Crítica de José Antonio Cantón del concierto ofrecido por la Orquesta del Festival de Budapest en Granada, bajo la dirección de Iván Fischer
Destiladas esencias mahlerianas
Por José Antonio Cantón
Granada, 27-VI-2025. Palacio de Carlos V. LXXIV Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Solista: Gerhild Romberger (mezzosoprano). Budapest Festival Orchestra. Director: Iván Fischer. Obras de Gustav Mahler.
Una de las citas más esperadas del presente Festival ha sido la protagonizada por la Budapest Festival Orchestra (BFO) bajo la batuta de su fundador, el maestro magiar Iván Fischer, con un programa monográfico dedicado a Gustav Mahler interpretando dos de su obras más significativas: los Kindertotenlieder (Canciones a la muerte de los niños), conjunto de cinco lieder de marcado carácter luctuoso que supuso una de sus creaciones por las que el compositor fue muy reconocido en vida, y la Quinta Sinfonía en Do sostenido menor que ocupa el ecuador de su panorama sinfónico con una valía de singular distinción. Para el primer caso se contó con la participación de la mezzosoprano alemana Gerhild Romberger que, dada la afinada oscuridad de su emisión vocal, se adecuaba expresivamente a la triste emocionalidad elegíaca de los textos de Friedrich Rückert, recurrente inspirador literario de algunos de los más destacados compositores románticos como fue de modo especial Robert Schumann.
Con un respeto casi sacro a los planteamientos del autor, tanto director como la soprano dieron un sentido de continuidad indivisible a su exposición adecuándose a la dimensión camerística de la orquesta que hacía se produjera una matizada representación dramática del duelo. Su expresividad fue creciente hasta adquirir un grado superior en las dos últimas canciones, de modo especial la que cierra el ciclo, In diesem Wetter, in diesen Braus (Con este tiempo, con esta tormenta), en la que el maestro Fischer hizo todo un alarde de alternancia dinámica destacando los diminuendi que ponían de manifiesto el virtuosismo emocional de la orquesta entrando musicalmente en el concepto de fatalidad, destino y resignación que tenía de la existencia humana el compositor, realizando todo un ejercicio de alta escuela instrumental que llevaba implícito ese genuino espíritu austro-húngaro que distingue a la BFO, formación a la que hay que entender también como un instrumento de autor, el maestro Iván Fischer, que la ha terminado de convertir en una de las más sólidas orquestas del continente europeo.
El concierto entró en su momento culminante con la sinfonía que iba a suponer una nueva organización orquestal en los planteamientos del compositor que había de mantenerse hasta su muerte, intensificando su paleta sonora ayudada por una mayor coherencia en la forma. Sobradamente consciente de tales pretensiones, Iván Fischer se dispuso a realizar una lectura consecuente, que terminó siendo magistral en fondo y forma. De tal modo, reflejó el dramatismo y la tensión que contiene el fúnebre primer movimiento para ser contrastado por la expresiva agitación y vehemencia del segundo, impulsando a la orquesta a uno de sus momentos de mayor lucimiento. En el scherzo que le sigue, hubo oportunidad de disfrutar de los solos de trompa que el maestro quiso enfatizar situando al primer atril de esa particular formación de los cornos junto al pódium, lo que acentuó la atención del auditorio en tal sentido, optimizando así la importancia capital de este movimiento considerado por algunos tratadistas esencial como pivote de la sinfonía.
La soberbia y amplia sección de cuerda brilló en todas sus mejores consecuencias en el lento Adagietto, famoso movimiento que el director atendió como si fuera un canto sin palabras, paradójicamente, una musical carta de amor realizada con sublime emotividad y extraordinaria belleza lírica, dando paso al rondó final que significó todo un apoteosis por la profundidad, revestida del curioso alegre desenfado que imprimió a sus compases alcanzando el instante más elocuente en el coral, que exponía el triunfo concluyente de la vida. La orquesta llegó al asombro para el oyente generando un múltiple efecto cambiante de color sonoro resultado de la altísima calidad técnica y artística de sus integrantes al hacer suyas las directrices de un maestro de la vieja escuela austro-húngara, entendida como un referente absoluto de este enorme arte cual es la dirección musical cuando se ejerce a tan alto nivel como el que exhibe este gran maestro aquincense. La reacción del público fue entusiasta con más que justificados apuntes de verdadera exaltación.
Foto: Fermín Rodríguez
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