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Crítica: Hippocampus tiende puentes entre Bach y Cabezón en el CNDM

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Autor: Hugo Cachero
19 de marzo de 2015

EL JARDIN DE SENDEROS QUE SE BIFURCAN

Por Hugo Cachero
Madrid. 11-03-2015, 19:30 horas. Auditorio Nacional. Sala de Cámara. Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Ciclo "Universo Barroco". Hippocampus. Entre gigantes. Bach y Cabezón: arias y fugas, tientos y glosados. Clave y dirección musical: Alberto Martínez Molina. Soprano: Rachel Elliott. Barítono: Jesús María García Aréjula. 

   La Historia de la Música, como todas las historias, ofrece muchas ocasiones para observar constantes que se repiten, relaciones directas o colaterales, paralelismos que se establecen entre diferentes épocas o tradiciones compositivas... Que estas relaciones sean reales, o construcciones historiográficas más o menos fundamentadas, sin descartar la posibilídad de que existan relaciones  que no seamos capaces de discernir, en el fondo no tiene demasiada importancia de cara al espectador que acude a un concierto en el que se le presenta un programa cuya coherencia puede basarse en numerosos presupuestos (algunos también hay que parecen pensados para carecer por completo de ella, también es verdad), y al final es ese espectador el que forma su propia coherencia a través de lo escuchado. Valga esta introducción general para referirnos al caso particular que nos ocupa, el concierto del CNDM dedicado a partes iguales a Johann Sebastian Bach y a Antonio de Cabezón, partes en apariencia disjuntas, más alla de proceder de dos genios musicales ambas, dada su pertenencia a dos ambitos tan alejados temporal y geográficamente (el compositor español muere 120 años antes del nacimiento del de Eisenach) y dos tradiciones estéticas tan diferentes como son las del Renacimiento y el Barroco. Y ello supone que a la hora de hacer un análisis del concierto transitemos por senderos que en unas ocasiones convergen y en otras inevitamente se bifurcan, lo que se traduce también en la valoración del resultado con conclusiones a veces contrastadas dependiendo del compositor en concreto. En este sentido, la misma necesidad de una plantilla de instrumentos diferentes para las obras supone empezar el itinerario desde dos puntos de partida, y lejos de ser anecdótica la disposición física de los instrumentistas en el escenario es muy significativa e ilustrativa de estos dos mundos, con los instrumentos barrocos -oboe, violines, viola y violonchelo- a la izquierda del espectador y el arpa de dos órdenes, la vihuela de mano y la vihuela de arco a la derecha, ocupando el centro -nexo de unión- el contrabajo, el órgano y el clave.

   Dos momentos del concierto en mi opinión permitieron mejor que los demás contrastar estas diferencias (y similitudes), al coincidir dos piezas instrumentales de cada compositor seguidas: Tiento del segundo tono de Cabezón con el Contrapunctus I de El arte de la fuga de Bach, y Tiento del primer tono de Cabezón con el Contrapunctus V del mismo Arte de la fuga. Obras ni que decir tiene de una belleza que curiosamente es al mismo tiempo inaprehensible y profundamente intelectural, tejidos de hilos sutilísimos que tan pronto son trama como urdimbre, construcciones realizadas no solo con materiales diferentes sino dispuestos de manera diversa, con  Bach más orgánico donde las voces crecen y se desarrollan alrededor de la línea melódica y Cabezón que funciona de una forma más esencialmente polifónica con los diferentes instrumentos adquiriendo protagonismo alternativamente, pleno de sutilezas tímbricas, una construcción más modular, si se me permite seguir con el símil arquitectónico. Senderos que convergen, senderos que se bifurcan...

   La ejecución que nos ofreció el conjunto Hippocampus no puede ser ajena lógicamente a esta dicotomía. En general, resultó mucho más atinada en las piezas de Cabezón, donde no encontraríamos más que palabras elogiosas para la labor conjunta e individual de los músicos de los instrumentos renacentistas (Laura Puerto – arpa de dos ordenes-, Jordi Comellas -Vihuela de arco-, Juan Carlos de Mulder -Vihuela de mano-, además del director de la formación, Alberto Martínez Molina, al clave). Una detallista labor de concertación que, no es incompatible, también permitió gozar del virtuosismo individual (el clave en la canción glosada D'oú vient cela? o la vihuela de arco y arpa en las Diferencias sobre el canto llano del Cavallero, por ejemplo). Las largas pausas empleadas en la afinación de los instrumentos nos hablan de la meticulosidad de los músicos. No alcanzó el mismo nivel la parte dedicada a Bach, por varias razones, como la propia nómina reducida de intérpretes, suficiente para las piezas de El arte de la fuga pero un tanto escasos para las piezas procedentes de cantatas, que requieren un sonido más suntoso y no tan camerístico; tampoco aprovechó como podía haberlo hecho el oboe (a cargo de Xavier Blanch) sus arias como instrumento obbligato, con algún problema de afinación y una línea no del todo limpia. En general, una ejecución solvente y canónica que alcanzó mayor vuelo realmente solo en la pieza final (Nun verschwinden alle Plagen de la Cantanta BWV 32), con mayor juego de acentos, así como en el bis del mismo compositor. En cualquier caso no sería justo dejar de apuntar que en el contexto del concierto la mayor "novedad" que supone la música de Cabezón (la llamada Musica Antigua, la más moderna en el fondo) pudo haber jugado en contra de la otra, mucho más conocida y escuchada.

   Caminos cruzados también en la parte vocal: Jesús María García Aréjula lució una buena línea de canto en Bach, aunque se trata de una voz de entidad escasa, no sobrada precisamente de volumen, que en Cabezón resultó poco convincente; lo opuesto sucede con Rachel Elliott, cuya voz de timbre cristalino, carente de vibrato, unida a una expresividad contenida, quizás en exceso, gustó más en la obra del burgalés, ya que para Bach resulta insuficiente, poniendo de manifiesto los problemas que desnuda su mayor exigencia en rango o el acompañamiento más frondoso. Con la soprano sobre todo resultó evidente que la diferencia entre épocas también tiene sus consecuencias en cuanto a la técnica vocal (aunque como dijo mi acompañante al concierto, con una frase que le copio: "eso es como el cristianismo primitivo... está por ver"), con una clarísima diferencia en la colocación de la voz en unas y otras piezas. Solventes ambos cantantes sin mayor brillantez. Acompañando al programa, sendos bises, uno de cada compositor como no podía ser menos, en el segundo de los cuales (duo Ich hab für mir ein schwere Reis de la Cantata 58 de Bach) intervinieron también los instrumentos renacentistas, poniendo un broche curioso y "ecuménico" al concierto. Tras hacer saludar uno por uno a todos los músicos, tomó la palabra Alberto Martinez Moreno para ofrecer agradecimiento públicamente a Antonio Moral (lo que casi empieza a ser una tradición), y anunciar que tras los conciertos restantes para el CNDM (en el Ciclo de Músicas Históricas de León el día 12 y en Sevilla el día 15) el grupo va a tomarse un descanso (¿senderos que se bifurcan?); desde aquí deseamos a todos sus integrantes la mejor de las suertes, pues sin duda tienen mucho que ofrecen en terrenos tan diferentes como los que nos presentaron el otro día, porque la Historia de la Música, como todas las historias, ofrece muchas ocasiones...

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