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Crítica: James Ross dirige la 'Novena' de Beethoven con la Sinfónica del Vallés

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Autor: Albert Ferrer Flamarich
5 de octubre de 2017

MANTENIENDO LA TRADICIÓN

   Por Albert Ferrer Flamarich
Barcelona. 23-IX-2017. Palacio de la Música Catalana. Novena sinfonía de Beethoven.  Núria Vilà, soprano. Jordi Domènech, contratenor. David Alegret, tenor. Carles Pachón, bajo. Lieder Camera. Cor de Cambra de Granollers. Orquesta Sinfónica del Vallés. James Ross, director.  

   La Sinfónica del Vallés mantiene su tradición de ofrecer anualmente la Novena sinfonía de Beethoven hasta el 2024, bicentenario del estreno de la obra. Esta temporada 2017-18, que empezó el pasado viernes, ha servido para abrir un curso que en Sabadell convocará al público hasta en siete ocasiones.

   Con la Novena de este año se ha iniciado la titularidad de James Ross. El director norteamericano propuso la sustitución de la mezzosoprano por un contratenor. Un acierto. En una partichela poco agradecida más allá de lo melódico, Jordi Domènech corroboró que esta cuerda no prevista evidentemente por Beethoven pero de tesitura equivalente dota de mayor presencia al cuarteto solista. A su lado, en un equipo muy resolutivo el tenor David Alegret, el bajo-barítono Carles Pachón y la soprano Núria Vilà reafirmaron una progresión espléndida técnicamente y formaron el equipo más atinado de las últimas Novenas oídas en la OSV. No fue menos elogiable la labor del sabadellense Lieder Camera y del Cor de Cambra de Granollers, puntales entre las formaciones vocales catalanas, muy cuidadosas en la dicción en catalán de la exquisita traducción de Joan Maragall del poema schilleriano. Su canto intenso -puntualmente estridente en las sopranos- fue emotivo y bien cohesionado. Además, la distribución estereofónica en el escenario y la sala generó un efecto de inmersión tan sorprendente como infrecuente en las realizaciones de esta obra.

   Del planteamiento de Ross cabe destacar una cierta tendencia americana en el sonido, brillante y proteico, con tutti contundentes que, sin efectismo, tendieron a un dramatismo y una épica de volúmenes sonoros considerables. Al margen de detalles puntuales y el trabajo dialéctico entre familias instrumentales, entre los aciertos hay que mencionar la atención a las trompas, el carácter germinal de la coda del primer movimiento, el contraste de ternura y esperanza del trío del Scherzo o el fraseo en arco del Adagio. No obstante, el tempo llevado en este último comprimía el movimiento casi en un andante incómodo de paladear a pesar de ser, juntamente con el Finale, los dos segmentos más bien preparados. Igualmente hay que mencionar algunos planos sonoros desdibujados o la articulación de pasajes en las cuerdas, la falta de sutilidad en algunas transiciones, especialmente en los dos primeros movimientos. Todo ello tolerable aún en el tiempo de asimilación no inmediata de los nuevos preceptos a asumir del nuevo titular y por la insólita circunstancia que media OSV se encontraba en Abu-Dhabi por compromisos profesionales. Las vacantes las cubrieron jóvenes músicos con resultados estimables como el de la primera oboe.

   Como pórtico y entre movimientos los Brincadeira, grupo percusionista también distribuido estereofónicamente, ofrecieron unas improvisaciones con tambores amalgamando la ceremonia tradicional del concierto y el virtuosismo musical urbano. Éste fue otro experimento propio de la OSV pero de una intencionalidad performativa más eficaz sobre el papel y en la espectacularidad sonora y técnica que en la correlación con la sinfonía.

   Por otro lado, es habitual que los conciertos de la OSV incluidos en la Temporada del Palau presenten algunas variaciones -y enriquecimientos- ausentes en Sabadell. Este hecho a menudo se debe a cuestiones presupuestarias -derechos, alquiler de partituras, ensayos y caché de actuación- que dificultan repetir integralmente el concierto. En este sentido se puede justificar la inclusión del Concierto para piano, batucada y orquesta “Al limite” de Ricardo Llorca con las inserciones de los Brincadeira y la hiriente ruptura de la Novena repartida en las dos partes de la sesión. De resultados parecidos en el plano instrumental y vocal a los del día anterior en Sabadell, la fantasía germinada a la sombra reivindicativa del 15-M compartió el espíritu presente en el vestuario de calle de los músicos: una sutil reivindicación, acorde al contexto político actual preeminentemente cívico y también festivo por la Fiestes de la Mercè y los no menos significativos 30 años de vida de la OSV.

   Musicalmente la obra de Llorca contagia mucho ritmo y transita por un neoromanticismo, puntuales juegos minimalistas y una estructura en tres partes donde el piano -con Rosa Torres Pardo-, a pesar de quedar ahogado por los embates de la percusión también asume protagonismo en un solo. La elaboración de una bella melodía -de regusto folk, ritmada por los timbales en mezzoforte y piano- se puede contar entre los momentos más sugerentes de una obra teñida también de reminiscencias de lenguaje cinematográfico.

   Un apunte que James Ross puede desconocer pero que alguien debería haberle comentado: la Novena se ha cantado en catalán en el Palau en anteriores ocasiones.

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