Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera Guercoeur de Albéric Magnard en la Ópera de Frankfurt
“¡Esperanza para la humanidad!”
Por Raúl Chamorro Mena
Frankfurt, 1-III-2025, Opernhaus. Guercoeur (Albéric Magnard). Domen Krizaj (Guercoeur), Claudia Mahnke (Giselle), AJ Glueckert (Heurtal), Anna Gabler (Verdad), Blanca Andrew (Bondad), Bianca Tognozzi (Belleza), Judita Nagyová (Sufrimiento). Coro de la Ópera de Frankfurt. Frankfurter Opern- und Museumsorchester. Dirección musical: Marie Jacquot. Dirección de escena: David Hermann.
La Ópera de Frankfurt es una de las más interesantes de la actualidad, pues combina cuerpos estables de calidad, un ensemble de cantantes sólidos y de buena preparación musical, además de una programación audaz, creativa y variada. En la misma y sin renunciar, obviamente, a la base del repertorio se apuesta año tras año por obras infrecuentes de todos los repertorios, períodos y latitudes del teatro lírico.
En esta ocasión, ha tenido el acierto de programar Guercoeur del músico francés Albéric Magnard (1865-1914), una ambiciosa composición que su autor no pudo ver representada en su integridad, pues fue una víctima más de esa masacre tan cruenta como absurda que fue la Primera Guerra Mundial. Su villa cerca de la frontera fue asaltada por las tropas alemanas y él la defendió con uñas y dientes al precio de ser quemado vivo junto a su morada. La partitura se perdió parcialmente, pero fue reconstruida por su fiel amigo Guy Ropartz basándose en su memoria, la partitura orquestal del segundo acto -que se conserva- y la reducción para voz y piano. El estreno póstumo se produjo en el 1931 en el Palais Garnier de París.
Magnard no puede evitar la huella impresionista imperante en la música de su país, especialmente Debussy, en la fascinante orquestación, pero la influencia Wagneriana es clara, nítida, preponderante. No solo en la partitura músico-vocal, también en la exaltación romántica, el concepto de amor trascendental y la relación entre amor y muerte. A diferencia de Isolda, que se transfigura, Giselle se queda en la Tierra y, a pesar del juramento de fidelidad eterna a Goercoeur, encontrará la pasión carnal con otro hombre –alumno y discípulo de su ex esposo- que, además, le dará la oportunidad de ser madre. Al igual que Wagner, Margnard es también autor del libreto de la ópera, un texto de hondura filosófica en el que después del “acto de arrogancia” del protagonista al anhelar un regreso a la vida, que sólo le servirá para sufrir -como le anuncia convenientemente la Soufrance- concluye con un mensaje de esperanza “espoir, espoir” se repite constantemente al final de la ópera. La humanidad alguna vez alcanzará un punto de evolución en el que valorará la democracia, la justicia y la libertad. Todo ello, de una gran actualidad, desde luego.
El polaco Domen Krizaj posee una voz de barítono lírico potente y bien timbrada con saludable registro agudo. Apropiada para superar la suntuosa orquestación, con acentos vehementes y la resistencia adecuada para tan largo papel. En lo dramático, caracterizó bien a este caballero idealista que después de perder la vida por los altos ideales de libertad y democracia anhela volver a la vida para descubrir con amargura, que su esposa, que le juró amor eterno, se ha unido a su amigo y pupilo Heurtal convertido ahora en un deleznable tirano.
Claudia Mahnke, sensual y entregada en escena, lució voz híbrida, con centro bien armado, primer agudo potente y pleno, con lo que hizo justicia a la escritura para soprano dramática de Giselle, la mujer que, a pesar del juramento dado - toda la vida de fidelidad es demasiado tiempo para una mujer joven y atractiva - reivindica su derecho a continuar su vida y realizarse como mujer teniendo familia e hijos. Quizás pudo faltarle algo más de garra y temperatura dramática en ese encuentro con el revivido Guercoeur en el acto segundo –el que cuenta con más acción de toda la obra -, pasaje esencial de la ópera.
AC Glueckert, tenor de medios poco seductores tímbricamente, pero presente y fiable vocalmente y de solvente respaldo musical, personificó con acierto al traicionero Heurtal, que una vez desaparecido su mentor, no duda en seducir a la viuda y abandonar los valores que le transmitió para acabar con la democracia, manipular a la siempre maleable y voluble masa, que apalea al reencarnado Guercoeur e instaurar una dictadura personal.
Del resto de intérpretes destacar las bien compenetradas criaturas del más allá que encarnan ideales, Bianca Andrew, Bianca Tognozzi y Judita Nagyová como bondad, belleza y Sufrimiento. Por encima de ellas destacó la verdad, especie de líder del más allá, encarnada por la soprano Anna Gabler con voz potente y caudalosa, así como autoridad en sus acentos, a despecho de una emisión dura y gutural y una zona alta apurada.
Notable la dirección musical de la joven francesa Marie Jacquot, que, en una labor plena de orden, equilibrio y elegancia, resaltó la fastuosa orquestación, los colores y tímbricas, con un sonido empastado y de calidad. Sólo faltaron aristas y un mayor voltaje teatral para calificar de sobresaliente la dirección de esta batuta de sólo 35 años y, por tanto, con una gran proyección. Espléndido el coro, por empaste y ductilidad.
David Hermann encuadra la acción en la actualidad y plasma en su puesta en escena la desaparición de las reglas y fronteras entre espacio y tiempo. El más allá no está en ningún plano superior o celestial sino entre el mundo de los vivos, aunque sin poder verse entre ellos. De tal forma, que Guercoeur puede contemplarse inerte en el lecho de muerte ya desde el mundo de los muertos, así como presenciar su propio funeral. La distinción es el atuendo blanco etéreo con pintura gris que portan los muertos. En el último acto, vemos una especie de parlamento en el que reina la corrupción, los enfrentamientos, la bronca, los insultos y hasta agresiones. Reina la demagogia y la manipulación. Es decir, mayor actualidad, imposible. Desde luego, un montaje bien pensado y mejor realizado, que funciona muy bien, potencia la obra y su mensaje filosófico-intelectual, superando incluso el estatismo oratorial de gran parte de esta magnífica composición, que debería tener mayor presencia en los teatros.
Fotos: Ópera de Frankfurt
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