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CRÍTICA: JAMES CONLON DIRIGE A LA DEUTSCHES SYMPHONIES-ORCHESTER DE BERLÍN EN ZARAGOZA. Por Alejandro Martínez

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Autor: Alejandro Martínez
18 de febrero de 2013
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CON SABOR AMERICANO

Deutsches Symphonie-Orchester Berlín. Director: James Conlon. Auditorio de Zaragoza, 12/02/2013

      La Temporada de Grandes Conciertos de Primavera del Auditorio de Zaragoza abrió el pasado martes su XIX edición con la presencia en la Sala Mozart del director norteamericano James Conlon, al frente de la Deutsches Symphonie-Orchester de Berlín. Esta formación fue fundada en 1946 como la RIAS-Symphonie-Orchester, vinculada a la radio del sector americano de Berlín. En 1956 adoptó el nombre de Radio Symphonie-Orchester Berlín (RSO). Con la reunificación alemana, y para evitar confusiones, se bautizó definitivamente con la denominación que lleva ahora. El conjunto ha tenido a grandes batutas al cargo de su titularidad: Fricsay, Maazel, Chailly, Ashkenazy, Nagano o Metzmacher. Desde la temporada 2012/2013 es el ruso Tugan Sohkiev quien está al frente de su dirección musical.
      En esta ocasión, y dentro de una gira por varias ciudades españolas (Oviedo, San Sebastián y Zaragoza), la orquesta presentaba un programa con obras de Wagner, Bernstein y Dvorak. La orquesta posee una indudable solvencia, destacando por una cuerda tersa y brillante y un metal solvente, si bien algo duro en su sonoridad. Cuesta creer que se deba a la labor de Conlon, director invitado puntualmente para esta gira, pero lo cierto es que la orquesta nos transmitió un sonido más bien típicamente americano que germano, merced a un punto siempre brillante y electrizante en su ejecución, lejos de la densidad y la musculatura propias de las formaciones centroeuropeas. No lo decimos como un mérito ni como un demérito, sino como un rasgo que nos llamó la atención y que al menos en esta ocasión casó bien con buena parte del programa que presentaban.
      El concierto comenzó con el elocuente y agradecido preludio al acto primero de Los maestros cantores de Nuremberg, de Wagner. Quizá fue aquí donde Conlon dio menos muestras de su buen hacer, tardando un tanto en domeñar el sonido de la formación y el norte de sus dinámicas. A cambio, imprimió un sello netamente teatral a su recreación. Con la siguiente pieza llegó lo más original del programa, si bien no puede decirse que sea lo más inspirado y genial de Bernstein. La Sinfonía no. 2 para piano y orquesta "La edad de la ansiedad" es un complejo y extenso mosaico, una sucesión de variaciones temáticas, a partir de un poema de W. H. Auden. Estrenada por el propio Bernstein en 1949 y revisada en 1965, la obra no explota en un sentido tumultuoso la sonoridad de la gran plantilla orquesta que dispone, sino que hace pie en ese esquema con una vocación más bien experimental, saltando de unos instrumentos a otros. El piano mismo comparece como un instrumento más, con escaso compromiso protagonista, salvo en algunas páginas como el epílogo. Son evidentes las reminiscencias y diálogos con el mundo del jazz y presenta al mismo tiempo pasajes de una rara y muy auténtica espiritualidad. No es una obra sencilla, pero Conlon demostró haberla trabajado a conciencia. El pianista francés Jean-Yves Thibaudet se mostró preciso y eficaz en su ejecución, totalmente mimetizado con el tejido orquestal dispuesto por Bernstein. Nos supo a poco su participación en el concierto, siendo un solista importante en nuestros días.

 

      La segunda parte nos deparaba la presencia una vez más en Zaragoza de la Sinfonía no. 9 de Dvorak, obra que ya pudimos escuchar el pasado noviembre, en este mismo escenario, a la orquesta del CSMA. Conlon demostró su buen hacer especialmente con esta pieza, aunque fue la suya una labor no exenta de altibajos. Claridad y firmeza son de algún modo las grandes virtudes que cabe reconocer en un director de orquesta maduro y consagrado. Se trata de que sepa lo que quiere y cómo quiere llegar hasta ello. Y ese fue, salvo esporádicos desajustes, como decíamos, el caso de James Conlon. En general, acertó con el pulso y con los tiempos, aunque pasó por alto algunas dinámicas y alborotó algunos pasajes por exceso de brío. Nos recordó, por el enfoque de su batuta sobre esta partitura de Dvorak, al trabajo igualmente electrizante y brioso de la conocida grabación de George Szell con la Orquesta de Cleveland. De nuevo sensaciones de un sonido muy americano para venir de manos de una orquesta alemana; lo cual no vino nada mal para el programa que se nos presentó, con tantas referencias al "nuevo mundo".
      Seguramente lo mejor de la noche fue la propina, un pasaje de la suite de Shostakovich sobre su propia partitura operística de Lady Macbeth del distrito de Mtensk. Una suite que se debe precisamente a James Conlon, que ha sido el responsable de sus arreglos. Se ofreció la epatante escena del borracho, con una música inspiradísima, brutal y tumultuosa que Conlon manejó a placer. La verdad es que nos hubiera gustado escuchar la Suite completa en lugar de la sinfonía de Dvorak. En conjunto, pues, un más que satisfactorio concierto, gracias al buen hacer de Conlon y a la solvencia de una formación sólida y brillante.
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