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Crítica: Hilary Hahn, Mikko Franck y la Filarmónica de Radio Francia en IBERMÚSICA

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Autor: Raúl Chamorro Mena
11 de mayo de 2019

La plenitud del magisterio de Hilary Hahn

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid. 8-V-2019. Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. Concierto para violín, Op. 47 (Jean Sibelius), Hilary Hahn (violín). Sinfonía Fantástica, Op. 14 (Hector Berlioz). Orquesta Filarmónica de Radio Francia. Director: Mikko Franck

   En su día «niña prodigio», debutó de forma absoluta con 12 años e, internacionalmente, con 16 –y nada menos, que con el concierto de Beethoven bajo la dirección de Maazel-, se puede afirmar, que la extraordinaria violinista estadounidense Hilary Hahn está ya –desde hace años- instalada en una atalaya de total magisterio, sabiduría y madurez artística.

   Aunque ha visitado Madrid en diversas ocasiones, en Ibermúsica sólo había actuado una vez en el lejano 2001, pero en esta nueva comparecencia se anunciaba con uno de los más grandiosos conciertos para violín, el de Jean Sibelius, perfecto vehículo para que la Hahn desgranara toda su maestría. Sin ir más lejos, ella protagoniza una de las mejores versiones discográficas de la obra bajo la dirección, referencial, de Esa-Pekka Salonen.


   Más allá de su sonido enorme, amplísimo, bello y aquilatado y de su deslumbrantes técnica y virtuosismo, Hilary Hahn pone todo ello al servicio de una gran autoridad músico-espiritual -desde la instrospección como corresponde a su carácter-, lo que, junto a la magnífica dirección musical de Mikko Franck al frente de la orquesta de la que es titular desde 2015, una espléndida Filarmónica de Radio Francia, contribuyó a una interpretación memorable de esta obra maestra. Un gran amigo, devoto y sabio de la música, comentaba «Hoy hemos tenido versión del solista y versión del director», es decir, a diferencia de lo que sucede tantas otras veces cuando se abordan obras concertantes, Mikko Franck no se limitó a acompañar ala solista, si no que en plena comunión con la misma, firmó una labor plena de nervio, tensión y compenetración musical, es decir, crearon gran música juntos. Dado que es imposible poner un pero a la calidad de su sonido y su condición de virtuosa, algunos han acusado a Hilary Hahn de falta de garra y calor. Lo mismo decían, a veces, de Alfredo Kraus o Mariella Devia que sublimaron el canto y transmitían emoción mediante la técnica, el fraseo, la sabiduría, la clase y los acentos. Igualmente hace Hilary Hahn con su violín Vuillaume 1864.

   Desde ese sublime comienzo pleno de misterio con la entrada inmediata del violín con un sonido purísimo, celestial, Hilary Hahn, Mikko Franck y la orquesta nos abrieron la puerta de las atmósferas evocadoras y subyugantes, de las radiantes tímbricas, del pathos tardorromántico y de la trascendencia musical. En el segundo movimiento pudieron escucharse frases de una belleza y un lirismo fascinantes,en las que el diálogo y la compenetración por parte de la solista con la orquesta resultaron cautivadores. En el tercero las tremendas exigencias vituosísticas fueron reproducidas por Hahn de manera excelsa con esa «difícil facilidad» de los grandes, mientras, al mismo tiempo, acumulaba más y más tensión, de forma inexorable, hasta terminar en el apropiado clímax. Ovaciones y vítores del público saludaron tan memorable interpretación a modo de catarsis ante tanta tensión acumulada. Hilary Hahn correpondió con una superlativa interpretación –como propina- de la Sarabande de la partita nº 2 de Bach.


   Si ya en la primera parte del concierto, la orquesta Filarmónica de Radio Francia había demostrado su gran calidad, destacando una magnífica cuerda, empastada, sedosa y mórbida, en la segunda lo ratificó con una obra que pone a prueba a cualquier formación, la Sinfonía Fantástica de Berlioz. Una composición cumbre de la música descriptiva, que evoca con gran exaltación emocional y fuerte presencia del elemento onírico el gran amor del autor por la actriz Shakesperiana Henrietta Constance Smithson. El Finlandés Mikko Franck supo diferenciar cada uno de los cinco movimientos dentro de un concepto global de la obra. Si sus problemas de espalda le obligan a sentarse de forma intermitente, en nada afectó a la precisión de su gesto, la claridad de exposición, la calidad del sonido y la diferenciación de los planos orquestales. Fraseo contrastado, pleno de matices, el vals del segundo movimiento impecablemente «rubateado», evocadores diálogos entre corno inglés y oboe fuera de escena (magníficos ambos solistas) en el tercero. Todo ello coronado adecuadamente en los dos últimos movimientos, que plasmaron todo un final en punta, como debe ser, con la marcha al suplicio y el espectaculer aquelarre. Espléndidos los metales, rutilantes y seguros, así como la excelente cuerda, incluido el pasaje col legno previsto en el último movimiento.

   Gran éxito, al que Franck y la orquesta respondieron con un hermoso regalo: una espléndida, muy intensa interpretación de Finlandia de Jean Sibelius

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