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Crítica: Recital de Javier Camarena en el Teatro de la Maestranza de Sevilla

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Autor: José Amador Morales
20 de noviembre de 2017

 CAMARENA VINCITOR

   Por José Amador Morales
Sevilla. Teatro de la Maestranza. 13 de Noviembre de 2017. Javier Camarena, tenor. Ángel Rodríguez, piano. Obras de Manuel García, Rossini, Donizetti y Verdi.

   Resulta sorprendente la inteligencia, habilidad y, hasta cierto punto, incluso estrategia vocal, de determinados cantantes a la hora no ya solo de abrirse camino en el difícil y competitivo panorama lírico internacional sino de triunfar y convertirse en figuras reclamadas por los principales escenarios del mundo. El caso de Javier Camarena es paradigmático en este sentido y su visita sevillana ha dado buena cuenta de ello. Su voz no es fea aunque no posee ni un color personal que la caracterice, que la “marque” en el oyente, ni un volumen impactante; su técnica es contundente pero no perfecta y tampoco es su principal reclamo; su sentido del fraseo y del bel canto es incuestionable si bien no hace olvidar la de grandes colegas coetáneoss y pasados… Sin embargo, la suma de todos los aciertos parciales junto a una gran capacidad comunicativa para con el público, basada sin duda en su enorme entrega, naturalidad y sencillez, hacen que sus actuaciones sean encomiables y muy esperadas.

   En este su debut en el Teatro de la Maestranza, el tenor mejicano se metió al público en el bolsillo ya de entrada con esa primera parte convertida en un pequeño gran homenaje a Manuel García en su doble faceta compositiva e interpretativa. De su ópera El poeta calculista fueron las dos primeras piezas: el famoso “Polo del contrabandista” y la “Gran aria”, sin duda todo un reto que Camarena superó con nota gracias a su atinado equilibrio entre musicalidad, histrionismo y estilo. Si con “Ah! Lo veggio quel anima bella” de Così fan tutte, aria normalmente suprimida a instancias del propio Mozart, nuestro protagonista demostró un estimable legato y buen gusto, con las dos arias rossinianas - “Cessa di più resistere” y “Si, ritrovarla lo giuro” – sorteó los apretados staccati y demás vericuetos técnicos llevando a su terreno – el fraseo y el canto legato – una coloratura no siempre limpia y regular.

   La segunda parte comenzó con Donizetti, sorprendiendo hasta cierto punto la intensidad expresiva de su “Tombe degli avi miei” y derrochando entusiasmo, afinidad y desahogo vocal en la celebérrima aria de La fille du régiment. Desde luego que la homogeneidad en la emisión y la proyección de las notas agudas y sobreagudas no son ningún problema para el cantante de Xalapa. Igualmente, aprovechó su registro central, no descomunal pero de cierto empaque, para acometer sendas piezas de Verdi, como la aquí bellísima “Ella mi fu rapita” de Rigoletto - bastante más desahogada y elegante que la que le escuchamos en su reciente debut liceístico del personaje - y “Lunge da lei” de La traviata, seguida de la fulgurante cabaletta “O mio rimorso” rematada con un largo y espectacular do natural. Fuera de programa, tras un par de canciones mejicanas en donde el pianista Ángel Rodríguez se redimió del martilleante y poco fino sentido del bel canto que había exhibido hasta ese momento, Camarena puso al público en pie tras una vehemente "Sevilla" de Agustín Lara.

Foto: Teatro de la Maestranza

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