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Crítica: Guillermo Pastrana interpreta el «Concierto para chelo» de Friedrich Gulda en Murcia

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Autor: José Antonio Cantón
1 de diciembre de 2021

Guilermo Pastrana visita la temporada de la Sinfónica de la Región de Murcia para interpretar el Concierto para violonchelo y orquesta de Friedrich Gulda bajo la dirección de Virginia Martínez

Guillermo Pastrana

Música transgresora

Por José Antonio Cantón
Murcia, 26-XI-2021. Auditorio y Centro de Congresos ‘Víctor Villegas’. . Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM). Solista: Guillermo Pastrana (violonchelo). Directora: Virginia Martínez. Obras de Friedrich Gulda y Kurt Weill.

   Dos obras de manifiesta creatividad transgresora han ocupado el programa del tercer concierto de abono de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia [ÖSRM]: el Concierto para violonchelo y orquesta de viento del pianista y compositor austriaco Friedrich Gulda, y la Suite para orquesta de La Ópera de los tres peniques del músico alemán de origen judío Kurt Weill, ambas con una plantilla instrumental de parecidas dimensiones y contenido, lo que ha propiciado que se interpreten en un solo concierto. Para la primera se ha contado con la participación del violonchelista granadino Guillermo Pastrana haciendo sonar el instrumento construido por Antonio Cassini en 1670, lo que significó un valor añadido a su actuación por su contundente sonoridad.

  Con gran soltura de arco y precisión en el diapasón atacó la obertura contra-ritmada desde una «rockera» batería que marcaba una secuencia bastante marchosa antes de entrar en una parte lírica que hacía recordar una canción popular de los valles alpinos. La directora jugaba con la interacción entre el solista y el grupo instrumental balanceando sus intervenciones en el tiempo denominado Idilio, destacando el gracioso coloquio entre fagot, oboe y clarinete de su pasaje central con relajante expresividad ante la gravedad del violonchelo. Éste alcanzaba su mayor grado de protagonismo en la Cadenza que Pastrana aprovechó para mostrar su dotes técnicas y su capacidad de invención en unos pasajes improvisados muy bien integrados en este monólogo anterior al cuarto movimiento, un minueto canónicamente estructurado con acompañamiento de la guitarra, que justificaba sonoridades de cierto carácter oriental que venían a instalarse en la orquesta. El Final, con su aire de marcha puso a prueba la técnica del solista en su continuo avance hacía la conclusión envuelto en trepidantes y a la vez estilizados sones de los metales, antes de entrar en un pasaje en el que los referentes «rockeros» apuntaron presencia dejando paso definitivamente a una conclusión alegre y bullanguera.

   El sonido, que estuvo amplificado electrónicamente en esta obra, devino a su ser natural en una preciosa versión para violonchelo y orquesta de Kaddisch, primera de las Deux mélodies hébraïques que compuso Murice Ravel en 1914. En este bis, el sentimiento y la emoción de Guillermo Pastrana llegaron a su máxima expresión materializados en la excelente sonoridad barroca del instrumento, lo que entusiasmó todavía más al público.

   La dignificación de la música cabaretera de Kurt Weill tuvo sobrada justificación con la excelente conducción de Virginia Martínez de la suite orquestal extraída de una de sus más famosas obras; La ópera de los tres peniques. Supo reflejar la simple complejidad de esta obra de Weill situada en el límite entre lo clásico y lo popular, lo que conlleva a tener que plasmar su peculiar personalidad creativa en la que el realismo expresivo adquiere carta de modernismo musical. Con ese sentido se ha planteado Virginia Martínez la dirección del conjunto orquestal de diecisiete músicos que funcionaron con una coordinación digna de admiración, adaptándose a los distintos ritmos y diferentes melodías en una constante búsqueda de la autenticidad del mensaje, como fueron el foxtrot que contiene el cuarto número, Balada de una vida agradable, o el alegre charlestón del penúltimo, Cannon song, interpretado con gran vigor. 

   Aprovechando la plantilla instrumental, agradeció la buena acogida en el público que tuvo este transgresor programa interpretando la versión del tema de música salón, Wir tanzen tango, del arreglista Ulrich Sommerlate, que dejó un regusto vitalista en el auditorio.

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