la Balada parece cambiar completamente la atmósfera, pero con el amplio episodio central redimensiona el efecto conjunto de la página. El cuarto Intermezzo, de carácter melancólico, y la Romanza, de tono tranquilo, introducen el inquietante Intermezzo conclusivo, dulce y angustioso al mismo tiempo, en el que el pianista ha logrado reflejar el estado de ánimo de quien siente que está llegando ya al final de la vida.

 Siempre en la tranquilidad de Bad Ischl, en 1893 Brahms había compuesto las cuatro piezas para piano del Klavierstücke op.119, las últimas escritas por el músico para este instrumento solo. La colección comprende tres “Intermezzo” y una “Rapsodia”, aglutinados por un tierno y sosegado lirismo, y Sokolov realza su profunda tristeza, sin ceder nunca a la desesperación, expresándola en una melodía intensamente nostálgica. El completo dominio del instrumento y la gran capacidad interpretativa han permitido al extraordinario intérprete ejecutar estas piezas breves, pero de lenguaje esencial, con gran eficacia emotiva, obteniendo el pleno consenso del público que le ha aplaudido y ovacionado con gran entusiasmo resistiéndose a abandonar la sala. Tras la concesión de seis magníficos bis, los espectadores, subyugados, continuaban sus ovaciones aun después de casi tres horas de música.

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